Del alma lusa de Guerra al origen castizo de Muñoz

Batalla en Vigo entre dos exconselleiros

Javier Guerra y Elena Muñoz luchan por el poder del PP de Vigo, que afronta dividido el congreso de este sábado, del que saldrá su nueva dirección. La tensión se fue incrementando en campaña entre el empresario del que Feijóo prescindió en 2012 y la extitular de Facenda, apuesta personal suya para la ciudad olívica. Los avales fueron el último desencuentro entre ambos
Javier Guerra y Elena Muñoz
photo_camera Javier Guerra y Elena Muñoz

En un partido en aparente calma chicha, como es el PPdeG, el enfrentamiento entre dos exconselleiros para presidir su mayor agrupación local resulta todo un acontecimiento. Y más si ambos han elevado el tono, con ataques personales incluidos, hasta revelar una profunda brecha en el seno de los populares vigueses.

Javier Guerra, distanciado de la cúpula desde que Feijóo prescindió de sus servicios como conselleiro en 2012, y Elena Muñoz, apuesta personal del líder del PPdeG, comparten formación. Ambos son licenciados en Económicas, aunque tomaron caminos distintos al salir de la facultad, él como superempresario y ella como alta funcionaria pública. Los dos acabaron como conselleiros y ahora comparten reto en Vigo: recuperar la moral de las tropas populares tras el varapalo de las municipales de 2015.

Prueba de lo que hay en juego es que la candidata de la tercera vía, Lucía Molares, íntima de Ana Pastor, se integró en el equipo de la exconselleira de Facenda. El movimiento da la medida del respeto que el sector oficialista le tiene al empresario que montó un imperio textil desde el barrio de Coruxo y que ahora presume de contar con el apoyo de las bases.

En ese contexto, el discurso de ambos se endureció. Especialmente el de Guerra, que este jueves mismo acusó a su rival de montar un "show con los avales" para hacer una "muestra de poder". Ella presentó 715 y él 452. La suma superaba al número de militantes con derecho a voto en el congreso de mañana, 1.050, aunque el recuento restó más de un centenar a cada uno. No todos tenían la cuota al día.

EL ‘TRUMP VIGUÉS’. A Guerra, que lleva tiempo intentado colgarle a su rival el sambenito de paracaidista y de liderar una candidatura "sin alma", ya hay quien le llama el "Donald Trump vigués". Como él, es un triunfador en los negocios metido a político. Y, también como él, proyecta una imagen de outsider que tiene el aparato en contra.

Así, el empresario que hizo fortuna con El Niño, la marca que vistió a miles de adolescentes la pasada década, repitió estos días como un mantra que Vigo se merece "un PP con mensaje propio". E incidió una y otra vez en los resultados de Muñoz como candidata en 2015, cuando los populares se dejaron seis ediles, 32.700 votos y el consuelo de ser la fuerza más votada. «"Resignación o alternativa", proclama quien no dudó en poner anuncios sobre su candidatura en la prensa local.

LA "DESCONOCIDA". Muñoz, por su parte, no solo cuenta con el aval de Feijóo; también con una hoja de servicios en la que destaca su capacidad para controlar el gasto en época de recortes. Del perfil más técnico que se le atribuía cuando en 2012 sustituyó a Marta Fernández Currás en Facenda, ha ido puliendo otro más político. La endureció, sin duda, esa campaña feroz contra Caballero, quien la ninguneó repetidamente. "En Vigo no la conoce nadie", se jactaba.

Con el verbo más afilado, esta campaña no dudó en identificar a Guerra como el candidato del "continuismo", por su pasado como vicepresidente de la junta local, o en darle un golpe en su línea de flotación al proponer que toda la dirección entrante haga público su patrimonio. Y es que Guerra sigue siendo para muchos aquel "conselleiro multimillonario" al que el primer striptease fiscal de la era Feijóo le sacó a la luz un patrimonio de 16 millones. Ahí cabían desde propiedades inmobiliarias en el Algarve hasta coches de alta gama, como un Aston Martin. Lejos quedaban los 70.000 euros que declararía Muñoz años después.

Guerra, que trabajó para firmas como Nike, acabó dando el golpe junto a su eterno socio luso, Juan Costas. Fue él quien le descubrió en Tarifa una modesta línea de ropa surfera que acabaría siendo la joya de su sociedad. El Niño llegó a facturar 31 millones anuales, pero quebró en 2014. Para entonces ya no era su máximo accionista. Ni tampoco conselleiro.

Feijóo había prescindido de él después de una primera legislatura en la que, además de redactar un polémico concurso eólico tras tumbar el del bipartito, Guerra tuvo que lidiar con la crisis del Igape por la operación Campeón. Y aunque al final sacó pecho con Pemex, el mérito se lo llevó quien sería su sucesor en Economía e Industria: el monfortino Francisco Conde.

Aquella decisión no la encajó bien. Cuando Feijóo se la comunicó y le propuso ser el candidato en Vigo en 2015, Guerra le dijo que quería centrarse otra vez en sus negocios. Tampoco acudió a la toma de posesión de Conde, aunque siguió como diputado hasta este año, luciendo en O Hórreo su característico moreno. Cuanto más se iba distanciando de la cúpula, más fraguaba su idea de presidir el PP vigués. Su revancha puede consumarse este sábado. Nadie en el PP lo descarta aunque no es el favorito. El que gane, sea él o ella, tendrá en 2019 un reto mayúsculo: derrotar a Caballero.

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