La creciente demanda de trabajadores en granjas lácteas abre un importante nicho de empleo

Las que siguen son cada vez más grandes y están abocadas a incorporar mano de obra ►Expertos en la materia señalan como hándicaps la falta de personal preparado y de disposición de los titulares a ofrecer condiciones laborales "razoables"
Un trabajador ordeñando las vacas en una explotación láctea
photo_camera Un trabajador ordeñando las vacas en una explotación láctea

Apenas quince años son los que separan la Galicia de las 100.000 explotaciones lácteas de otra con poco más de 8.700 que, sin embargo, suman más cabezas de ganado y producción. La razón es que las que lograron superar el proceso de modernización del sector y los embates de las cíclicas crisis de precios son cada vez más grandes y se alejan del concepto de granja familiar, en la que bastaba con el trabajo de padres e hijos. Muchas son hoy empresas que necesitan de mano de obra externa y el rumbo que sigue el sector anticipa que la incorporación de personal irá a más, brindando un nicho de empleo en el cual expertos en la materia ven dos "problemas". Uno es la falta de jefes dispuestos a ofrecer unas condiciones laborales que compensen un trabajo considerado tradicionalmente como sacrificado. El otro, la escasez de candidatos cualificados y motivados.

Los apunta Juan Freire, asesor de explotaciones en la Cooperativa Agraria Provincial de A Coruña y responsable de la organización del trabajo en Granxa o Cancelo, quien vaticina que el irreversible proceso de desaparición de explotaciones reducirá su número a "4.000 como moito" en apenas un lustro, aunque las de mayor tamaño duplicarán las vacas en ordeño. Sus titulares se verán abocados a contratar personal, un paso que ya han dado muchas. Las que más asalariados tienen en la comunidad rondan la docena, pero son muy pocas. Hay bastantes granjas grandes que suman entre dos y cinco asalariados y un número considerable de explotaciones familiares -con entre 60 y 100 reses- que incorporaron un empleado en busca de una mejor calidad de vida para sus titulares.

Estos trabajadores, mayoritariamente hombres entre los 30 y 40 años, no tienen un perfil definido. Algunos pueden acreditar experiencia porque proceden de pequeñas explotaciones que cerraron o que aún mantienen, pero el resto llega de otros sectores golpeados por la lacra del paro o son extranjeros a los que hay que formar. Aunque todo se aprende, Juan Freire considera fundamental la "vocación" para dedicarse a la actividad agraria, sobre todo en explotaciones medianas donde hay que hacer todo tipo de tareas.

CONDICIONES. También ve importante la "motivación", una actitud que cree que hay que alimentar con salarios, horarios y días de descanso "razoables". "¿Que ilusión vai ter unha persona profesionalmente boa cobrando 900 euros ao mes?", se pregunta. Ese es el sueldo medio que le pagan a los empleados en las granjas que asesora su empresa, con un día libre a la semana y entre cinco y diez de vacaciones al año. Condiciones que podrían extrapolarse a muchas otras. Un trabajo de campo realizado por la cooperativa Seragro, especializada en la prestación de servicios técnicos a ganaderías, sitúa entre 700 y 900 euros el salario medio, en cuatro las jornadas de descanso mensuales y en 18 las de vacaciones.

"Hai gandeiros aos que lles parece que teñen un criado", reprueba Freire, que alude a granjas de la provincia de Lugo con personal de procedencia sudamericana. "Ter tres empregados explotados nunha cabana por 500 euros ao mes crea unha imaxe do sector que non anima a traballar nel", dice. Caso bien distinto es el de Granxa O Cancelo, un referente en la gestión de capital humano en Galicia. Sus ocho trabajadores ganan unos 1.400 euros, disponen de seis días libres al mes y 30 de vacaciones. Tiene implantado un sistema de incentivos por el logro de objetivos.

Salvo excepciones, la inestabilidad laboral provoca una "elevada rotación" en el empleo en las explotaciones, a lo que Freire, Unións Agrarias y Asaja añaden la "falta de xente formada para traballar nas vacas". Los jóvenes que salen de las escuelas agrarias son muy pocos y suelen tener su propia granja.

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