Una vida pensada para poder contarla

Aventurero, viajero pero, sobre todo, espíritu libre. Así es Manu López, el lucense que sobrevivió al terremoto de Nepal y a sus sucesivas réplicas el pasado abril y que estos días vino a visitar a su familia, después de pasar por Camerún, República Centroafricana y Tanzania y de superar una de las malarias más terribles que sufrió en su vida.
Manu López, en el adarve de la muralla
photo_camera Manu López, en el adarve de la muralla

Levantó en Nepal, a lomos de su moto, toda una red de ayuda en varias aldeas, donde repartió toneladas de arroz entre aquella gente que se había quedado sin casa y sin nada, en medio de los escombros y con la desesperación de la tierra encima. Podría haberse marchado, como hicieron otros extranjeros de visita en el país asiático, pero optó por no irse, por quedarse y ayudar a levantarse al pueblo nepalí. Ahora, con la perspectiva de casi un año, todavía le preguntan en Lugo por qué se quedó en Nepal poniendo en riesgo su vida -también sobrevivió a varias réplicas- y echando una mano aquella gente. Su respuesta es simple: "Lo raro sería marcharse en esas condiciones y más en mi caso, que pasé ya por varias situaciones de riesgo". Allí estuvo dos meses y llegó a ser despedido, en el aeropuerto, por miembros del Gobierno en agradecimiento.

La vida de Manu López da para muchos libros que, quizá, algún día se anime a escribir. De hecho, su pasión por la literatura, los deportes de riesgo, los idiomas -habla diez-, los viajes y la libertad le llevó a enrolarse en un velero y recorrer los mares de medio mundo así como a viajar a los sitios más remotos de África, continente que conoce como la palma de la mano. Bajo el lema de echarle coraje a la vida, el lucense se convirtió en un expedicionario que guía a otros viajeros por los lugares más recónditos, buscando destinos inexplorados por los agentes turísticos. Ahora, está a punto de convertirse en emprendedor con su propia empresa, Mawu Expeditions, un nombre que hace referencia a la diosa africana de la creación.

Tras la experiencia en Nepal, a donde había ido en busca de nuevas rutas y a donde piensa volver para regresar después a Lugo en moto, Manu López viajó a Camerún, República Centroafricana y Tanzania.

Para llegar a la República Centroafricana, donde pasó dos meses, tuvo que atravesar, con el grupo que guiaba, de diez personas, Camerún, país donde fue detenido. "Cuando llegamos, había habido dos atentados de Boko Haram, en poco tiempo, y me pasé una noche detenido en Camerún, como cabecilla de la expedición, porque la Policía creía que un blanco como yo era o bien buscador de diamantes o exportador de madera y no les encajaba que fuese con una expedición. A los demás, les dejaron acampar pero a mí me sometieron a un interrogatorio y no me soltaron hasta que les quedó muy claro quién era y a dónde iba", afirma.

Sus próximos destinos serán Togo-Benin, Papúa-Nueva Guinea y el norte de Mozambique, donde buscará nuevas rutas 

Finalmente, logró salir del apuro, como en otras ocasiones, y la expedición cruzó Camerún para pasarse a la República Centroafricana, uno de los países más peligrosos del mundo. Allí su objetivo era pasar dos semanas con los pigmeos, los Aka, en plena selva, haciendo la vida que hacen ellos. "Llevo a la gente a esos lugares sobre todo para que conozcan lo que es la selva y la cultura de los pigmeos y la protejan puesto que la selva la están talando a pasos agigantados y a los elefantes los están matando para vender el marfil y con este dinero comprar armas", explica.

Llegaron a Bayanga, al parque nacional de Dzanga-Sangha, en plena selva y allí la expedición se adentró en la vida nómada de los pigmeos, que construyen sus chozas con ramas y hojas en su trayecto diario. "Levantan una choza en una hora y nos acomodamos en las chozas con ellos. Los hombres se van a cazar y las mujeres, a recolectar frutos de la selva. Las orugas son una auténtica delicatessen. Lo que pasa es que cada vez hay menos caza porque hay menos animales. Antes, por ejemplo, cazaban diez antílopes en una mañana. Ahora, tienen que salir a cazar todos los días", comenta.

El cambio climático y la masiva tala de árboles está transformando el hábitat de la selva donde los pigmeos, dice Manu, son auténticos "superhéroes". "Si no fuese así, sería imposible que pudiesen oler animales a distancias considerables y sobrevivir en un lugar donde te puedes encontrar con leopardos, chimpancés (que son animales bastante peligrosos) y búfalos, entre otras especies. Ellos nos reciben con entusiasmo porque ellos mismos son considerados, tanto por los bantúes como por ellos, como infrahumanos. De hecho, en El Congo, los pigmeos son esclavos. Aparte de ello, se crean relaciones muy íntimas y así la convivencia es fácil", dice.

Los viajeros que acompañaron a este lucense por la selva se encontraron con una de las sociedades más primitivas que existen actualmente en el mundo. "Es una sociedad anárquica donde no hay leyes, ni tabúes sexuales y donde cualquier decisión se toma entre todos. Es la democracia más auténtica que existe. Este tipo de sociedad sobrevivió 100.000 años en la selva y ahí vi una igualdad completa entre hombre y mujer. Son, además, muy risueños y todos hablan a la vez, por cualquier cosa hacen un debate", apunta este lucense, que en otoño se llevará a un equipo al Congo a filmar la vida de los pigmeos.


Miembros del Gobierno de Nepal lo despidieron en el aeropuerto cuando dejó el país, tras quedarse dos meses ayudándolos

Los españoles que acompañaron a Manu López descubrieron, en esta experiencia, una vida distinta en un hábitat totalmente desconocido. "Son muchas cosas. Entraron en conexión con el elemento mágico de la vida a través de los cantos nocturnos de los pigmeos y se quedaron enamorados de ver lo sencilla que es la vida sin dinero, que se puede vivir jugando. Es una experiencia vital extraordinaria. Y a muchos les pasa lo que me pasa a mí, que salgo de la selva llorando como si te arrancasen de los brazos de una madre".


De la selva, la expedición se trasladó hasta el parque nacional de Bayanga, donde visitaron el ‘bai’ de los elefantes, un claro en la selva donde se pueden ver a estos animales y también a los gorilas de llanura.

Ahí pasó Manu López tres semanas hasta que una malaria, la sexta ya en su vida, lo devolvió a España. "Últimamente, sufro una al año, pero esta fue muy fuerte. Estuve veinte días allí y luego me vine a España, donde pasé otros dos meses recuperándome. ¿Si esto es peligroso? Sí, pero más peligroso es vivir aquí, ir en coche o en moto ya supone un riesgo y ver la televisión, sin hacer nada más, supone la desconexión del ser humano. Lo verdaderamente peligroso para mí es vivir sin pasión, sin sueños, inerte, vivir como un animal domesticado, con miedo. Creo que hay que aportar valor al mundo. Con esta forma de vida, aprendí que una vida humana es posible. Hace falta coraje para vivir, viajar y amar. Tener un anhelo. Hice apuestas fuertes a lo largo de mi vida: renuncié a una casa, a un trabajo y a parejas solo porque el deseo de descubrir fue más fuerte", cuenta Manu.

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