Un tercio de los cuidadores de personas dependientes sufre de ''sobrecarga''

Un tercio de las personas que tienen a su cargo a enfermos o dependientes presentan síntomas del denominado síndrome de sobrecarga del cuidador, según revela un estudio hospitalario realizado el pasado año, que utilizó como muestra a los asistentes a consultas externas de geriatría del complejo sanitario ourensano. Así las cosas, en el trabajo se propone activar medidas preventivas para intentar evitar esta situación, causada por factores que en muchos casos no son "propios do paciente", sino externos.

El problema cobra especial importancia por el creciente número de cuidadores existentes en una población tan envejecida como la gallega. Así, más del 80% de las personas dependientes conviven con un familiar que se ocupa de la atención de sus necesidades. Además, hay que tener en cuenta que, en la aplicación de la ley de dependencia, se constata que todavía son muy numerosas las solicitudes de ayudas económicas para el cuidado en el entorno familiar, por encima de la petición de recursos (ingresos en residencias, centros de día, etc.) que la propia norma define como prioritaria.

Según los últimos datos del Sistema de Atención a la Dependencia, adscrito al Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, de los 32.116 gallegos beneficiarios de la ley que reciben prestaciones un 45,8% (cerca de 15.900 personas) cobran una ayuda económica por cuidados familiares, en el que constituye el porcentaje más elevado del conjunto general. Le siguen, aunque a distancia, las ayudas a domicilio (un 17,3% del total, con 5.994 beneficiarios), las de atención residencial (un 15,5%, con 5.394 personas favorecidas) y las prestaciones vinculadas al servicio. Estas últimas, pese a ser las consideradas más positivas por el espíritu de la ley, apenas constituyen un 12% del total de ayudas, y las reciben 3.867 personas en la comunidad gallega.

Estos porcentajes, además, se repiten con pocas diferencias en todas las comunidades españolas. Así, sólo Madrid (con un 19,4% del total) y Castilla y León (con un 34,6%) se escapan de este esquema. En el caso madrileño, la atención residencial es mayoritaria, con casi un 22% del total de ayudas distribuidas.

Entre los síntomas de la sobrecarga figuran el nerviosismo o la angustia de los cuidadores, así como trastornos del sueño, fatiga crónica, apatía, falta de concentración, dolores, disminución del apetito, alteraciones en la piel, taquicardias, sudoración, vértigo, reducción del tiempo que se dedica al cuidado personal propio y recurso a la automedicación.

Atendiendo a este panorama, la Consellería de Traballo e Benestar tiene en marcha acciones formativas para cuidadores no profesionales y ha editado un manual para la atención en el entorno familiar. La iniciativa, además de su carácter de ayuda social, pretende posibilitar que "as persoas coidadoras coa experiencia acumulada e esta formación adicional poidan obter o seu recoñecemento e unha acreditación da súa cualificación profesional na atención sociosanitaria a persoas en situación de dependencia no domicilio".

Por lo que respecta al perfil de los cuidadores, según recoge la investigación hospitalaria, la mayor parte son mujeres, con una edad media de 57 años, casados en el 72% de los casos, con unos ingresos mensuales situados entre los 600 y 1.200 euros, residentes en el medio rural en un 61% y sin enfermedades que dificulten el cuidado familiar (en el 76% del total). La sobrecarga detectada --tras tener en cuenta estudios de deterioro cognitivo, alteración del equilibrio y la marcha y trastornos afectivos-- es leve en la mayor parte de los casos. En sólo un 3% del total de personas encuestadas se catalogó como de nivel intenso.

CUIDADO PSICOLÓGICO
No sólo se resienten los cuidadores no profesionales. Un estudio desarrollado por investigadores de la Universidade de Vigo reveló que más de un tercio de los 80 profesionales sociosanitarios de centros de atención gerontológica de Galicia evaluados presentaba puntuaciones elevadas de riesgo de 'burn out' (síndrome del quemado), sobre todo por el agotamiento emocional y la baja realización personal.

En este contexto, los datos obtenidos con el estudio recomendaban "la necesidad de implementar y/o reforzar acciones y programas destinados al cuidado psicológico de los equipos profesionales que trabajan en los centros de orientación gerontológica".

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