Criminoloxía: "Tiene gran rentabilidad social"

Cuatro propuestas para combatir la corrupción

El director del Instituto de Criminoloxía de Galicia, Fernando Vázquez-Portomeñe Seijas, desgranó este viernes en Pontevedra las causas que provocan que el sistema democrático español no consiga arrinconar a quienes cometen los delitos que salpican a la Administración. Educación, tolerancia cero, concienciación social y transparencia, sus remedios
Fernando Vázquez-Portomeñe
photo_camera Fernando Vázquez-Portomeñe

LA CORRUPCIÓN sigue siendo una de las grandes preocupaciones de la sociedad española. Fernando Vázquez-Portomeñe Seijas, director del Instituto de Criminoloxía de Galicia y profesor de Derecho Penal de la Universidade de Santiago, visitó este viernes la Uned de Pontevedra para explicar sus causas y sus consecuencias y para poner sobre la mesa alternativas avaladas "por la OCDE y por Transparencia Internacional, que se deberían implementar para lograr, si no frenarla de raíz, sí al menos reducirla a niveles aceptables". 

El hijo del histórico dirigente ‘popular’ Víctor Manuel Vázquez-Portomeñe explica que "partimos de la base de que la sociedad española considera que el nivel de corrupción que tiene no es aceptable. Algunas de las medidas que proponemos han sido ensayadas en algunos sitios, pero para el caso de España son radicalmente nuevas. Aquí se precisa una sanción política mucho más contundente contra los corruptos. Se necesita intervenir en las puertas giratorias y en las situaciones de conflictos de intereses. Para todo ello hay que dar una respuesta más contundente de la que estamos aportando".

"La corrupción es el deterioro absoluto de la democracia y provoca desconfianza generalizada en las administraciones"

Sobre la escasa incidencia de este asunto en los resultados del 26J, el profesor Vázquez-Portomeñe explica que "es un elemento que en circunstancias como la crisis produce menos efectos electorales, o estos se mitigan, sobre todo cuando entran en consideración otras variables. Sí es cierto que produce unos efectos políticos bestiales, es un deterioro absoluto de la democracia. Provoca una desconfianza generalizada en las instituciones. Es el todo vale. Desincentiva los comportamientos sanos a la hora de votar, por ejemplo. Se le traslada a la sociedad el hecho de que estamos en una democracia puramente formal y que no todo el mundo es igual. Pero cuando hay problemas complejos, la gente sopesa menos los casos de corrupción. Si la situación socioeconómica fuese otra las cosas cambiarían". 

El director de Criminoloxía de la Universidade de Santiago, que aspira a convertise en Grado en 2017, ofrece varias recetas para combatir la delincuencia de cuello blanco que se produce en España. "Se debe trabajar con la ciudadanía. Se necesita concienciar mucho más sobre los riesgos, problemas y peligros de la corrupción, y trabajar más en el plano de la educación, una tarea pendiente". 

SANCIÓN INMEDIATA. Vázquez-Portomeñe subraya que "los mecanismos de reacción contra la corrupción tienen que desarrollarse sobre distintos planos. Tiene que haber una sanción política mucho más rotunda, la tolerancia tiene que ser cero. Y aquellas personas que ocupan cargos públicos, de responsabilidad, la imagen que proyectan es un elemento tan importante que exige que adelanten las respuestas. Hay comportamientos judiciales en los que tal vez para una persona de la calle sí sería de recibo esperar hasta el último momento, pero para quien desempeña un cargo público no se debería esperar", y pone como ejemplo lo que ha ocurrido en otros lugares de Europa. "En los países anglosajones, muchas veces, una investigación periodística sobre determinados hechos corruptos motiva dimisiones sin esperar a decisiones judiciales, sobre todo cuando son investigaciones serias y concienzudas. La imagen de los cargos públicos en democracia tiene un valor que hay que preservar. Se trata de que la gente no tenga la sensación de que a una persona la sacan de un cargo tarde, mal y a rastras porque hay un juez que lo ordena, sino de que se preste una imagen de servicio, honestidad y efectividad, y cuando esa imagen se deteriora por hechos palpables que así lo demuestran, no hay que esperar a agotar todas las instancias judiciales para que esa persona se vaya".

"La tolerancia tiene que ser cero y quienes ocupan cargos públicos no deben esperar a que un juez les eche tarde, mal y a rastras"

CONCIENCIACIÓN. La sanción política es uno de los elementos "importantes", pero "hay que concienciar a quienes desempeñan cargos públicos de que les compensa hacerlo bien", apunta el profesor. "Muchas veces, sobre todo en los países latinos, hemos jugado con esa idea de que a ver si con un pequeño fraude engañamos a Hacienda y qué listos somos, y eso no es admisible. Eso es preparar el camino para otro tipo de corrupción mucho más grave. Se debe incentivar a la gente para que exija responsabilidades y movilizar a la sociedad civil, y eso se hace con transparencia. También hay que trabajar en el terreno de la educación y de la concienciación social, pero la transparencia es el mejor remedio para la corrupción pública. Si nosotros sabemos lo que se hace, qué decisiones se han tomado, a quién se ha favorecido, es más fácil que todos podamos denunciar. No hay un remedio único, hay que combinar, y así funciona en los países más avanzados en este terreno, como Dinamarca y el resto de países nórdicos, Nueva Zelanda, Australia... Allí todos estos factores están en primera línea y funcionan, por eso son los más transparentes y con índices de corrupción más bajos del mundo". 

"CORRUPTELAS".‘ En cuanto a la corrupción ‘de baja intensidad’, Vázquez-Portomeñe se muestra inflexible. "La corrupción crece porque se la alimenta desde distintos ámbitos de poder que están corruptos, tanto políticos como económicos, porque tiene su mercado y hay personas interesadas en que eso siga así. Pero también hay cierto clima de aceptación de pequeñas ‘corruptelas’. Ni pequeñas ni grandes, un comportamiento es correcto o no lo es. Defraudar al fisco no puede entenderse como un comportamiento leve o asumible, porque es defraudarnos a todos. Eso alimenta una espiral en la que al no estar mal visto, pues vamos a repetirlo, y tal vez de un modo más grave. Entramos en una escalada que nos lleva a la situación que tenemos. Ha habido un clima de aceptación social de ciertas conductas, pero es complejo hablar de corrupción en un plano unidimensional. Hay una corrupción desinteresada que también lo es. Dándole un pequeño obsequio a un funcionario te arregla trámites que te habrían tenido perdiendo el tiempo una semana y lo solucionas en cinco minutos. Eso es corrupción, y probablemente no se vería mal, pero es negativo. Habrá que intervenir para que ese trámite se haga para todo el mundo de forma ágil y no haya que ‘untar’ a ningún funcionario. Ese caso no se vería muy mal y otros de portada de periódico se ven fatal, y en ambos casos estamos utilizando un poder para favorecer a alguien. Ese es el perfil que no es admisible en la democracia. Alguien que tiene un poder público tiene que respetar la ley y tratar a todos por igual".

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