El Chicle, a la espera de juicio un año después de su arresto

El debate de la permanente revisable y el perdón de los padres de Diana a los de Abuín Gey han marcado un año sin novedades en los tribunales

El Chicle, durante la reconstrucción de los hechos. CABALAR (EFE)
photo_camera El Chicle, durante la reconstrucción de los hechos. CABALAR (EFE)

Este sábado, día 29, se cumplió un año de la detención de El Chicle. El autor confeso de la muerte de Diana Quer cometió un desliz en el momento menos oportuno. Tras varios meses de intensa investigación, la Guardia Civil le pisaba los talones, consciente de que encajaba en el perfil del asesino. El círculo se cerraba y José Enrique Abuín Gey estaba justo en el centro, acorralado por sus antecedentes y las sospechas de los agentes. Los nervios, esos que tan bien supo contener con el paso de las semanas, terminaron por traicionarle cuando, el día de Navidad, una joven consiguió zafarse en el momento en el que supuestamente intentaba raptarla. La Benemérita tardó apenas cuatro días en identificarlo y arrestarlo.

Que el hombre que secuestró y acabó con la vida de Diana Quer fuese finalmente descubierto por otro episodio que tuvo lugar más de un año después no deja de ser una anécdota. De lo que no hay duda es de que, mientras el caso de Boiro no se resuelva por la vía judicial, el proceso por la muerte de la joven madrileña quedará en el limbo. Resulta sangrante, por lo menos a ojos de la familia, y más aún cuando este lunes se cumple el primer año de la aparición del cadáver de la chica, que permaneció oculto durante casi quinientos días en el interior de un pozo de una nave de Asados, en Rianxo.

El día que la verdad salió a la luz fue también el día en que Juan Carlos Quer, padre de la joven, inició su particular cruzada contra la derogación de la pena de prisión permanente revisable, ahora en vigor. Apelando a esa causalidad acuñada por Hume, la muerte de su hija puso sobre la mesa un debate que había permanecido latente durante mucho tiempo en España, tanto a nivel político como social. ¿Deben los asesinos que han cumplido su condena, a sabiendas de que no se han reinsertado, volver a la calle? Doce meses y unos cuantos actos y campañas después, la pregunta todavía sigue en el aire, pero no da la impresión de que se vaya a lograr un consenso.

Incógnitas, pero de otra clase, son las que tienen los vecinos de Rianxo. A día de hoy, muchos todavía se preguntan cómo pudieron convivir durante meses con un asesino sin tener constancia alguna. La reconstrucción que, a mediados de junio, hizo Abuín Gey del día que secuestró a Diana tampoco ayudó en ese sentido. Pese a que se mostró colaborador con las autoridades, su relato de que mató a la joven para que no trascendiera que robaba gasóleo a los feriantes de la zona no convenció a nadie. Ni a los investigadores, ni a los lugareños.

Entre estos últimos hay una pareja muy especial: los padres de El Chicle. Descubrir que su hijo era un asesino les causó la más lógica de las reacciones: el rechazo. Desde el primer momento, ambos cuestionaron con convicción que Abuín Gey tuviera algo que ver con la muerte de la chica. No fue hasta el pasado mes de agosto, pocos días después de cumplirse el segundo aniversario de la desaparición, cuando cambiaron su postura. Lo hicieron a raíz del encuentro que mantuvieron con Diana López Pinel, quien, pese a la aflicción, había regresado a la tristemente conocida nave de Asados para recordar una vez más a su "estrellita". Un fuerte abrazo fundió por unos instantes a las dos madres, y a la vez víctimas, de uno de los episodios más trágicos de la crónica negra gallega. Juntas escenificaron que es posible perdonar. Aunque duela.

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