Nueva vida en Galicia para un matrimonio afgano: bebé en camino y otra lengua

Así es la llegada a una cultura totalmente diferente de una pareja obligada a dejar todo su pasado atrás
El matrimonio afgano. XOÁN REY (EFE)
photo_camera El matrimonio afgano. XOÁN REY (EFE)

B. acaba de sobrepasar la treintena y a la joven H. le falta casi un lustro para hacerlo. Los nombres completos y sus apellidos, desde que los talibanes tomaran Kabul este verano, mejor no ponerlos. Son un matrimonio afgano. Se están adaptando a Galicia. Tienen un hijo y la niña está en camino.

"Hola. ¿Qué tal?, ¿cómo están?", balbucea la chica, embarazada de cinco meses y que ya ha pasado por tres ecografías en España, su país de acogida. Todo está en orden. 

Él se defiende mejor en inglés que en español. Ella, que es la primera en saludar, al contrario, aunque apenas lleven treinta días conociendo la nueva lengua.

Los dos han dejado a sus familias en la que es su cuna. No son de la capital. Pero es preferible no poner el lugar, aunque lo muestren en confianza en su teléfono. Sobre cómo se ganaban los garbanzos o su situación económica anterior, otro tanto de lo mismo. Lo aconsejable es obviar esos detalles para no dar pistas.

Los dos sonríen, aplauden, estrechan sus manos, se abrazan... y dejan la verdad macerando en las profundidades del alma.

No son partidarios de etiquetas. Desde luego, no la de pobrecitos. Y sí desean, en cambio, análisis más en profundidad acerca de por qué ocurre lo que hoy está sucediendo.

La dignidad es lo único recuperable entre los restos de un naufragio. Cuando por seguridad retumba el silencio, también.

Esta pareja tiene el resuello suficiente para encarar una renovada existencia. Atienden amablemente a Efe después de dejar a su chiquillo en el colegio. "He has two friends", cuenta el padre, orgulloso de que el chaval ya haya hecho dos amigos.

Ambos han dejado a sus familias en su país de origen

A los tres les gusta la capital gallega, Compostela, donde residen. Les parece bonita. Y confían en poder entenderse con los lugareños, para empezar, hablando.

De que así sea se encarga Israa Allahham, una joven siria, su profesora en la delegación gallega de la ONG Movimiento por la Paz -MPDL-. 

"Vivir en un sitio donde no se sabe el idioma es muy complicado. Por eso se les enseña, con un enfoque práctico y comunicativo para que puedan tener autonomía en su vida, día a día. Los avances son distintos de un alumno a otro. Juegan muchos factores en ello: el nivel educativo, si saben leer o escribir, la capacidad de adaptación, el estar más en contacto con la lengua materna que con la de la sociedad de acogida...", detalla.

Susana Fernández, coordinadora en la comunidad autónoma del programa de Protección Internacional de la oenegé, reta a la "máquina" H. y al "más rezagado" B.: "En un mes nos tomamos un café juntos y vemos los progresos en una charla".

Esta profesional, como todos sus compañeros, siente verdadera pasión por la tarea a la que ha consagrado su existencia y que consiste en volcarse con el porvenir de las personas solicitantes.

"Eso implica trabajar para que tengan una situación lo más amable posible en el momento en que llegan, que se sientan cómodos para luego iniciar el trabajo de integración social con ellos. Cuando hablamos de integración, hablamos de proceso. Cuando hablamos de proceso, no hablamos de algo terminado, pues es algo que continúa, que continúa siempre".

Esta observación la aborda de una manera más detenida: "La vida de cualquier persona migrante o refugiada es una lucha constante entre estar aquí en unas condiciones que no siempre son las más favorables y la otra pata, esa que siempre se mantiene en el país de origen, donde están tu familia, tus amigos, tus raíces. Es una tensión que siempre se mantiene".

Establecerse, acoplarse, conocer la cultura, expresarse, que a uno le guste la comida, contar con las habilidades apropiadas para trabajar... "Eso es pura supervivencia", razona Fernández.

"Pero está ese bagaje, el anterior, el previo, que sigue ahí. Hay que ser capaz de mantener esa doble vida. No se borra la mochila, lo que te ha formado, lo que te sigue conformando. Se trata, por tanto, de conjugar lo nuevo con lo que ya traes".

Susana no es miope ante un drama humano con más aristas que el Annapurna.

Ninguna de sus palabras queda sepultada por el olvido.

La prueba: "Adiós", se despide con gesto afable B. al iniciar el camino de vuelta a un hogar donde más pronto que tarde serán uno más.

Este padre ha recogido sin duda alguna el guante que Susana le ha lanzado y espera en noviembre, en un local hostelero por elegir para ese encuentro, desenvolverse mejor, tener mucha más soltura que ahora.

Merece la pena que ese escenario tome forma. 

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