Centenario de Manuel Fraga

Los cien años del poliedro de Vilalba

Efeméride: un 23 de noviembre de 1922 nacía en la capital chairega el que quizás sea el político más camaleónico en muchas décadas ► Trayectoria: supo adaptarse a cada momento que le tocó vivir... Y vivió muchos
Haciendo queimada con Fidel Castro en Cuba. AEP
photo_camera Haciendo queimada con Fidel Castro en Cuba. AEP

Manuel Fraga Iribarne cumplirá 100 años el miércoles. Es cierto que no lo hará en el plano terrenal, porque falleció en enero de 2012, pero sí en el político, donde su legado se ganó ya la etiqueta de inmortal por abundante, por variado y, dicho sea de paso, por polémico. Porque si algo tuvo el león de Vilalba es que en sus 89 años de vida fue un personaje que no dejó indiferente a nadie.

En esa cabeza en la que, según Felipe González, cabía todo el Estado, cohabitaban el Fraga gen-tleman que encandilaba sentado a la mesa, el político colérico que irritaba a sus más fieles colaboradores, el padre y abuelo que se ablandaba con los niños, el autoritario ministro de Franco, el galleguista que presidió la Xunta o el anticomunista que coqueteaba con Carrillo y Fidel. En definitiva, la cabeza del que posiblemente fue el político más poliédrico de España en los últimos 100 años, de los que ocupó cargos de responsabilidad durante 60 y fue uno de los políticos en activo más longevos.

Franquismo | La sombra que siempre persiguió a Fraga

Con Franco como ministro. AEP
Con Franco como ministro. AEP

La política la mamó en casa, ya que su padre fue alcalde de Vilalba en la dictadura de Primo de Rivera. Y también la disciplina, muy necesaria para poner orden entre doce hermanos -él era el mayor-. Por eso, se tomó muy en serio sus estudios: Derecho, Política y Economía y número uno de la oposición al Cuerpo de Letrados de las Cortes (1945) y a la Escuela Diplomática (1947).

Eran tiempos del franquismo y, en la década de los 50, el aparato del régimen puso pronto los ojos en aquel joven que destacaba. Fueron años en los que ostentó diversos cargos de segundo y tercer nivel que le permitieron conocer los entresijos de la política hasta que, en 1962, fue nombrado ministro de Información y Turismo de Franco. Fue su primer cargo relevante y, aunque él no lo sabía entonces, la sombra que le perseguiría el resto de su vida.

Le bastaron siete años en el ministerio para confirmar ese perfil poliédrico. Donde unos lo alababan por representar el "reformismo" del régimen frente a la línea dura, otros lo acusaban de firmar sentencias de muerte y órdenes de fusilamiento; donde unos aplaudían su plan para convertir el turismo en un sector económico puntero, otros le reprochaban su papel censor con la ley de prensa. Y lo más probable es que Fraga tuviese un poco de todo eso y, sobre todo, mucho de propagandista, como se vio en el baño de Palomares.

Baño en Palomares en 1966. AEP
Baño en Palomares en 1966. AEP

El aumento de la conflictividad al final del régimen lo pilló ya fuera del ministerio. Aunque en lo político maniobró contra Carrero Blanco en la pugna sucesoria, Fraga vivió parte del proceso desde la distancia, como embajador en Londres -con bombín, como cantaba La Trinca- y como director general de Cervezas El Águila, en una de sus pocas incursiones en la empresa privada.

Sin embargo, para la inmensa mayoría don Manuel ya sería toda la vida el franquista Fraga. Y ni siquiera otros cien años podrán librarlo de ese pasado.

Transición | El "aggiornamento" del Fraga más camaleónico

Con otros padres de la Constitución en la Transición. AEP
Con otros padres de la Constitución en la Transición. AEP

Sin embargo, el de Vilalba tenía un traje para cada día. Y muerto Franco, tocaba sacarse uno y ponerse otro. Y así fue cómo el hijo del régimen se convirtió de repente en padre de la Constitución.

Llegada la llamada Transición, Fraga fue nombrado en 1975 vicepresidente y ministro de Gobernación del Gobierno de Carlos Arias Navarro. Algo así como el actual ministro del Interior y, como tal, tuvo que hacer frente a una época muy convulsa a nivel social y político, en la que acuñó otra de sus grandes frases: "La calle es mía".

La contundencia de la sentencia ilustra bien la forma de ser de un ministro beligerante con las movilizaciones de la época, en una España donde las fuerzas del orden aún mataban. La izquierda le atizaba por su dureza y el sector más duro del régimen, por su aperturismo. Y por el medio navegaba un Fraga que defendía que su intención solo era realizar una transición lo más tranquila posible hasta homologar España a cualquier democracia occidental.

