Setas, bayas, plantas aromáticas y medicinales... La naturaleza de Galicia ofrece una ubérrima despensa que, no obstante, exige rigurosos conocimientos para evitar intoxicaciones que, en el peor de los casos, pueden ser fatales. Después del fallecimiento de un hombre en Bergondo al ingerir nabo del diablo, los expertos vuelven a poner sobre la mesa este aviso que, en realidad, es una llamada al sentido común.
La muerte de este vecino apunta a que confundió los tubérculos de oenanthe crocata con otra raíz comestible. Es lo mismo que le ocurrió a nueve ciudadanos chinos en Vigo en julio de 2018, que acabaron en el hospital tras coger estramonio —conocido por sus efectos alucinógenos y por producir escopolamina, es decir, burundanga— para prepararse una ensalada al creer que era otra planta sí utilizada en su gastronomía.
Pocos días antes, una chica letona de 20 años había perdido la vida en Asturias tras comer hojas de tejo, un árbol que todo él es tóxico a excepción de la parte carnosa que recubre sus semillas. A estas últimas recurrían los celtas para suicidarse y evitar el cautivero.
Y, en mayo del año pasado, a otro joven de la misma edad tuvo que recogerlo un helicóptero medicalizado en el Camiño dos Faros tras comerse una baya en plena ruta.
Paracelso explicaba que la diferencia entre medicina y veneno está en la dosis. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el estalote. Sus llamativas campanillas lo hacen reconocible. E igual ocurre con la ruda, que incluso se usa como condimento y para elaborar licor. También se ve en Galicia la cicuta, parecida a la oenanthe crocata entre otras cosas porque son de la misma familia, si bien su escaso uso y su popularidad no la llevan a protagonizar demasiadas intoxicaciones. Comparte descampados con el alucinógeno ricino.