'Rocío, contar la verdad para seguir viva': los Mohedano, cómplices

"La menor utiliza la mentira sobre su madre para conseguir unas ganancias, como puede ser la aprobación del núcleo paterno”
Rocío Carrasco. EFE
photo_camera Rocío Carrasco. EFE

El capítulo 9 de la docuserie Rocío, contar la verdad para seguir viva ha venido cargado de polémica. Así, ha desvelado nuevos datos hasta ahora inéditos que no han dejado indiferente a nadie. 

Rocío Carrasco ahonda en el calvario sufrido, tras la paliza sufrida a manos de su hija en julio de 2012 y la posterior denuncia de esta, acusando a su propia madre de maltrato. “No me duele tanto la paliza como el hecho de que Rocío Flores me quisiera meter en la cárcel. Me duele saber que una hija mía sea capaz de querer ver a su madre en la cárcel por algo que no he hecho. La había parido yo, pero no tenía nada mío. No es que tu hija te dé una paliza que ya es antinatural. Es que ha tenido la capacidad suficiente para trazar con su padre una línea a seguir”, sentenció.

La agresión había sido tal que la madre sufrió un traumatismo craneoencefálico, motivo por el cual los médicos la obligaron a quedarse en observación durante unas horas y dieron parte de lo sucedido, pese a que Rocío les pedía que eso no sucediese para que que el hecho no trascendiese y proteger, así, a su hija, ahondando siempre en la manipulación de Antonio David. "Antes de verdugo ha sido víctima", afirma. Igualmente, revela un dato devastador: “Mientras me pegaba tenía el teléfono abierto", el mismo que su padre le había proporcionado en una vista. "¿Quién estaba al otro lado? No lo sé”, aclara. 

En el capítulo, el propio Paco, chófer de la familia, corrobora su versión. De este modo, cuenta como Rocío Flores se subió al coche "nerviosa". "Rocío Flores quería que la llevase a la comisaría, pero yo la llevé al colegio que para eso estaba contratado". Para que se tranquilizase, cuenta que paró en una gasolinera para comprarle un Aquarius. En ese momento, acaba siendo testigo de uno de los momentos clave: "Sacó el móvil y le dijo a su padre que esto ya estaba hecho".

Sin embargo, es después cuando Antonio David acude con su hija al cuartel e interponen una denuncia contra Rocío Carrasco, lo que motiva que la policía requiera la presencia de la madre en el cuartel. Tras las declaraciones, se inicia una investigación sobre la pequeña a cargo del juzgado de menores, que culmina en una condena de seis meses de libertad vigilada hacia ella por "un delito de maltrato habitual, un delito de maltrato, una falta continuada de amenazas y una falta continuada de injurias". En este sentido, el informe señala que "no se evidencian signos de sentimiento abandono, culpabilidad, ansiedad… O aspectos que se verían en menores que llevara años viviendo con la indiferencia materna. Se observan aspectos en los que la menor utiliza la mentira sobre su madre para conseguir unas ganancias, como puede ser la aprobación del núcleo paterno”.

A este respecto, Rocío Carrasco se preocupa continuamente por la situación de su hija. "Pedí a los psicólogos que hablaban con Rocío durante su condena que me informaran de cómo estaba, pero que no se lo dijeran a ella. También pedía a los profesores del colegio que me contasen cómo le iba, pero no quería que ella lo supiera para que nadie pudiera utilizarlo".

Asimismo, la hija de Rocío Jurado habla de otra agresión "que luego niego en el tribunal de menores porque no quería ser culpable de que le cayeran más cosas. Hay una agresión que ella me hace con un cuchillo. Yo estaba pelando una manzana. Lo único que quería hacerle ver que no era bueno, que no estaba actuando bien, que no podía ser de ninguna de las maneras. Luego en Menores dije que había sido sin intención". 

Un nuevo órdago sale a la luz en esta novena entrega. Rocío Carrasco habla abiertamente sobre como los Mohedano, pese a conocer los hechos, se posicionan del otro bando. “Creo que lo que han hecho ha sido apostar por lo que ellos pensaban que era el caballo ganador y son cómplices, en cierta forma, porque ellos sabían la verdad”, declaró. 

A tenor de una posible reconciliación entre madre e hija, lo tiene claro: “Se tendrá que perdonar ella cuando se dé cuenta, porque creo que a día de hoy todavía no se ha dado cuenta”. A ello, añade que “hay que partir de la base de que esa persona [Antonio David] no esté ni en la vida de ella ni en la mía”. 

“En muchas ocasiones me he sentido desamparada, pero sigo creyendo en la justicia y tengo confianza en que más tarde o más temprano se va a hacer justicia”, finaliza. 

Comentarios