Richard Gere cumple 70 años más volcado en su activismo que en el cine

Richard Gere, que alcanzó la fama mundial con sus papeles de seductor en American Gigoló (1980), Oficial y caballero (1982) o Pretty Woman (1990), siempre se ha caracterizado por un fuerte compromiso social y activismo político
Alejandra Silva y Richard Gere. EFE
photo_camera Alejandra Silva y Richard Gere. EFE

Aunque sigue ligado al mundo del cine, sus últimas apariciones públicas están ligadas a su faceta humanitaria. Hace tan solo unos días llevó víveres a los inmigrantes rescatados por la ONG española Open Arms y que se pasaron casi un mes en un barco en el Mediterráneo a la espera de ser acogidos por algún país.

Este tipo de labores, a las que une sus repetidas y duras críticas contra el presidente de su país, Donald Trump, centran ahora la vida de Gere (Filadelfia, 1949), aunque sus numerosos seguidores conservan en sus retinas la imagen de apuesto galán que conquistó el cine en los 80 y 90. Su carismático rostro se alzó a la fama por primera vez en 1980 con American Gigolo; este papel de joven seductor le catapultaría a películas como Oficial y caballero (1982), por la que fue nominado por primera vez a los Globos de Oro.

Este éxito llevó a Francis Ford Coppola a incorporarlo como personaje principal en el papel de un atractivo trompetista en Cotton Club (1984), ambientada en un cabaret durante la Ley Seca estadounidense de los años veinte. Sin embargo, el personaje que le consagró en el cine y extendió su fama durante las siguientes generaciones fue al que dio vida en la mítica Pretty Woman (1990), donde encarnaba a un hombre rico de negocios que en pleno Paseo de la Fama de Hollywood conoce a una prostituta interpretada por una jovencísima Julia Roberts.

Fue galardonado con el Globo de Oro a mejor actor por Chicago (2002), musical que también obtuvo el Óscar a mejor película. A pesar de que en el año 1999 fue considerado como el hombre más sexy del mundo, el actor nunca se ha dejado llevar por el glamour de la fama y ha desarrollado un gran activismo que en la década de los noventa se centró en la lucha contra el sida y en el apoyo al budismo tibetano (religión que profesa desde los 24 años). Fue uno de los primeros en utilizar el respaldo mediático de una gala como los Óscar para criticar la política de un país al denunciar en 1993, en plena ceremonia, la opresión que ejercía China en el Tíbet. Estas denuncias contra el gigante asiático, al que acusó del "exterminio de 1,2 millones de tibetanos", le llevaron a ser tildado como persona non grata por las autoridades chinas. También Hollywood le prohibió durante años la entrada a la gala de los Óscar por su comentario político.

En la última década se ha acrecentado aún más esa faceta humanitaria, que comparte junto a su tercera esposa, la gallega Alejandra Silva -con la que ha tenido a su segundo hijo, tras el nacido de su matrimonio con la también actriz Carey Lowell-. "Convivimos con historias trágicas de refugiados que escapan de lugares horribles y que no encuentran un hogar, que los rechazan en todas partes a los que antes han explotado durante todo el camino. El mundo en el que vivimos nos exige que tomemos una decisión: si aceptamos nuestra responsabilidad o no", señaló el actor a Efe en una reciente entrevista.

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