El Dépor homenajea a Diego Bello, el aloitador de mar que no debía irse aún

El club coruñés recuerda al joven soñador que surcó campos de fútbol y después las olas más picadas
Imagen con la que el Deportivo homenajea a Diego, que ejerció de modelo publicitario del club. EP
photo_camera Imagen con la que el Deportivo homenajea a Diego, que ejerció de modelo publicitario del club. EP

No hay mayor tragedia que una vida arrancada de cuajo cuando comienza a germinar. Cuando todos los sueños y proyectos por fin dan sus frutos. Fue lo que le ocurrió a Diego Bello Lafuente, que a sus 32 años estaba empezando a vivir de los cuatro negocios que había montado recientemente en la isla filipina de Siargao, en la otra esquina del mundo de su A Coruña natal, los cuales compatibilizaba con su gran pasión, el surf, que también abandonó cuando aún le quedaban muchas olas que surcar.

Dolor, rabia e impotencia se entremezclan en quienes alguna vez tuvieron la suerte de cruzarse en la vida de Diego. Todos lo definen como un joven de sonrisa contagiosa y una personalidad "imponente, pero en el buen sentido, porque dejaba huella".

También dejó su impronta en el Deportivo de La Coruña, el club de su ciudad y sus amores, donde entre 2001 y 2003 jugó en las categorías inferiores recorriendo la banda del campo de Abegondo como años después hizo en los mares más picados. Este símil lo plasma la emotiva fotografía con la que el equipo herculino lo recordaba este jueves en las redes sociales, en la que Diego posa heroico, casi homérico, con la equipación blanquiazul de la temporada 2017/2018 —la última del club en Primera— ante un Riazor inundado por olas similares a las que el joven dominaba con su tabla como un aloitador a lomos de las bestas. "Deportivista con todas as letras e home de mar", reza el comunicado de pésame del Dépor.

A Coruña es hoy un océano de lágrimas que solo encontrará cierto consuelo cuando, en los próximos días, el cuerpo de Diego regrese a la ciudad y sus familiares y amigos puedan velarlo. También esperan una explicación que pueda convencerles de que los policías filipinos que acribillaron a Diego tenían alguna razón para hacerlo, aunque son conscientes de que un Estado que en los últimos tiempos se ha hecho tristemente famoso por haber ejecutado desde 2016 a unos 30.000 —según cifras de Naciones Unidas— no va a ser una fuente de argumentos.

Así las cosas, al entorno del chico no le queda otra que aferrarse al compromiso de la embajada española en Manila de que hará todo lo posible por sacar la verdad a la luz y averiguar por qué alguien se empeñó en truncar la floreciente existencia de Diego.

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