Molina: ''Los políticos deberían ser ejemplo en lo cultural''

César Antonio Molina dice que no es Jovellanos, a quien quisieron envenenar siendo ministro por sus ideas reformistas, pero el que fuera titular de Cultura con Rodríguez Zapatero, siente que se le apartó del Gobierno sin poder trabajar para situar la cultura "como columna vertebral del país".

El escritor y exministro de Cultura, que acaba de sacar el ensayo La caza de los intelectuales (Destino), donde reflexiona sobre la difícil relación entre la cultura y el poder a lo largo de la historia y en diferentes países, asegura a Efe que "los políticos deberían ser ejemplares en lo cultural, subir su nivel y presumir de cultura".

"Nos vanagloriamos del nivel económico -dice-, cosa que es normal, pero no queremos subir el listón cultural", añade Molina, que pone como ejemplo de político culto a Azaña. "Fue fantástico, aunque tuviera pecados, como todo el mundo, pero yo le pongo como ejemplo de lo que debería ser un presidente. Él no tenía complejo de presumir de cultura".

"Lo normal hoy es -continúa Molina- que los políticos hablen del partido de fútbol, del equipo del que son, de tenis... y no pasa nada; pero no se oirá decir qué libro están leyendo, cuál recomiendan o qué película han visto. Felipe González habló de Marguerite Yourcenar y descubrió Las memorias de Adriano y eso hizo que lo leyera más gente, Alfonso Guerra habló de Mahler y lo puso en alza. Ojalá otros políticos hubieran hecho esto", se lamenta Molina.

Y es que César Antonio Molina (A Coruña, 1952), que fue también director del Instituto Cervantes y antes del Círculo de Bellas Artes, y que hoy es profesor de la Universidad Carlos III y dirige la Casa del Lector, también recuerda que cuando estuvo como titular de Cultura en el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, entre 2007 y 2009, alguna vez también le insinuaron que rebajara el nivel."Oye es que tu discurso es como una conferencia", asegura que le espetaron.

En el intenso y ameno libro, que se abre con Ciceron, pasa por Blanco White, Jovellanos, Spinoza, Ortega, Francis Beacon, Servet, Azaña, Sartre, Camus, Vargas Llosa y otros muchos, Molina habla de los intelectuales perdidos en la política, de los perseguidos por ella, de los que colaboraron con el estalinismo o de los que estuvieron junto al nazismo.

Todo ello, para explicarse así mismo por qué sintió esa misma tentación de intentar cambiar las cosas desde el poder.

Un "canto de sirenas" que hoy asegura que ya no volvería a escuchar, porque prefiere cambiar las cosas escribiendo, sin parar, como poeta, que es lo que fundamentalmente dice sentirse, como novelista, periodista y ensayista.

Pero el libro lo comenzó a escribir el mismo día que entró en el Gobierno, tras leer un fragmento al azar de un libro de Francis Bacon que venia a decir que "los hombres que se dedican a la política son extraños de sí mismos".

De ahí tiro del hilo de la historia, de su experiencia y de su memoria y hasta hoy, donde ve, como ya dijo Jorge Semprúm, que el poder tiene un sentido "utilitario" de la cultura. "Unos han utilizado la cultura y otros ni siquiera eso", subraya.

"Hoy la cosa es desoladora -recalca-. Vivimos en una especie de Edad Media baja, una desertización cultural, un caos donde no hay respeto a los maestros, a los intelectuales a la gente que sabe y que puede opinar. Si no afrontamos seriamente los temas de la educación y la cultura este país va a tener, ya tiene, graves problemas y no solo en lo económico", advierte.

El escritor pide un pacto de Estado en educación y cultura, "también en sanidad -añade-, pero yo hablo de lo que sé, que es esto. Tendría que haber un pacto como en la Transición para que se creara una especie de Constitución en este ámbito y que no se pudiese tocar".

"A partir de ese momento -precisa- todo niño en cualquier lugar debería saber la historia total de este país y la historia europea y su lengua común; podría, incluso, entenderse en las mil palabras esenciales de las otras lenguas. Conocer quiénes somos, porque, además somos cabeza de puente para los 500 millones de personas que hay en el mundo de habla hispana".

Al escritor y gestor cultural gallego también le gustaría que el presidente escuchara "a todos los intelectuales, a los creadores, a estos maestros, que los convocara, como se convoca a un grupo de juristas para hacer leyes. Nunca se convoca a nadie de la cultura", concluye el escrito, que destaca que en España hay "una larga lista de intelectuales maravillosos, como Emilio Lledó o Fernando Savater".

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