El silencio que despidió a Diana Quer

Los escenarios en los que la joven dio sus últimos pasos conservan su calma habitual, aunque los vecinos de A pobra admiten que respiran más tranquilos desde que El Chicle está entre rejas. No creen que la desaparición afectase al turismo, pero lamentan algunas informaciones que dañaron la imagen del pueblo
 

Paseo de O Areal, en A Pobra. PEPE FERRÍN
photo_camera Paseo de O Areal, en A Pobra. PEPE FERRÍN

Fueron 15 minutos en los que Diana caminó desde los animados jardines de O Castelo, en el corazón de A Pobra, hasta el final del paseo marítimo de O Areal. Allí, en una zona solitaria situada a tan solo un kilómetro del centro neurálgico de la fiesta de O Carme dos Pincheiros, que se celebraba ese 22 de agosto de 2016, la joven tuvo la mala suerte de cruzarse con José Enrique Abuín Gey, El Chicle, y jamás pudo completar los otros 15 minutos que le restaban hasta llegar a su casa de veraneo, cercana a la playa de Cabío.

Parece que el hombre que acabó con su vida lo tenía todo planeado. Eligió un lugar oscuro y poco concurrido para actuar y se agazapó en su coche a esperar a su víctima. Fue Diana pero seguramente pudo ser cualquier otra. La abordó con un particular ritual que, según trascendió, ya empleó con otras jóvenes. Le dijo: "Morena, ven aquí", palabras plasmadas en el último whatsapp que envió la joven madrileña de 18 años.

A partir de ahí, por el momento, pocas cosas se saben con certeza. Aunque cada vez se descartan más argumentos de un individuo cuya credibilidad ha quedado reducida a cero. El Chicle no atropelló a Diana accidentalmente, según viene de confirmar la autopsia, y está por ver si abusó de ella sexualmente o no.

Lo que está patente es que se interpuso en su trayecto para llevarla hacia un sendero de muerte. La joven debía llegar sobre las tres de la madrugada al chalé de su familia en Cabío, la misma hora a la que se cree que El Chicle estaba introduciéndola en el almacén abandonado —una vez más, no se sabe si con vida o ya no—.

Manuel, vecino de Asados: "O Chicle tiña cariña de santo pero todos sabiamos que andaba con droga. E a nave onde tiña o cadáver deberían tirala"

Por el camino quedan tantas dudas sin resolver como escenarios convertidos en testigos mudos de la tragedia. El tramo final del paseo de O Areal, la autovía de O Barbanza, las pistas de Asados y la tristemente conocida nave... Son enclaves por los que transitó la joven, primero sola y después en compañía forzosa de El Chicle, la fatídica noche de autos. Lugares, todos ellos, especialmente poco concurridos esa madrugada, cuando jóvenes y mayores disfrutaban de las fiestas patronales de A Pobra en sus calles más céntricas. 

Discote Bumerang, en A Pobra. PEPE FERRÍN


A POBRA RECOBRA LA CALMA. El telón ha caído sobre estos escenarios 507 días después de que Diana los pisase por última vez y mantienen el silencio de aquella noche. Es mediodía de un día entre semana pero la gente de A Pobra no está en el parque ni en el paseo. Ni siquiera hay apenas tráfico en la AG-11 a la altura del viaducto de Taragoña donde Abuín arrojó el iPhone 6 de Diana. La vida parece concentrarse a esa hora en tiendas, oficinas y en los numerosos bares que pueblan el casco urbano del municipio barbanzano.

La calma, eso sí, ya no arrastra ese componente tenso que flotaba en la atmósfera hasta finales de año, cuando fue detenido El Chicle. "Ahora estamos más tranquilas", afirma una madre que espera a su hijo en una parada de autobús mientras otras cuatro asienten al unísono con la cabeza. «No es que antes viviésemos con temor, pero lo de Diana Quer nos afectó en algunas cosas. Quieras o no nos daba cosa que nuestros hijos e hijas fuesen solos o incluso nosotras», comenta la primera progenitora, que prefirió no dar su nombre y que espera que el arresto de Abuín acabe con la "incertidumbre, aunque no miedo" que se respiraba en A Pobra.

Otro vecino anónimo, en cambio, opina que en la localidad no se deja notar repercusión alguna de la detención de El Chicle. "Esos son chorradas, anda que no habrá delincuentes en este país", observa mientras ríe. Pero su expresión muda seria cuando se refiere a la cobertura mediática que recibió el municipio en los medios nacionales. "Lo que es verdad es que nos han hecho daño algunas informaciones, como las de aquel programa en el que pintaban A Pobra casi como la capital del narcotráfico y de los asesinatos", lamenta. 

María, camarera en A Pobra: "No creo que el caso de Diana se notase en el turismo: en fiestas estaba a tope y los que vienen saben que es un sitio tranquilo"
 

¿SE VIO AFECTADO EL TURISMO? El  tratamiento informativo al que se refiere el anterior vecino hace inevitable la cuestión: ¿Afectó la desaparición de Diana al turismo en A Pobra? Preguntada al respecto, María —nombre ficticio de una vecina de Ribeira que tampoco quiere facilitar su identidad—, que trabaja como camarera en un céntrico bar, manifiesta que no notó "ningún bajón" de visitantes el pasado verano. De hecho, dice que en las últimas fiestas de O Carme dos Pincheiros —a las que asistió El Chicle con su familia— A Pobra "estaba hasta arriba de gente".

