Lo que la normalidad ya no va a cambiar

El fin de la emergencia sanitaria devuelve a tiempos precovid, pero algunas prácticas llegaron para quedarse, al menos por ahora
Clientes en la barra de un local de hostelería de Pontevedra, este fin de semana. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Clientes en la barra de un local de hostelería de Pontevedra, este fin de semana. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

1. Mascarillas perennes

Hasta que pase el invierno es improbable que nos las quitemos en sitios cerrados, y para entonces ya se verá. En la vía pública se permite ir sin mascarilla si hay distancia social, pero es habitual ver cómo la gente las lleva igual. Incluso hay personas que llegan a locales de hostelería con tapabocas, se lo quitan dentro, pasan varias horas bebiendo y hablando a todo pulmón, y luego al salir vuelven a colocárselos para volver a su casa. Otra paradoja es ver cómo los niños de menos de 12 años, por tanto sin vacunar, tienen que salir al patio con ella puesta, pese a estar en exteriores. La mascarilla es ya un complemento de uso cotidiano y eso no va a cambiar con la nueva normalidad.


2. Espectáculos 

La imagen de cientos de personas apretujadas en un concierto es del pasado. Los aforos volverán, pero se hace difícil verse de nuevo rodeado de gente, casi sin poder moverse, como ocurría prepandemia en este tipo de espectáculos. Otra cita cultural que no logra recuperar la normalidad es el cine, víctima de una crisis que ya se había iniciado con la generalización de las plataformas de visionado online. Ahora se puede ir al cine, pero las taquillas siguen bajo mínimos. En recuperación están otros eventos, como el teatro, o las conferencias y charlas, que ya son con público, debidamente sentado, enmascarillado y distante entre sí.


3. Besos y abrazos

Ya se estrechan manos. El choque de codos o la mano al pecho pasarán poco a poco a ser gestos del pasado, sobre todo desde que está comprobado que la principal (y casi única) vía de transmisión son los aerosoles y no el contacto físico. Otra cosa son los besos y abrazos. Es difícil ver ya el gesto convencional de darse dos besos para saludarse. Se hacía entre amigos y también incluso en el momento de conocerse, sobre todo si una de las partes, o las dos, eran mujeres (norma social que a priori tampoco tenía mucha lógica). Vuelve a ser más habitual darse abrazos de nuevo, entre conocidos, eso sí con las caras bien separadas por si acaso.


4. Atención al público

Otro de esos lastres pandémicos que siguen vigentes, sin saberse muy bien porqué, es el aislamiento de los funcionarios de las diversas administraciones en sus mostradores y despachos. Al empezar la pandemia se instauraron los trámites online de forma preferente, también la atención con cita previa y muy escalonada para evitar aglomeraciones, una práctica que sigue en la actualidad. Las administraciones están vacías de ciudadanos, pese a que en estos momentos ya se podría retomar la actividad normal. Por ejemplo, es evidente en lugares como el Concello de Lugo: una cita para el registro de documentación se demora tres semanas, mientras que el trámite online es inmediato, lo que puede crear cierto agravio al no tener las mismas habilidades tecnológicas todos los ciudadanos.


5. Sanidad de vuelta

Poco a poco vuelve la atención presencial, tras meses donde el teléfono era lo único que nos unía con el médico de familia. El Hula ya funciona con relativa normalidad y el covidauto del exterior sigue activo, pero apenas recibe visitas. No obstante, la pandemia dejó cambios que no se irán. Incluso cuando se deje de llevar mascarilla en interiores, seguramente se mantenga su uso en centros sanitarios, en los que se regirá de forma más coherente el acceso, seguramente limitando el número de visitantes a los ingresados de manera más estricta. Sin embargo, las agendas de citas, tanto de Primaria como de Hospitalaria, se llenan casi con el mismo número de huecos que antes. La telemedicina seguirá ampliándose y utilizándose cada vez más.


6. Los inútiles geles

También parece que vinieron para quedarse, pese a su más que probada inutilidad para prevenir el contagio. El contacto físico es una posibilidad remota de transmisión, y mucho menos si este se produce con objetos como pomos o barandillas de por medio. Esta era una creencia de los primeros meses de la pandemia, que llevó a desinfecciones generalizadas y al uso indiscriminado de geles hidroalcohólicos, que en muchos lugares se mantienen hoy. Sigue habiendo comercios donde el guardia de la puerta obliga a echarse el líquido, muchas veces pegajoso e incómodo. Es suficiente con una higiene habitual de manos. 


7. Terrazas por doquier

Invadieron plazas enteras, calles peatonales e incluso plazas de aparcamiento. La explosión de las terrazas motivada por la imposibilidad de consumir en el interior de los bares (prohibición que se prolongó durante meses), hizo que estas estructuras tomasen las calles de las ciudades, algunas veces con no demasiada fortuna. Instalaciones de madera con pales, plásticos de poca calidad para guarecerse de la lluvia y hasta algunas con aspecto de haimas. Por momentos pareció que todo valía, pero en la actualidad las autoridades deberían obligar a dar una paso atrás.


8. Deporte base y aficionado

En las competiciones profesionales el protocolo es claro. También en las semiprofesionales. Pero en otros ámbitos, como las categorías de base o el deporte aficionado, se producen situaciones difíciles de entender. Mientras se llenan los pabellones de los pros, el público de estas otras categorías (muchas veces solo una decena de personas) tienen que ver los partidos de fútbol desde una loma cercana al campo o los de baloncesto subidos a un montículo a través de las ventanas, y todo porque el funcionario de turno no actualizó el protocolo. La retirada de la obligación de llevar mascarillas para estos jóvenes deportistas parece un primer paso para normalizar también la asistencia a los campos y pabellones, pero en este aspecto todo sigue yendo más despacio que en otros.


9. Lo online se queda

¿Quién usaba una webcam a diario antes de esta pesadilla? ¿Cuántas personas estaban familiarizadas con programas como Zoom, Skype o Google Hangouts? Casi dos años después, son de uso habitual porque, bien sea por motivos profesionales o familiares, el que más y el que menos utilizó todas estas herramientas durante el confinamiento. Estos equipamientos siguen ahí y seguirán usándose, posiblemente en menor medida porque prima lo presencial, pero su utilidad seguirá siendo importante para conectar a personas muy separadas en la distancia. Incluso en las televisiones, donde antes casi nunca se usaban esos métodos porque no daban calidad al ser poco usados, y ahora son habituales.


10. Nunca como antes

La gran mayoría de la población regresará paulatinamente a la normalidad, sin embargo no toda tendrá esa suerte. La vida para algunos nunca volverá a ser la misma. Pacientes inmunocomprometidos o con enfermedades que los hacen susceptibles de estarlo, desde oncológicas hasta renales, seguirán manteniendo hábitos de distanciamiento social, reduciendo sus contactos al mínimo y con la prevención de usar mascarilla con independencia de cuál sea la norma. Ya toman medidas preventivas contra enfermedades que llevan mucho tiempo entre nosotros, como la gripe, y ahora lo harán también con la nueva del covid-19.

Comentarios