LA OTRA CARA DEL CASO

Las amistades peligrosas de 'Alfi'

Basterra entabló con el temido Igor el Ruso una relación de favores: le pasaba datos de funcionarios
Alfonso Basterra e Igor el Ruso coincidieron seis meses en Teixeiro.EFE
photo_camera Alfonso Basterra e Igor el Ruso coincidieron seis meses en Teixeiro.EFE

Alfonso Basterra nunca fue una persona fácil, ni fuera ni dentro de prisión. Sus propios examigos y excompañeros periodistas, siempre en pasado, lo describen como "seco, arisco y taimado". Su carácter no mejoró con su mudanza forzosa a Teixeiro, donde su "chulería", en boca de un funcionario, no lo llevó precisamente a hacer amigos. En los últimos tiempos solo se relacionaba con un par de reclusos, aunque eso sí, alguno de ellos lo hacía intocable ante todo Teixeiro.

Es el caso de Igor el Ruso, nombre de guerra de uno de los reos más sanguinarios y temidos del sistema penitenciario español. Lo de guerra no es figurado, porque se trata de un mastodonte de 42 años que fue militar en la última fase del conflicto de los Balcanes. Lo que no es correcto es su apodo, ya que en realidad es serbio. En todas las fotos que le tomaron en sus juicios por matar a cinco personas —tres de ellas en el mismo crimen en Teruel— hace gala de una pose amenazante, nada que ver con la forma de ser de Basterra, aunque por alguna razón ambos compartían coincidencias.

Este periódico pudo averiguar que Alfi, como lo apodaba cariñosamente Rosario en sus tiempos de vino y rosas, pasaba a Igor el Ruso notas ocultas en libros —que él mismo dispensaba por encargarse de la biblioteca de prisión— con los datos personales de los funcionarios. No se sabe qué oscuro propósito escondía el peligroso reo con esta información, pero afortunadamente los funcionarios de Teixeiro se dieron cuenta a tiempo y hace un mes cortaron de raíz esta comunicación: a Igor lo trasladaron a otra cárcel y Alfonso fue cesado de inmediato de toda responsabilidad en la biblioteca, comunicaron fuentes conocedoras de la realidad intramuros a este periódico.

El cese de Basterra en esa área de la cárcel, su favorita por su afición por la lectura, vino acompañado por broncas de los funcionarios, que no le perdonan que pusiese en peligro sus vidas y las de sus familias proporcionando datos confidenciales a alguien del peligro de Igor el Ruso. Como castigo fue destinado a talleres ocupacionales, lejos de las comodidades de estar sentado repartiendo libros. En uno de esos talleres se encontraba en la mañana del miércoles cuando le comunicaron el suicidio de Charo.

¿POR QUÉ IGOR? Es una incógnita lo que pretendía El Ruso con los datos de los carceleros, pero también lo es cómo estableció comunicación con Alfonso y qué pretendía este último a cambio facilitándole esa información. Protección y respeto entran dentro de las quinielas de los funcionarios, dado que Basterra, pese a ser ya uno de los veteranos de Teixeiro, y quizás por su carácter retraído, no logró ganarse el respeto de los demás internos, muchas veces —hay que decirlo— más basado en el temor que en otros valores humanos.

Y de eso iba sobrado Igor, cuya presencia hacía temblar los muros de prisión. En Teixeiro pasó medio año, encerrado en una celda de aislamiento por su enorme peligrosidad, y se desconoce cuándo empezó a tratar con Alfonso y quién se acercó a quién. Los papeles que le pasaba Basterra, según supo este medio, los hallaron en el habitáculo de Igor escondidos entre los libros que le había entregado el padre de Asunta. Y junto a unas cuchillas.

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