Decretan prisión para la joven de Cortegada que confesó el crimen de un hombre

Este jueves se ha acogido a su derecho a no declarar
Cristina R.V. pasa a disposición judicial. ROSA VEIGA (EUROPA PRESS)
photo_camera Cristina R.V. pasa a disposición judicial. ROSA VEIGA (EUROPA PRESS)

La titular del juzgado de instrucción de Ribadavia ha decretado el ingreso en prisión para la mujer de 26 años, vecina de Cortegada (Ourense), que confesó voluntariamente haber matado a un hombre al que conoció por Internet y que este jueves se ha acogido a su derecho a no declarar.

La joven llegó al juzgado de Primera Instancia de Ribadavia al filo de las diez de la mañana custodiada por agentes de la Guardia Civil y abandonó el edificio poco antes de las 14.00 horas, con la misma ropa que llevaba puesta estos días y con el rostro oculto por una chaqueta.

La Fiscalía había solicitado su ingreso en prisión sin fianza, tras el hallazgo de diversos restos óseos durante los registros practicados en las fincas aledañas a su casa al entender que existía riesgo de fuga y de que pudiese manipular pruebas, al no haber finalizado aún las labores de rastreo.

Durante toda la mañana de este jueves la Guardia Civil ha continuado con las labores de búsqueda, en el embalse, donde han encontrado un móvil, el cual podría ser de la víctima. 

La confesión del crimen podría obedecer más a verse acorralada por los investigadores que a un arrepentimiento en sí

EL CRIMEN Y LA INVESTIGACIÓN. El crimen de Cortegada, como ya puede denominarse tras confesarlo este miércoles su autora, toma tintes cada vez más macabros. Durante el minucioso registro que los agentes de criminalística de la Guardia Civil practicaron durante todo este miércoles en el domicilio de Cristina R.V., una vivienda unifamiliar con huerta semiaislada de las otras casas en el pequeño núcleo ourensano de Rabiño, se sucedieron los tétricos hallazgos: fueron desenterrados un brazo, una mano, varios dedos y un pie—este ya martes— en la finca de la homicida, que se empleó en separar el cadáver de su amante —al que admitió haber asfixiado con una almohada— en pequeños trozos para dificultar que fuese descubierto. Igual de espeluznante resulta que, antes de despedazar el cuerpo, lo hubiese cremado en su chimenea, también con el objetivo complicar la identificación y la investigación.

El siniestro afán de Cristina por borrar huellas se debe a que no se encontró a su ligue fallecido al despertarse, como había contado a su psiquiatra y después a la Guardia Civil al ser detenida, sino que es la autora de la muerte de José María R.Z., el barcelonés de 53 años que el 20 de agosto se plantó en el aeropuerto de Peinador para visitarla. Se conocían de unas semanas y solo telemáticamente, puesto que habían trabado relación por una popular app de contactos. Ella lo recogió en la terminal viguesa y lo llevó a su casa, en Cortegada. Ya nunca saldría de allí.

No congeniaron, contó ella este miércoles a los investigadores y a la jueza, y cuatro días más tarde lo conminó a abandonar el domicilio y poner fin al idilio. Pero el hombre no lo habría aceptado. "Yo quería dejarlo pero él empezó a ponerse muy agresivo. De noche, le di unas pastillas [somníferos] y después lo asfixié con una almohada", explicó Cristina, en unas palabras de las que se hizo eco la portavoz de la Guardia Civil Sonia Salgado, quien dio cuenta de la actitud "colaborativa" de la homicida confesa, de 26 años.

Algunos vecinos manifestaron sentir pena "polo rapaz", un niño pequeño que tiene en común con su expareja y del que le habían retirado la custodia

Pero, de nuevo, como ocurrió con la a priori confesión repentina a su psiquiatra este lunes —que desembocó en su detención—, la aparente cooperación de Cristina parece deberse más a la imposibilidad de seguir ocultando el crimen que a un eventual arrepentimiento. Cuando relató los hechos al profesional en salud mental, cuatro meses después de perpetrarlos, aludió a que tenía remordimientos, pero pudo influir que en los días previos la Guardia Civil había estado indagando cerca de su casa, después de que el rastreo de los dispositivos electrónicos de José María llevase a los investigadores a Cortegada.

Y, de forma similar, reconocer este miércoles el crimen obedece presumiblemente a la imposibilidad de seguir sosteniendo una teoría que se caía por su propio peso: que su amante amaneció muerto y que ella, presa de los nervios, optó por iniciar una secuencia que excede el más fiero cine de terror: quemar el cadáver y seccionarlo en pequeños trozos para esparcirlos por su jardín. Otros, según contó, los arrojó al cercano embalse de Frieira, que los expertos en criminalística prevén peinar en las próximas horas.

De todos modos, la colaboración de Cristina, al margen de que se deba a la contrición o a verse acorralada, le servirá como atenuante de cara a un más que probable juicio: tanto la confesión inicial —aunque ocultando el crimen— en la consulta de su psiquiatra como la revelación de como autora de la muerte.

SIN RELACIONES VECINALES. Rabiño es un idílico núcleo de Cortegada bañado por el Miño y cuya veintena de vecinos se saludan por su nombre. Todos menos Cristina, que según relataron algunos lugareños a Europa Press "non era sociable" y "non se relacionaba" con el resto, circunstancias en las que podría influir que "semellaba ter algún trastorno e debía tomar medicación".

Algunos manifestaron sentir pena "polo rapaz", un niño pequeño que tiene en común con su expareja y del que le habían retirado la custodia, al parecer debido a su actitud conflictiva.