Miguel Ángel Muñoz, el asesino confeso de la peregrina Denise Thiem, camina tranquilo escoltado por una comitiva de policías e investigadores mientras relata, con pasmosa naturalidad, cómo se cruzó en su camino la joven estadounidense, que acudió a él tras perderse mientras hacía el Camino de Santiago y desató en él una "locura" inexplicable que le llevó a golpearla con un palo en la cabeza y a cortarle el cuello, primero, y las manos después para intentar borrar su rastro.
Las imágenes de la reconstrucción del crimen, difundidas por El programa de Ana Rosa, muestran a un hombre voluble. Y es que, aunque se derrumba al recordar ciertos detalles del asesinato, la mayor parte del tiempo parece cómodo con su papel protagonista y llega a sonreir en demasiados momentos. Tantos como para sembrar la duda: ¿Colabora para ayudar o porque se siente orgulloso de su hazaña?
"Me dio una locura, no lo puedo explicar. Cogí un palo y le di en la cabeza. La vi cómo cayó y se golpeó con unas piedras. Me quedé paralizado. Empecé a vomitar. Me lo estoy imaginando". Así, sin escatimar en detalles, confiesa Muñoz a los investigadores cómo luego, cuando Denise empezó a convulsionar, decidió degollarla.
"Sentí que estaba sufriendo y le hice un corte en el cuello". Entonces parece que le pueden los nervios, se frota los ojos y pide que le dejen "respirar", aunque tras unos breves segundos continúa con su relato. "La cogí en brazos y me la llevé para que se viese lo menos posible. Me tiré más de dos horas para desplazarla porque un cuerpo muerto pesa tres veces más", confiesa, sin dar demasiadas pruebas de arrepentimiento. De hecho, incluso bromea en algún momento antes de dar un giro e irrumpir en llanto al recordar cómo cortó las manos de Denise con un hacha de cocina.