Eso sí, aunque cree que los turistas habituales "siguen y seguirán viniendo, porque ven que esto es tranquilo", reconoce que la imagen de la localidad que se vertió en ciertos medios pudo "espantar a otros [visitantes] que estuvieran mirando de venir". Y en este sentido se antoja inevitable otra pregunta, la de si el encarcelamiento de El Chicle posicionará de nuevo A Pobra como un destino vacacional tranquilo ante un sector de la opinión pública. "Nunca dejó de serlo, pero si hay gente que se cree todo lo que ve o escucha, ahí no podemos hacer nada", contesta resolutiva esta mujer. 

Parque de Castelo, en A Pobra. Pepe Ferrín


ÚLTIMOS PASOS DE DIANA. Ella es la única viandante que atraviesa a la una de la tarde el parque de O Castelo, el pulmón verde de la localidad barbanzana, que a media tarde se llena de vecinos paseando a sus perros, runners y las noches de fin de semana o de fechas señaladas acoge, entre sus bancos, a jóvenes que hacen botellón o que simplemente acuden allí a relacionarse socialmente. Entre ellos estaba Diana la madrugada del 22 de agosto de 2016, hasta que en torno a las 2.30 comunicó a sus amigos que se marchaba a casa. Esa fue la última vez que la vieron.

En el camino de vuelta transitó por el paseo de O Areal, pasando por delante de las atracciones de feria y de una pizzería donde dicen haberla visto. La pasarela está transitada y bien iluminada en una primera parte, la más próxima al parque, que discurre entre la playa y una fila de edificios de nueva construcción. Pero una curva deja atrás este paisaje para dar paso a un escenario con un toque tétrico: a un lado está el arenal en su franja más estrecha, y al otro, una sucesión de naves abandonadas —entre ellas las ruínas de la discoteca Bumerang, un emblema de la movida pobrense hace un par de décadas—.

En algún punto de este segundo tramo del paseo acecha El Chicle. Se desconoce si Diana tuvo tiempo de enfilar la subida a casa de sus padres o si fue secuestrada ya en O Areal. Eran en torno a las 2.45 y todo indica que trascurrieron al menos veinte o treinta segundos desde que Abuín comenzó a incomodarla hasta que se abalanzó a por ella, como demuestra el whatsapp en el que la joven madrileña advierte a un amigo de que "un gitano" la está "acojonando" —texto que llevó a los investigadores a centrarse en un inicio en el entorno de los feriantes—. 

TRAYECTO EN COCHE. El Chicle condujo con Diana en su Alfa Romeo 166 gris hasta la nave de Asados. El viaje, de unos 15 minutos, se realiza en su mayor parte por la autovía de O Barbanza, donde Abuín respetó los límites de velocidad pese a su conocida afición por conducir deprisa y de forma temeraria. Esa noche pasó por dos radares y, quizás a propósito, no lo hizo tan rápido como para que los cinemómetros registrasen sus placas de matrícula.

Después pasó por el viaducto de Taragoña, donde arrojó el móvil de Diana al mar. Es probable que lo hiciese a una velocidad reducida, pues este movimiento requiere aproximarse a la ventanilla del copiloto y arrojar el dispositivo con gran fuerza para que sobrepase la valla de la autovía. 

LA NAVE DE LOS HORRORES. Cinco minutos más tarde, tras salir de la AG-11 y pasar por una serie de angostas y serpenteadas pistas, llegaron a la nave abandonada. Lo que pasó allí, de momento, solo lo sabe El Chicle. En Asados nadie vio ni oyó nada esa noche. Es entendible: si al mediodía no hay ni un alma en sus calles nada hace pensar que esto tendría que ser distinto a las tres de la mañana.

Un vecino, Manuel, describe elocuentemente a El Chicle: "Tiña cariña de santo pero todos sabiamos que andaba con droga". Y dice que nunca vio nada extraño en el viejo almacén, hacia el que mira fugazmente y, con un gesto de negación, pronuncia: "Tiñan que tiralo, co que pasou dentro...".  

Una vuelta a casa que El Chicle viró hacia la muerte
1. Parque de O Castelo Allí estaba Diana con los últimos amigos que la vieron con vida. Se despidió de ellos algo después de las 2.30 horas.

2. Paseo de O Areal La joven se dirigió a su casa bordeando la playa, pasó por delante de la feria y una pizzería donde dijeron haberla visto.

3. Final de la pasarela La recta final del paseo, menos iluminada, discurre por una zona solitaria paralela a varias naves abandonadas. Allí aguardaba El Chicle.

4. Casa de los Quer Se desconoce el punto exacto del asalto, aunque todo indica que fue al final del paseo o poco después. Diana nunca pudo llegar a su casa en Cabío.

5. Puente de Taragoña El Chicle la metió en su coche, aunque no se sabe si viva o muerta. Condujo por la AG-11 hasta Asados y tiró su móvil al mar en el puente de Taragoña.

6. Almacén de Asados A la antigua nave se accede por unas pistas que Abuín conocía a la perfección. El cuerpo de Diana acabó en el pozo en el sótano, pero lo que ocurrió allí dentro solo lo sabe él.