Un año sin urnas para intentar reconstruir el tablero político

El PPdeG tomó las uvas con los deberes hechos y la oposición afrontará citas clave para redefinir sus proyectos después de dos años de atracón electoral; eso sí, todos pendientes de Madrid
Feijóo y Rajoy, en la apertura de curso político, en Cotobade
photo_camera Feijóo y Rajoy, en la apertura de curso político, en Cotobade

EL AÑO 2017 será, de entrada, el primero desde 2013 sin convocatorias electorales a la vista, una cuestión que cobra especial relevancia teniendo en cuenta que tanto organizaciones políticas como ciudadanos llegan a él después de un auténtico atracón en las urnas que empezó con las europeas de 2014 y terminó con las autonómicas del pasado 25 de septiembre. En medio quedaron las municipales de mayo de 2015 y la doble sesión de las generales, en diciembre de ese mismo año y en junio de este, un escenario inédito que no permitió a los partidos centrarse en nada más que las campañas. 

Quizás por eso todos, aunque de forma especial las fuerzas de la oposición, ven el año que se avecina como una válvula de escape para oxigenarse, reestructurarse y recomponer unos proyectos que quedaron en muchos casos seriamente dañados en las distintas batallas electorales libradas contra un Partido Popular intratable en las urnas y que comerá las uvas con sus deberes hechos. 

Así, salvo que la debilidad del Ejecutivo de Mariano Rajoy —en minoría— desemboque en una situación de ingobernabilidad del país que obligue a los españoles a acudir de nuevo a votar, 2017 dará a PSdeG, En Marea y BNG el tiempo necesario para construir unos proyectos con los que poder plantar cara a la maquinaria electoral de Alberto Núñez Feijóo. 

Sin elecciones, la tensión entre partidos se rebaja y es más fácil llegar a grandes acuerdos

De hecho, todos ellos tienen citas que se podrían considerar claves en el horizonte: la asamblea de En Marea el 21 y 22 de enero, la del Bloque el 25 y 26 de marzo y el congreso socialista de cara a finales del verano o ya entrado el otoño. Incluso el PPdeG, instalado en una balsa de aceite desde el 25- S, está expuesto a posibles daños colaterales de su congreso nacional, los días 10, 11 y 12 de febrero. Y sin olvidar que 2017 también será el año en el que se despejará el futuro incierto de partidos "menores" como Anova, Compromiso por Galicia o Ciudadanos. 

Partido Popular de Galicia

Un ojo aquí y el otro en Madrid 

El PPdeG entra en 2017 con los deberes hechos: una mayoría absoluta reforzada, un Gobierno autonómico en marcha y las renovaciones del partido a nivel autonómico y provincial completadas. Falta el escalón municipal y Feijóo ya pidió a los suyos que vayan trabajando en ello, si bien con el horizonte electoral en 2019 parece lógico pensar que no habrá grandes revoluciones este año.

Ocurre lo mismo con otro de los frentes abiertos que tiene el PPdeG: la sucesión de Feijóo. Fiel a su hermetismo, no quiso dar pistas sobre posibles candidatos a la hora de diseñar la nueva Xunta y parece que en esa actitud se mantendrá hasta 2018, cuando ya se podrían a empezar a visualizar los primeros movimientos internos de la carrera sucesoria.

"Galicia no pedirá más que nadie, pero tampoco aceptará menos", dijo ante Rajoy en su toma de posesión el presidente gallego

Pero eso no significa que el PPdeG vaya a transitar de rositas por 2017. Visto como acaba este año, los populares gallegos tienen un ojo aquí y otro en Madrid, tanto en el plano político como en el orgánico. En el primero, porque los tres asuntos que están marcando la agenda desde que comenzó la legislatura se cocinan en la capital de España: obras del Ave, transferencia de la AP-9 y financiación autonómica. Son además cuestiones peliagudas, incómodas para un Alberto Núñez Feijóo que ya se vio obligado a renunciar de arranque al traspaso de la autopista, a la finalización de toda la alta velocidad en 2018 y que tendrá quesudar si quiere meter a Galicia en el grupo de comunidades de la llamada "primera división" de la financiación. "Galicia no pedirá más que nadie, pero tampoco aceptará menos", dijo ante Rajoy en su toma de posesión el presidente gallego, consciente de que en más de una ocasión a la Xunta le tocará ser beligerante con el Gobierno amigo de Madrid.

La Xunta afrontará sin duda otros muchos retos en 2017, pero a diferencia de los anteriores, su recorrido no terminará el 31 de diciembre sino que son abordables a medio y largo plazo, como la demografía, la resurección del rural, la lucha contra el paro o la ordenación del territorio.

