Centuriones que hacían camino

Cinco rutas romanas cruzaban Lugo hacia A Coruña, Astorga, Padrón, Braga y A Fonsagrada. Una de ellas unía Lucus Augusti con Iria Flavia, donde había puerto pues el Ulla era navegable
Restos de la calzada que unía Lugo y Astorga en O Corgo
photo_camera Restos de la calzada que unía Lugo y Astorga en O Corgo

El Ejército romano no solo defendía enclaves contra las invasiones bárbaras sino que también -parafraseando a Antonio Machado- hacían camino al andar y, cada vez que se dirigían a alguna misión bien para defender o para atacar, construían calzadas, piedra a piedra, por las que transportaban su maquinaria de guerra y, a la vez, creaban una infraestructura viaria que, posteriormente, facilitaría las relaciones comerciales entre unos puntos y otros del Imperio y, sobre todo, en el caso de Lucus Augusti, abrían una puerta al mar.

Por Lugo pasaban cinco rutas romanas y dos de ellas, la que comunicaba Lucus Augusti con Iria Flavia (la XIX) y la que unía el Lugo romano con A Coruña (la XX), tenían salida al mar. La primera de ellas, por Padrón y un tramo del Ulla que, entonces, era navegable; la segunda, por el puerto coruñés de la romana Brigantium.

"Sabemos que entraban muchas mercancías hacia Lucus Augusti por ese puerto porque los restos que se encontraron en Padrón son similares a los de Lugo", confirma el profesor de Historia del IES Nosa Señora dos Ollos Grandes Javier Gómez Vila, que este lunes abrió el ciclo de conferencias sobre el Lugo romano, organizado por el colectivo Cohors Lucensium en la Diputación, con una charla sobre la red viaria de Galicia que construyó el Ejército romano.

El resto de las vías que pasaban por Lucus Augusti eran la XIX-XX, Lugo-Astorga, del siglo I dC, como las otras dos, y las que comunicaban Lugo con Braga y Lugo con A Fonsagrada (que continuaba hasta Oviedo y que coincide con el trazado del Camiño Primitivo), que data de los siglos II-III dC.

La mayoría de las rutas apenas dejaron restos que llegaran hasta hoy. Sin embargo, sí se encontraron todavía piedras que atestiguan estos caminos en O Corgo. "En una de las rutas, la XIX-XX, que iba hacia Astorga y que pasa al lado de la capilla de As Virtudes, en O Corgo, se puede ver, todavía hoy, un montículo que se alarga en forma de camino construido con varias capas de piedra. Esta misma ruta también descubre restos en Campelo y en el Muíño de Tallón", explica Javier Gómez Vila.

Las calzadas existían porque los soldados necesitaban caminos para poder transportar la pesada maquinaria de guerra que llevaban con ellos. "Era imposible que atravesasen montes con maquinaria como, por ejemplo, una torre de ataque, de envergadura considerable y de la que la Cohors Lucensium hizo una reproducción este año en su campamento", apunta el profesor. Lo curioso es que el Ejército solo estuvo en Lugo antes de que el campamento se convirtiese en ciudad, lo que ocurrió en los siglos I-II dC. Después se marchó para volver en el siglo III.

"En Gallaecia, hubo dos campamentos romanos: uno, en Cidadela, cerca de Sobrado dos Monxes, A Coruña, y otro, en Ourense, el Aquis Querquennis. En cada uno de ellos había 500 centuriones y todas las vías los atravesaban. Cuando el Lugo romano pasó de ser un campamento a ser ciudad, había policía y bomberos, pero ya no estaba el Ejército. Este vuelve en el siglo III, cuando el Imperio Romano empieza a desmembrarse y vuelve para defenderse de los germanos y de la delincuencia y proteger las mercancías y la riqueza. Por eso, quizás, se levantó la muralla en las mismas fechas en las que también se hicieron otras murallas en Astorga, Braga, Tarragona o Roma. Lo que está claro es que la muralla de Lugo no se levantó para defenderse contra la población autóctona. Al contrario, el 80 por ciento de los ‘castrexos’ estaba a favor de la invasión romana", afirma Javier Gómez.

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