El autor confeso del robo del Códice Calixtino romperá su silencio en enero

El autor confeso de la sustracción del valioso Códice Calixtino, el electricista Manuel Fernández Castiñeiras, se enfrentará el próximo enero al juicio por el robo de esta joya literaria de la Catedral de Santiago, y en la vista romperá el silencio que mantuvo desde que se culpó del hecho.

Este sexagenario, que durante más de dos décadas prestó sus servicios para el templo en calidad de autónomo, no se sentará en el banquillo por una sola causa, sino por dos, y la primera de las vistas está fijada para la jornada del 15 de enero de 2015, un día en el que habrá de responder de la rara acusación de haberse estado apropiando de correspondencia particular de sus vecinos de edificio.

En los registros practicados en las propiedades de este hombre de carácter introvertido se localizaron numerosas bolsas con cartas, comunicaciones en algún caso con una antigüedad superior a un año.

Propietarios e inquilinos de viviendas colindantes a la suya, ubicada en Milladoiro (A Coruña), un núcleo poblacional próximo a Compostela, contaron, al producirse este hallazgo, que Fernández Castiñeiras tenía "la obsesión de ir cogiendo cosas", aunque nunca llegaron a sospechar que su obstinación llegase a envíos postales.

En su piso, Fernández Castiñeiras tenía una altísima suma de dinero -2,3 millones de euros-, bandejas de plata y oro de la basílica gallega, otros objetos religiosos de gran valor, una extensa relación de divisas, también correos de los canónigos, y todo ello junto a epístolas de algunos residentes en su inmueble.

El juez instructor de la causa abierta por el robo del Códice, el magistrado de A Merca (Ourense) José Antonio Vázquez Taín, detuvo a Fernández Castiñeiras el 3 de julio de 2012 y el apreciado libro apareció al día siguiente, el 4, justo un año después de su falta.

El juicio por la sustracción de esta joya literaria del medievo comenzará el 19 del mes próximo y se prolongará más de dos semanas.

El juez Vázquez Taín, el secretario judicial y los agentes no solamente se sorprendieron por la estancia en la que estaba resguardado el manuscrito -en un garaje de Castiñeiras y envuelto entre periódicos- sino por el habitáculo en el que "Manolo", como se le conoce en su círculo íntimo, guardaba sus cosas, un espacio vetado a su mujer, la costurera Remedios Nieto Mayo, y al hijo de ambos, Jesús.

De hecho, este gallego colocaba palillos o papeles en la puerta de esta alcoba para comprobar si alguno de sus parientes incumplía la orden. Estas marcas se conocen en el lenguaje policial por el nombre de "testigos" y su función, en este caso, era observar si se había contravenido un mandato expreso.

Desde el minuto uno hubo un seguimiento de los pasos de Manolo. Las fuerzas y cuerpos de seguridad conocían al milímetro todas sus rutinas, a qué hora iba a misa, qué cafeterías frecuentaba, los lugares que elegía para sus paseos... Fueron varias las charlas con él previas a su arresto, y en alguna se le dijo "Manolo, dánoslo".

Él únicamente bajaba la cabeza, hasta que un día le comentaron que a ver si el que se lo había llevado iba a quemarlo o algo, y él replicó: "No, no está quemado".

Que se lo llevó por fastidiar es la tesis, porque él quería obligar al cabildo, de una forma u otra, a que se le pagase la cantidad de dinero que él decía que se le debía, una historia en la que el otrora deán y canónigo archivero, José María Díaz, hoy diagnosticado de parkinson aunque esta patología no impedirá que declare en el juicio, es una pieza fundamental.

Díaz, antes de ostentar el cargo de deán, mantenía una muy buena relación con Manuel Fernández Castiñeiras, e incluso lo apoyó cuando el electricista decidió pleitear para que se le abonasen los 40.000 euros que él decía que se le adeudaban, observan los investigadores.

Todo cambió, matizan, cuando Díaz fue nombrado deán catedralicio. "Lógicamente, miró por lo que tenía que mirar. Entonces Castiñeiras quiso perjudicarlo a él como deán, y a la Catedral, e hizo eso, llevarse el Códice, sabiendo la veneración que todos allí sentían por él. El deán era un poco olvidadizo, a veces se le olvidaba hasta cerrar las puertas de su despacho".

José María Díaz está convencido de que Manuel Fernández Castiñeiras tiene doble personalidad, y así se lo contó a Efe una vez el Códice volvió al lugar del que nunca debió haber salido: "Posee como dos teclas, una la del hombre devoto, el que reza, porque él rezaba siempre; y luego la otra, la obsesiva, de poseer y acaparar cosas".

Díaz, que dejó de ser archivero y deán y fue relevado por Segundo Pérez, aseguró entonces que esta condición de Castiñeiras podía suponer una circunstancia atenuante en el juicio.

También contó que él, como deán, sufrió mucho con todo "este calvario", "pero al final todo está en manos de Dios, el Códice volvió, y de los sufrimientos pasados y presentes no me gusta hablar. Todos nosotros tenemos motivos íntimos para las pesadumbres y las alegrías".

El ladrón confeso del Códice Calixtino, que estuvo interno en el penal de Teixeiro (A Coruña) desde julio de 2012 hasta enero de 2013, reclusión de la que salió con la obligación de una comparecencia semanal ante el juzgado, se enfrenta a un total de quince años de cárcel acusado de dos delitos de robo con fuerza, uno de ellos continuado; un delito contra la intimidad y otro de blanqueo de capitales.

Para su mujer, Remedios Nieto, y su hijo, Jesús Fernández Nieto, el Ministerio Fiscal limita su petición de pena a un año y medio de prisión para cada uno de ellos por blanqueo de capitales y prevé una alternativa de seis meses por sendos delitos de receptación.

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