Jugarse la vida por unos percebes

Una marea con mariscadoras en San Cibrao permite comprobar que extraer el codiciado crustáceo requiere pericia, conocer sus guaridas y una vigilancia constante del oleaje

Ana Meitín muestra un puñado de percebes. JOSÉ Mª ÁLVEZ
photo_camera Ana Meitín muestra un puñado de percebes. JOSÉ Mª ÁLVEZ

Playa de Portocelo (Xove), última mañana del otoño, la mar está calma, enfrente se divisa el pequeño puerto. Muy cerca viven las mariscadoras a las que acompañamos en busca del preciado percebe. Son casi las nueve de la mañana y esperamos su llegada, pues la bajamar de hoy —miércoles pasado— es a las once y media, y tienen autorización para recoger la codiciada uña desde dos horas y media antes hasta una hora y media después.

El horario de invierno impide muchos días aprovechar todo el tiempo, debido a que la oscuridad obstaculiza la localización del marisco y supone un peligro adicional al ya arriesgado trabajo. Las xovenses Ana María Meitín y Aurora Ben, adscritas a la cofradía de San Cibrao, salen de casa provistas de calzado antideslizante, traje de neopreno y guantes, además de su aparejo de pesca, que en A Mariña denominan palferra —un mango recto de madera que remata en cuchilla de hierro— y que usan para separar el crustáceo de las rocas a las que se adhiere con fuerza por medio de un pie carnoso, que es un auténtico manjar.

Su área de trabajo comprende desde la isla de Cal, en la zona de San Tirso (Xove) hasta Rueta, en el límite de Cervo con Burela. El estado de la mar motiva la elección del lugar de faena. Hoy se dirigen en su coche hacia la playa de Sucastro para observan la mar, y descartan aproximarse desde allí. Suben de nuevo el vehículo bordeando la zona por pistas para ver si pueden abordar las rocas que hay debajo del Pico da Vela, en Xove. Aparcan y toman un sendero a pie, donde otro mariscador contempla la fuerza del oleaje contra los salientes. "Hoxe non se pode traballar", comenta, pero Ana y Aurora están empeñadas en bajar al cantil y se adentran entre los matorrales de tojos, pero a medio camino otean las olas que descargan su furia contra las rocas de las que ellas extraen el crustáceo y desisten.

Las mariscadoras deciden probar suerte en Rueta, tras subir la ladera. La pista de acceso obliga a dejar el vehículo a cierta distancia y llegar a pie por los senderos. Se acercan al borde para iniciar la extracción en las rocas batidas por el Cantábrico. "Isto é un recurso para cando non se pode traballar", señala sobre Rueta, donde el crustáceo es "moi negro, era mellor que fose máis rosado». Otra dificultad es que «nesta pedra córtanse moito, porque non é caliza". Esos ejemplares "hai que cocelos xa, mentras que os que van ben collidos duran días na neveira".

"Hoxe está malo, non se pode traballar ben, onte —por el martes— xa empezou a empeorar. Co percebe nunca podes estar tranquilo, hai que ir con moita precaución, sempre mirando moito para o mar. Con mareas grandes traballaríamos mellor", explica Ana, quien apunta que «sempre hai algún susto, pero polo de agora non foi nada grave», señala.

PRECIO. Ana tira del refranero para indicar que "hai que limpar cando fai vento", un dicho aplicado a la siega del trigo, que traslada al percebe: "Hai que coller algo cando vale". De hecho, Aurora comenta que el kilo alcanzó 72 euros el martes pasado en la lonja de Burela, donde solo vendieron cuatro percebeiros. La escasez incrementa el precio. Todo el crustáceo que se subasta es muy fresco, se rula todos los días. "Nunca se deixa dun día para outro".

Quienes capturan percebe suelen ir en pareja para que alguien les pueda auxiliar en caso de incidencia. "Nós mariscamos xuntas dende hai uns 25 ou 30 anos". Este mes y por la cercanía de la Navidad solo cinco mariscadores de San Cibrao —tres hombres y dos mujeres— extraen percebe con un cupo diario de seis kilos por profesional. Ellos se juegan la vida a diario para arrancar a las rocas el crustáceo con las palferras y llevarlo a tierra en bolsas de red.

Las xovenses juntaron el miércoles pasado poco más de siete kilos en las tres horas de faena —alrededor de dos de búsqueda y extracción sobre las rocas—. "Esto non é nada", indican antes de trasladarlo al punto de control de Morás para su pesaje y después de escogerlo para quitarle el mejillón que tiene pegado y de desechar ejemplares pequeños y dañados.

REIVINDICACIÓN. La experiencia es un grado en este oficio. "Vale moitísimo",  pero "aínda así, sempre ocurren cousas, porque isto é moi arriscado", comentan. Ana reitera una vieja reivindicación, el incremento del coeficiente reductor —ahora por cada diez años trabajados conmutan uno—, algo que creen "denigrante", porque "co paso dos anos non se ten a mesma axilidade, con 50 anos non se traballa igual que con 20".

El mar está ahora más bravo que en verano y la cantidad de producto es menor, porque los percebeiros que trabajan a flote —desde lancha— explotaron intensivamente los cantiles de julio a septiembre, debido a la importante demanda de los turistas. La costa está recuperándose de esa actividad. El crustáceo que quedó no tuvo tiempo para crecer, algo que favorecen los temporales y las lluvias que escasearon.

EN LANCHA. El patrón mayor de San Cibrao, Javier Cuadrado, asegura que "dende embarcación non nos compensa ir agora, porque fai peor tempo e hai menos horas de luz". Hace unos años lograron permiso para trabajar con planeadoras a fin de acercarse con seguridad y saltar a las rocas. Suelen ir varias, con dos o tres personas cada una, o incluso agrupadas cuatro en la misma, que les sirve de transporte para el marisco.

"Hai que baixar, coller e escapar para poñerte a seguro e que non te collan as ondas. Nunca se pode dar a espalda ao mar e a vestimenta protéxete de rascaduras —ellos llevan además casco—, pero sempre hai algún accidente", comenta Cuadrado, quien afirma que "se das un golpe contra as pedras e quedas boca abaixo, afogas se non hai ninguén que poida axudarche. Por iso, é importante ter cerca embarcacións da cuarta lista, pois Salvamento pode tardar 20 ou 30 minutos en rescatarte".
 

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