La lucha contrarreloj de la plantilla de Alcoa

El 30 de noviembre se agota el tiempo para negociar el expediente de regulación de empleo ► Si no hay solución, se avecinan largas protestas

Manifestación de los trabajadores de Alcoa en Coruña. CABALAR (EFE)
photo_camera Manifestación de los trabajadores de Alcoa en Coruña. CABALAR (EFE)

Suena el teléfono con muy mal augurio: reunión simultánea en las plantas de Alcoa. Los trabajadores se ponen de acuerdo en las teorías posibles. Cierran las plantas de A Coruña y Avilés es la que resulta. Llega el momento del obligado consuelo, de ver cómo salvar las cuentas domésticas... y de pelear.

Las fuerzas no flaquean en la fábrica de Alcoa en A Coruña, en la que los 369 empleados directos de la multinacional acuden a trabajar cada día para, al acabar su turno, volver a los protestas con las que pretenden conseguir que se frene el cierre de la factoría y su consiguiente despido, que dejaría en la calle a todos ellos.

La incertidumbre forma parte ya de su forma de afrontar el día a día puesto que la multinacional estadounidense amenaza con el cierre de la fábrica desde hace años, aunque siempre habían sido intentos, puesto que las negociaciones entre empresa, plantilla y administraciones conseguían revertir los amagos.

Esta vez confían en que también y, por ello, no cesarán en sus protestas cada jornada en las inmediaciones de la empresa, de la que no dejan salir camiones con material, pese a que de puertas adentro la actividad sigue siendo la misma ya que los operarios continúan desempeñando sus tareas para evitar que Alcoa pueda alegar un descenso de la producción.

Es, en conjunto, la actuación decidida por unos trabajadores que sienten como suya una empresa a la que han dedicado buena parte de su vida, en muchos casos al igual que sus antecesores, como le ocurre a Manuel Sánchez, que inició su trayectoria laboral en Alcoa, donde había trabajado su padre.

Situación similar es la de David Graíña, que después de dieciséis años en la empresa no se podía creer que, una vez más, la electrointensiva amenace con el cierre sin pensar en las personas que puede dejar en la calle.

"Siempre se espera algo malo de esta empresa, pero un despido, sin previo aviso, sin hablar con los trabajadores para buscar soluciones... nos choca tan de sopetón", cuenta, como los demás, en una conversación con Efe.

La falta de consideración, a juicio de todos ellos, de los que todavía son sus jefes despertó en los empleados coruñeses un estado de "enfado" y "frustración", al rechazar además las explicaciones que se ofrecen para clausurar el negocio, dado que "es mentira que no seamos rentables" dado que la falta de beneficios no se debe al trabajo en la fábrica sino "a las malas praxis" con las que la multinacional ha actuado en A Coruña.

"Siempre se espera algo malo de esta empresa, pero un despido, sin previo aviso, sin hablar con los trabajadores para buscar soluciones... nos choca tan de sopetón"

Sostienen los afectados que el aluminio es un "material de futuro" que podría continuar dando riqueza en Galicia, eso sí, puntualiza el propio Graíña, "si se quisiese", ya que para ello es necesario "compromiso" por parte de la empresa y de los Gobiernos, si no quieren que el futuro del país sea que todos acaben trabajando "poniendo copas".

"Es el modelo de país que están buscando parece ser, que todos acabemos poniendo copas y comida, modelo que aunque es muy respetable, deja por el camino un tejido empresarial al que abandona", dejando caer también a una plantilla "que no sabe hacer otra cosa" y que tendrá que "empezar otra vez de cero", concluye.

María Anido, una de las cuatro mujeres que trabaja en la producción de la fábrica, muestra sentimientos encontrados durante su protesta a las puertas de la empresa, donde recuerda que hace quince años entró a trabajar por primera vez, en una compañía en la que le permitieron acceder a un empleo "que antes solo eran de hombres".

"Es el modelo de país que están buscando parece ser, que todos acabemos poniendo copas y comida"

"Nos trataban igual" a la hora de la tarea, y también los han tratado igual al no avisar de las intenciones de cierre, suscribe: "Nos enteramos de un día para otro, nadie nos dijo que podía pasar esto", sabiendo que tal decisión puede cambiar la vida de cientos de familias.

No le piden a la empresa ningún tipo de favor, su intención no va más allá de continuar con lo que habían hecho hasta la fecha; "lo que queremos es trabajar simplemente, seguir con nuestro puesto de trabajo", manifiesta.

Anido incide además en las dificultades que tendría el personal de Alcoa en A Coruña para encontrar otro empleo ya que llevan años desarrollando trabajos muy específicos que no podrían desempeñar en otro lugar: "La mayoría entran con 19 años, toda la vida llevan haciendo aluminios y no saben hacer otra cosa..., vaya". Por ello necesitan respuestas.

Fecha clave: el 30-N
Óscar Mena lleva once años en Alcoa y espera "echar otros once, doce, los que me dejen", en la misma fábrica, aunque sea con otro nombre, porque lo importante no es el sello para el que trabajen y sí lo que hagan. "Se llame como se llame, a mí me da igual" porque lo imprescindible es mantener el empleo para poder mantener también a sus familias.

Objetivo para el que no quieren "parches" como los colocados hasta ahora y que cada cierto tiempo los devuelve a la cuerda floja poniendo en riesgo a toda una comarca. "Queremos una solución real, la necesitamos", reivindica Mena.

El 30 de noviembre se agota el tiempo para negociar el expediente de regulación de empleo y esperan que para esa fecha se haya alcanzado una solución; de lo contrario, tampoco abandonarán el campamento improvisado en el que permanecen día y noche y en el cual no descartan comerse el turrón si el conflicto no está zanjado las próximas Navidades.

Comentarios