De embajador en Londres con bombín. AEP
De embajador en Londres con bombín. AEP

Entonces, con el fracaso de Arias Navarro y la irrupción de Adolfo Suárez como elegido para pilotar esa transición, Fraga se quedó fuera de juego, porque era él quien deseaba ese papel. Tocaba ponerse otro traje. Sin sitio en UCD, el maestro del "aggiornamento" -concepto acuñado por la Iglesia en el Concilio Vaticano II para referirse a la renovación o modernización- inició su propia aventura política. Fundó en 1976 el partido Reforma Democrática con miembros aperturistas del régimen y otros exministros franquistas, el germen de Alianza Popular (AP). Con estas siglas se presentó a las primeras elecciones, pero se estrelló con unos discretos resultados frente a una UCD que estaba en su mejor momento.

En todo caso, la representatividad de AP fue suficiente para ganarse un asiento en la ponencia para la elaboración de la Carta Magna, pasando a la historia como uno de los padres de la Constitución de 1978. Y siendo reconocido en este papel como uno de los aperturistas que tendió la mano al PCE de Carrillo. Se dejaba ver así, ante los ojos de España, otro lado del poliedro: el Fraga más conciliador.

Política nacional | No salir de la oposición, su espina clavada

En una campaña electoral nacional de AP. AEP
En una campaña electoral nacional de AP. AEP

La etapa de Manuel Fraga al frente de Alianza Popular tuvo más sombras que luces. Es cierto que fue capaz de renovar un partido que todavía conservaba tics y apellidos del franquismo, que supo captar para la causa a todos los que iban abandonando el barco de UCD a medida que se hundía y que aupó AP hasta el liderazgo indiscutible de la oposición y referencia única del centroderecha en las elecciones. Pero no pudo con Felipe.

Si de puertas afuera Fraga siempre arrastró la etiqueta de franquista, para dentro tuvo que sobrevivir con su particular espina clavada de no pisar la Moncloa salvo como invitado.

Cartel de apoyo a Albr en 1981 para las elecciones gallegas. AEP
Cartel de apoyo a Albr en 1981 para las elecciones gallegas. AEP

Especialmente dura fue la derrota electoral de 1986, que lo llevó a dar un paso atrás, a dejar el partido en manos de Miguel Herrero primero y Hernández Mancha después, y a refugiarse en su asiento de eurodiputado en Bruselas. El resto de la historia es conocida: batacazo histórico de AP y regreso de Fraga, pero no para levantar el partido sino para pilotar su refundación. Era 1989, poco después de que el Exército Guerrilheiro atentase contra su chalé de Perbes. Las siglas AP cambiaban por PP, irrumpía la figura de Aznar y Fraga preparaba ya su desembarco en la comunidad gallega.

Final en Fisterra | La importancia del giro galleguista del PPdeG

Una de sus cuatro tomas de posesión, en el Obradoiro con gaiteiros. AEP
Una de sus cuatro tomas de posesión, en el Obradoiro con gaiteiros. AEP

Don Manuel encontró en Galicia lo que siempre le negó Madrid: éxito electoral. En cierto modo, ya lo había saboreado en 1981, a través de Albor y aquel famoso lema de Galego coma ti con el que Fraga se presentaba en los carteles electorales junto al médico. Pero fue su desembarco de 1989 el que daría un giro radical a la trayectoria política del de Vilalba, presentado con el lema Presidente para un gran pobo. Primera mayoría absoluta, con la ayuda, eso sí, de un voto emigrante poco o nada fiscalizado. Otro lado del poliedro. Tocaba sacarse el traje de la capital y enfundarse el de gaiteiro.

Fue en la Xunta donde se reveló como un político mucho más hábil de lo que todos creían. Porque mientras muchos lo veían como un intelectual, un burócrata o un estadista, Fraga supo ver la jugada mejor que nadie: romper ciertas amarras con Madrid para abrazar el galleguismo con el objetivo de ensanchar el espectro electoral del partido. Una maniobra magistral cuya herencia, se reconozca o no, mantuvo al PPdeG de Feijóo y Rueda atornillado en Monte Pío.

Su etapa final en el Senado. AEP
Su etapa final en el Senado. AEP

Enfermizo con la puntualidad y obsesionado con la prensa, Fraga también demostró su madera política al transitar con enorme equilibrio entre sus barones provinciales, a los que no le importaba cederles importantes cuotas de poder a cambio de votos. Sobrevivir a las maniobras de Cacharro, Baltar, Cuiña y Romay y hacerlo con cuatro mayorías absolutas confirma que Fraga era mucho más que un animal de despacho.

En su etapa gallega también tendió puentes con la Galicia exterior y, de forma muy especial, con Suramérica; desarrolló las grandes infraestructuras -aunque con un orden cuestionable-; y sembró el país de polígonos, piscinas e institutos. Hasta que hace ahora 20 años la marea negra del Prestige arruinó su final en Fisterra.

Entierro en Perbes en enero del año 2012. AEP
Entierro en Perbes en enero del año 2012. AEP

Pero no lo retiró. Se marchó al Senado, ya muy mayor, quizás demasiado, para agrandar su leyenda como servidor público. Esa que nació en Vilalba hace 100 años.

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