Cosa bien diferente para Feijóo será el plano orgánico. Al político de Os Peares, que por cierto será padre en febrero, le tocará compaginar su papel de presidente de la Xunta con el de sucesor natural del presidente del Gobierno al frente del Partido Popular, un rumor reforzado tras su tercera mayoría absoluta, la única de España. Sin embargo, la tensión que se aventuraba en el congreso nacional que celebrará el partido en febrero parece difuminarse con el paso de las semanas, a medida que Rajoy se consolida en Moncloa, hasta el punto de que ya casi nadie —salvo Aznar— cuestiona que el pontevedrés seguirá al frente de Génova y Núñez Feijóo, en Monte Pío.

Financiación, Ave y ap-9 van a marcar la agenda política gallega en el inicio del nuevo año

En Marea

La fase final del experimento 

Para pocos partidos el año que viene se antoja tan relevante como para En Marea. Construido contrarreloj por Podemos, Anova, EU y las mareas municipales y convertido de la noche a la mañana en segunda fuerza política de Galicia, el experimento sale del laboratorio para demostrar su eficacia en la vida real. Toca gestionar el éxito, pero también la convivencia de una familia de partidos que en muchos aspectos poco o nada tienen que ver entre sí, con dos dificultades añadidas: una es la de compartir siglas con una coalición que solo opera a nivel estatal y con la que más de una vez tendrá que entrar en conflicto; y la otra es que ya no habrá un Xosé Manuel Beiras que ejerza como pegamento de todo el espacio rupturista de la izquierda, como hizo en Age. La incógnita es si Luís Villares será capaz o no de asumir ese papel, después de evidenciar algunas debilidades, atribuibles sobre todo a su reciente aterrizaje en la política desde la magistratura.

En ese contexto incierto, la primera fecha marcada en el calendario es la del 21 y 22 de enero. De la asamblea saldrá un líder, una dirección y una hoja de ruta política. Se espera un pulso entre la línea más federalista que marcan Podemos y EU —junto a alcaldes con peso como los de A Coruña y Ferrol— y la más nacionalista de Anova y Cerna —respaldada por el regidor de Compostela y en la que encajaría el propio Villares—. Unidos han demostrado que son capaces de pescar votos en los graneros de PSdeG y BNG, respectivamente; pero si en la asamblea se rompe ese equilibrio, se confirmará que el experimento político era demasiado volátil y acabará saltando por los aires.

En Marea va a transitar por el alambre en 2017: si  pierde un escaño no liderará la oposición

Filtraciones malintencionadas, batallas salariales y hasta luchas de egos ya empañaron la puesta en marcha de la maquinaria de En Marea en el inicio de la legislatura, aunque la sensación es que a lo largo de 2017 el proyecto de acumulación de fuerzas se vaya rodando, ganando experiencia y puliendo sus defectos.

Si el partido instrumental sale reforzado de su asamblea, la siguiente fecha a tener en cuenta será febrero, cuando la dirección estatal de Podemos elija si prefiere el modelo de Pablo Iglesias o el de Íñigo Errejón. Como ocurre en el caso del PP y del PSOE, la batalla estatal siempre deja daños colaterales en las sucursales autonómicas, y en el caso de Galicia, la del partido morado ya es especialmente conflictiva. La sensación es que buena parte del devenir de En Marea en este 2017 está inevitablemente ligado al de Podemos, que muchas veces parece ser quien marca el ritmo.

También a principios de 2017, aunque todavía sin fecha, está prevista la asamblea de Anova, en la que se debatirá si la formación nacionalista escindida del BNG en Amio en 2012 y comandada por Beiras, Noriega y Sánchez renuncia definitivamente a sus siglas para integrarse dentro de la marea o si, como defienden algunos, sigue conservando su esencia hasta que el partido instrumental esté "un pouco máis maduro".

La realidad es que, sea con Luís Villares al frente o con cualquier otro líder, En Marea tiene por delante en 2017 el complejo reto de apagar todos los incendios internos —propios o bien de los partidos que sostienen el proyecto—, dotarse de la estabilidad necesaria para trabajar y buscar una cabeza visible que el votante sea capaz de identificar con el proyecto en medio de la auténtica sopa de letras de siglas en que se ha convertido hoy la izquierda rupturista.  

Todo ello con el fin último de consolidar así su papel de segunda fueza política en Galicia, consciente de que cualquier traspié puede ser letal, ya que el empate a 14 escaños con el PSdeG en el Parlamento provoca que una simple escisión de un diputado cabreado invertiría los papeles y situaría a los socialistas como líderes de la oposición. Un mal síntoma para En Marea teniendo en cuenta que la X Legislatura en el Parlamento no hizo más que empezar.

