Rara vez un hallazgo inesperado y no comestible en un plato servido en un restaurante depara una lucrativa sorpresa. La insólita experiencia la vivió Natalia Freire, una vecina de Muros que pidió almejas a la marinera en Casa Sampedro y se encontró con que uno de los bivalvos contenía un cuerpo duro y extraño, que resultó ser una perla de color morado.
La propia afortunada, que además trabaja en ese restaurante al que decidió ir a cenar en su día libre, relató el descubrimiento en declaraciones a la TVG. "Non sabía moi ben de que se trataba. Notei unha dor no dente, porque mordín bastante forte. Saqueina da boca e unha area xa se vía que non era, porque era ben dura", cuenta la joven, que hasta entonces pensaba que las perlas solo crecían en las ostras. Sin embargo, pueden darse en cualquier molusco, aunque pueden tardar una década en formarse, por lo que la probabilidad de que esto ocurra es bajísima.
La joven ha conservado la perla y la almeja que la albergaba, de especie japónica y procedente de los bancos marisqueros de Noia, pero su intención es venderla, tras informarse de que otras similares se han adquirido por unos 4,000 euros. Su idea es llevarla a tasar a un experto en joyas, o perlas, para tratar de sacarle el máximo provecho al 'tesoro' que la suerte puso en su menú.