La Iglesia se ve amenazada por la creciente oleada de robos violentos en templos

"La única seguridad es no estar solo", afirma José Antonio Seoane, vicario del Arzobispado de Santiago ►El último asalto mantiene a un sacerdote vigués en coma

Los robos violentos son una constante en la sociedad de hoy y entre sus víctimas la Iglesia no es una excepción. Es más, los ladrones parecen centrar cada vez más el foco en los templos y casas rectorales, ya que en ellos se combinan varios elementos que los hacen objetivos ideales: suelen albergar dinero u objetos de valor, ser inmuebles antiguos sin apenas medidas de seguridad, aislados en el rural y regentados por gente -curas o sirvientes- mayor.

"Es verdad que se podría cuidar más la seguridad de los bienes de la parroquia, pero muchas veces no hay dinero ni medios para ello"

Quizás por eso los últimos años han resultado especialmente trágicos para muchos párrocos de Galicia. El último suceso grave de una larga lista ocurrió días atrás, cuando don Antonio, al frente de una parroquia urbana de Vigo, era golpeado brutalmente, hasta el punto de que a día de hoy lucha en coma por salvar su vida.

Como él, muchos otros han padecido los efectos de una "doble crisis económica y moral". Así lo aprecia José Antonio Seoane, vicario del Arzobispado de Santiago. "La gente lo está pasando muy mal, y eso, de alguna forma, repercute en el deterioro total", explica. Con esto no pretende justificar la actitud de este tipo de malhechores. Al contrario. Tal y como relata, "el engaño y la violencia a un chaval de 20 o 30 años tiene delito, pero a un señor de 80... [suspira]".

Sin embargo, no cree que el colectivo religioso tenga más riesgo que otros. "La seguridad del párroco está como la de tantísima gente. En esto no nos diferenciamos del resto", relata Seoane.

A su modo de ver, la única precaución que se puede tomar para evitar este tipo de asaltos, o que al menos sus consecuencias no sean tan lesivas para los sacedotes, es "no quedarse solo". "Poco más se puede hacer. ¿De qué nos serviría un cura rico protegido tras unas verjas? El cura ha de ser cercano, debe estar con la gente, con sus feligreses", revela. Pero lo cierto es que, en los últimos robos registrados, una buena parte de los sacerdotes contaban con algún tipo de asistenta o cuidadora que, lejos de estar con ellos durante el día, también dormían en la rectoral; pero ni así se evitó la tragedia.

"Todo es consecuencia de una doble crisis económica y moral: la gente lo está pasando muy mal, y eso acaba en el deterioro total"

Quizás el vicario de Santiago se refería a una compañía profesional, como la de algún operario o empresa de seguridad. Curiosamente, esta es la idea que propone cuando es preguntado por la custodia de las imágenes, medallas y sagrarios que se pueden ver repartidos por las distintas dependencias parroquiales. "Es verdad que se podría cuidar un poco más [la seguridad]". Al respecto, explica que es vital "arrimar el hombro" y que aquellas parroquias que dispongan de comisión económica, que son pocas, retiren todos los objetos susceptibles de ser robados. "Ahora bien, a veces hay cosas valiosas que por mucho que las pongas en otro sitio tampoco van a estar más a salvo, a no ser que tuvieras un colchón para sostener eso", puntualiza. "Porque, ¿cuántas parroquias tienen la posibilidad de tener eso guardado en una caja fuerte o en un sitio alquilado? No hay medios para eso. La economía de una parroquia es una economía muy de subsistencia". lamenta al respecto.

José Antonio Seoane quiere ir más allá. Aboga por dedicar todos esos bienes a los más necesitados. Según relata, su experiencia en Cáritas le ha abierto los ojos a una realidad que, "a pesar de que algunos políticos hablen de datos inflados", es más real que nunca. Y lo hace de la forma más práctica posible: "Hay que olvidar tanta medalla, tanto reconocimiento y tanta ofrenda; si todo eso se lo diéramos a la gente que de verdad lo necesita, no habría nada que robar en las iglesias". Pero, pese a a vivir en un mundo de ricos y pobres, el vicario tiene muy claro que no se siente amenazado.