Partido Socialista de Galicia

En busca de un nuevo mesías

El año 2017 está anunciado en la biblia del PSdeG como el de la llegada del nuevo mesías. Huérfano de líder desde que la Justicia noqueó a José Ramón Gómez Besteiro en marzo, el socialismo gallego no paró de dar tumbos en la espiral autodestructiva en la que lleva instalado meses para muchos años, desde que en  Emilio Pérez Touriño perdió la Xunta. El nuevo portavoz par lamentario, Xoaquín Fernández Leiceaga, lo definió a la perfección días atrás: "Sería desexable que en 2017 o partido, a nivel nacional e autonómico, recuperase a normalidade", ya que el conflicto interno "dificulta" el trabajo diario. 

El PSOE estatal y gallego eligirán entre el bipartidismo clásico con el PP o aliarse al populismo

Del mismo modo que en la marea el debate de fondo es un modelo más federalista o más nacionalista, también en el seno del PSOE, a nivel nacional y autonómico, existe una dicotomía similar: está en juego caminar hacia un modelo que se acerque al rupturismo y a Podemos, como deseaba Pedro Sánchez, o bien otro que mire al centro y refuerce el bipartidismo clásico (PP-PSOE) con el objetivo de cerrar las puertas al populismo, como el que parece representar ahora la gestora dirigida por Javier Fernández y que tendría en la andaluza Susana Díaz su principal aval. 

Un debate que se reproduce prácticamente a escala en Galicia con el bando besteirista y los llamados críticos. Al primero, con más apoyos en A Coruña y Lugo, lo representa la presidenta de la gestora, Pilar Cancela, de la que todos dan por hecho que dará un paso atrás en cuanto pueda; y al segundo, más asentado en Pontevedra y Ourense, Abel Caballero, que ya postuló a Carmela Silva para sustituir a la compostelana. De todas formas, parece que Ferraz optará a lo largo de 2017 por una decisión salomónica que minimice el conflicto: ampliar la actual gestora de Cancela con algunos pesos pesados del sector crítico. 

En medio de esta disputa política resulta inevitable hablar de la figura del presidente de la Diputación de A Coruña y alcalde de As Pontes, Valentín González Formoso, al que muchas voces ven como la figura de consenso que necesita el PSOE gallego. Próximo a Besteiro, pero con mano derecha con los críticos, él no quiere oír ni hablar por el momento de un salto desde su zona de confort en la administración municipal a la vida orgánica de un partido que viene de cosechar algunos de los peores resultados electorales de su historia. Pese a los cuales, dicho sea de paso, todavía conserva un enorme poder institucional con tres diputaciones provinciales, alcaldías de ciudades y la Fegamp. 

Todo parece indicar que al PSdeG le queda todavía en 2017 una larga travesía hacia la estabilidad, en parte porque los tiempos los marca su propia mecánica interna, que impide solucionar la crisis gallega antes de la estatal. Del congreso federal solo se sabe por ahora que será antes del ve rano, pero ni siquiera está confirmado que vayan a ser Sánchez y Díaz los que vayan a disputarse en primarias el liderazgo del partido. Solo después vendrá el gallego, en pleno verano o ya en otoño. Hasta entonces, parece que Leiceaga no tendrá la paz interna que tanto anhela para trabajar a gusto.

Bloque Nacionalista Galego

Nueva ilusión con viejos vicios

Ana Pontón, portavoz nacional del BNG, reconoce que un 2017 sin elecciones permitirá a su formación sacudirse de la presión a la que la sometieron las urnas en los últimos dos años y dedicarle el tiempo necesario a completar lo que ella misma bautizó como proceso Adiante, que no es otra cosa que reoganizar y redefinir el proyecto nacionalista con el fin de recuperar las cuotas de relevancia política y social de antaño. El nuevo Bloque, del que ya se vio un esbozo en las elecciones autonómicas, tendrá su puesta de largo los días 25 y 26 de marzo en la que posiblemente será su asamblea más tranquila en años. En el partido que lidera Ana Pontón crecen las afiliaciones y existe la sensación generalizada de que ya se tocó fondo. Por ello, afrontan el año con la ilusión renovada y el objetivo principal de ensanchar la base social y electoral del BNG.  

Podrían acabar por arrojar la toalla y seguir el camino de otros compañeros: la salida

En ese objetivo la propia Pontón tendrá un papel fundamental, ya que quiere aprovechar al máximo la visibilidad que da una plataforma como el Parlamento para colocar el mensaje del Bloque, consciente de que puede eclipsar a rivales como Leiceaga y Villares. 

Eso sí, a la formación frentista tampoco le faltarán los dolores de cabeza ligados a sus vicios de siempre: la supremacía de la UPG. El llamado sector crítico con la corriente mayoritaria, con nombres como Vence, Adán o Paz, quiere aprovechar la asamblea para tratar de cambiar algunas cosas en la casa nacionalista. En el pasado no lo consiguieron y, de fracasar nuevamente, podrían acabar por arrojar la toalla y seguir el camino de otros compañeros: la salida.

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