Las iglesias gallegas empiezan a nutrirse cada vez más de sacerdotes extranjeros

La llamada de Dios no entiende ni de fronteras ni de idiomas y menos en Galicia, donde la crisis vocacional y el envejecimiento de los representantes eclesiásticos hacen que los sacerdotes sean un bien cada vez más escaso. Por el momento, la solución más rápida y sencilla para poder seguir atendiendo las necesidades de los fieles es 'importar' curas de donde sí los hay en abundancia: los países del tercer mundo, principalmente en África y Latinoamérica. Y es que el número de ordenaciones no alcanza para compensar los fallecimientos en el envejecido clero gallego. Con este panorama, son muchas las iglesias que quedan sin atender en Galicia.

El problema es especialmente grave en el ámbito rural, donde la dispersión poblacional hace que haya muchas parroquias para pequeños núcleos de habitantes. Así, mientras los curas urbanos tienen a su cargo una única parroquia, muchos sacerdotes que trabajan en comarcas rurales se encargan de un buen número de ellas. Esto hace que el teléfono móvil y el coche sean armas indispensables para el párroco del siglo XXI, que puede llegar a gestionar hasta casi 20 congregaciones.

Y es que en todo el territorio gallego hay diseminadas más de 3.800 parroquias. Sólo del Arzobispado de Santiago dependen actualmente más de mil y la gran mayoría (más de 870) son rurales. Además, muy pocos de los más de 600 clérigos de esta diócesis tienen menos de 40 años (no llegan ni a 50), mientras que otros 50 son octogenarios y habría algunos que incluso superarían los 90. La cantera no alcanza para hacer el recambio. En 2009 sólo se ordenaron en la comunidad seis nuevos curas. Además, no todos los seminaristas que terminan sus estudios acaban ordenándose. Muchos se quedan, por ejemplo, en diáconos.

Según las cifras facilitadas por los cinco obispados gallegos, actualmente hay en la comunidad 14 párrocos nacidos en el extranjero con alguna feligresía a su cargo. La diócesis con más capacidad de atracción es la de Santiago, con 12 curas. Los países de procedencia van desde Colombia a Costa de Marfil, pasando por Italia, Tanzania, Argentina, Costa Rica, Perú o Angola, entre otros.

En Ourense, no hay sacerdotes de origen foráneo, mientras que en la diócesis de Mondoñedo-Ferrol ejercen dos colombianos. Tampoco en Lugo hay párrocos diocesanos llegados de ningún país extranjero, pero sí dos misioneros saletinos que no dependen del obispado pero están ordenados y, por lo tanto, pueden oficiar misa. Uno de ellos es africano y otro de origen francés. Por último, en el territorio dependiente del Obispado de Tui-Vigo no hay curas propiamente extranjeros, aunque sí tres que han nacido fuera de España en el seno de familias emigrantes, concretamente en Brasil, Argentina y México.

VIDAS DEDICADAS A DIOS
Las biografías de estos hombres que llegan a Galicia desde los cuatro puntos cardinales para ejercer el sacerdocio son variadas, pero siempre con una clara vocación de servir a Dios como rasgo común, más allá de donde los acaben llevando sus designios.

Es el caso de Desiré Kouakou, que nació hace 38 años en África, concretamente en Costa de Marfil. A principios de los 90, tras hacer la selectividad, se trasladó a España, donde se licenció en Filología y Teología. Fue en Madrid donde entró en la orden de los Carmelitas, donde permaneció hasta terminar la carrera. Tras volver durante cinco años a África como misionero, a Burkina Faso, solicitó un año de reflexión y decidió regresar a España. De la mano de un cura amigo que conoció durante su etapa universitaria en la capital de España, se instaló en la coruñesa Costa da Morte.

Allí, donde es conocido cariñosamente como 'o cura negro', se hace cargo de cinco parroquias de los municipios de Mazaricos y Zas: Brandomil, Brandoñas, Muíños, Alborés y Os Vaos. Aunque parezca imposible, también le queda tiempo para presidir la ONG Egueire, que pretende funcionar como un puente entre Galicia y el continente africano, e incluso se matriculó en un máster en cooperación internacional.

"El arzobispo Julián Barrio me abrió los brazos", resume el sacerdote marfileño. Aunque, como él mismo reconoce, "al principio la gente estaba sorprendida con un cura negro, pero pronto me adoptaron y surgió una buena relación".

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