Los modelos lácteos en los que inspirarse

La organización entre los productores y la robustez de la industria en los países más punteros del sector son debilidades en Galicia

Las grandes potencias lácteas a nivel mundial aúnan modelos de producción, transformación y venta que pueden servir de espejo a Galicia para corregir los principales puntos débiles que arrastra el sector. La capacidad para generar forrajes propios y reducir costes lastrada por la falta de tierra, la ausencia de una industria fuerte que elabore una gama variada de derivados que aporten valor a la materia prima, el escaso peso del cooperativismo o la falta de una buena estrategia exportadora son carencias con las que no cargan los países punteros.

Cada uno con sus fortalezas -y también debilidades-, Irlanda, Nueva Zelanda, Dinamarca, Holanda, Alemania o Francia ofrecen algunos ejemplos en los que inspirarse para lograr que las crisis de precios que tocan a la puerta del lácteo de forma cíclica tengan un impacto menor y garantizar que el sector estará en condiciones de competir en el mercado.

Menos gastos, mayor margen


En el mapa de referentes, Irlanda tiene entre sus mayores virtudes la de producir la leche más barata. La razón es que sus explotaciones disponen de una base territorial muy superior a la que tienen las gallegas, esto es, cuentan con terreno más que suficiente para alimentar al ganado con forrajes propios. Esa ventaja les permite descontar de los gastos fijos las facturas del pienso y trabajar con costes de producción muy bajos. Aquí hay potencial para generar la comida de la reses en las granjas, pero falta superficie agraria.

Desde esa posición, Irlanda es el país que más ha elevado las entregas desde el fin del sistema de cuotas en la UE, tras marcarse como objetivo un repunte del 50% hasta 2020. Mucha de la materia prima que sale de las explotaciones se convierte en leche en polvo y mantequilla, derivados con valor -aunque muy ligados a los vaivenes de precios en los mercados internacionales-, que tienen como principal destino las ventas al exterior, el eje central del sector.

Una amplia visión exportadora


La producción a bajo coste con un sistema basado en el pastoreo y la vocación exportadora sobresalen también en Nueva Zelanda, la potencia que más leche envía al extranjero, a más de 140 países. En torno al 90% de la materia prima la producen las explotaciones que integran la cooperativa Fonterra, la más grande del mundo con unos 12.000 ganaderos. Un gigante lácteo que marca la base de precios de mercado. 

Mucho más allá de un brick


En el plano industrial, destaca la pujanza de Francia por la diversificación de los productos elaborados. Además de envasar el oro blanco del campo en bricks -como ocurre mayoritariamente en Galicia-, elabora leches enriquecidas, en polvo, mantequilla, batidos... y unos afamados quesos con denominación de origen como el roquefort o el camembert. La elaboración de quesos de calidad también ayuda al sector en Italia: gorgonzola, parmigiano reggiano, mozarella o mascarpone son solo algunos ejemplos en una extensa carta. Esa apuesta por los derivados que aportan valor añadido se echa en falta en Galicia, donde la debilidad de la industria condiciona los precios que cobran las 8.430 granjas en activo.

Otro aspecto que el lácteo español puede envidiar al galo es la unión de los tres eslabones del sector en torno a una interprofesional con capacidad de influencia y el apoyo de la Administración.

La unión que hace la fuerza


Más hacia el norte de Europa, Holanda y Dinamarca son el paradigma del asociacionismo entre ganaderos. No en vano, la región de los Países Bajos alberga la primera cooperativa de Europa, Friesland Campina, y en territorio danés está la segunda, Arla Foods. Ellas solas concentran más de las tres cuartas partes de la producción en estos países, a los que se puede sumar por el desarrollo del cooperativismo Alemania, primer productor de leche de la UE.

Resulta difícil destacar cuando uno se compara con los competidores más punteros, que pueden salir perdiendo si lo que se valora es la capacidad de adaptación a golpes y cambios demostrada por las explotaciones gallegas. Es una de las fortalezas que destacan el profesor de Economía Aplicada de la USC experto en el rural, Edelmiro López Iglesias, y Javier Iglesias de Unións Agrarias. Lo que echan en falta es una estrategia para el sector como sí trazan otros países.

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