Cristina Fernández, el rostro del poder que levanta amor y odio y tiene raíces gallegas

Conmoción en Argentina por el intento de asesinato de la dos veces presidenta del país
Cristina Fernández de Kirchner se retira a su domicilio horas después del atentado. ENRIQUE GARCIA MEDINA
photo_camera Cristina Fernández de Kirchner se retira a su domicilio horas después del atentado. ENRIQUE GARCIA MEDINA

Cristina Fernández de Kirchner, la gran protagonista de la actualidad por el atentado frustrado que sufrió en Argentina, tiene raíces lucenses, en concreto en Mazaeda, en A Fonsagrada, de donde era su abuelo, Pascasio Fernández, que emigró a Argentina a principios del siglo XX.

El padre de la política argentina, Eduardo Fernández, se casó con la madre de Cristina cuando esta tenía cinco años. Ella reconoció a su biógrafa oficial, Sandra Russo, que fue hija natural y un libro publicado en 2014 por la periodista argentina Laura Di Marco sostiene que Eduardo no fue su padre biológico.

Aunque no lo fuera, crio a la futura presidenta y le dio estabilidad económica. Su relación con él siempre fue distante, tanto ideológica (él era radical y ella peronista) como sentimentalmente, y es raro que la política argentina hable de su familia paterna.

El rostro del poder que levanta tantos amores como odios

La dos veces presidenta de Argentina Cristina Fernández, quien este jueves fue víctima de un ataque con arma de fuego cerca de su domicilio en medio de una creciente tensión política, ha sido la figura política más poderosa de los últimos quince años en el país suramericano.

Astuta, controvertida, elocuente, estratega. La primera mujer elegida por el voto popular para comandar la Casa Rosada se inscribe en esa selecta lista de personajes públicos capaces de despertar tanto amores como odios. Y es que la figura de Fernández no ha pasado nunca inadvertida desde sus comienzos en la arena política hace poco más de 30 años.

Nacida el 19 de febrero de 1953 en la ciudad bonaerense de La Plata, CFK, como se la llama en Argentina, conoció a Néstor Kirchner en la universidad, donde estudiaban Derecho, y, tras seis meses de noviazgo, se casó con él en 1975, cuando ambos coqueteaban con la militancia en la Juventud Peronista.

Tras el golpe de Estado de 1976, que dio inicio a la dictadura militar, el matrimonio se afincó en la sureña Río Gallegos, ciudad natal de Kirchner y donde este cimentó una carrera política que le llevó a la Presidencia argentina en mayo de 2003. Tuvieron dos hijos, Máximo, de 45 años, actualmente diputado, y Florencia, de 32.

La carrera política de Fernández comenzó a finales de los 80, cuando fue elegida diputada en Santa Cruz, cargo que dejó 6 años después para sentarse en el Senado.

En 1997 se convirtió en diputada nacional y en 2001 regresó al Senado y fue reelegida en 2005, ya como primera dama.

En 2007, sucedió en la Presidencia a Kirchner, quien falleció por un ataque cardíaco en 2010, quizá el golpe más duro de su vida y con el que debió cargar en la campaña de 2011 para unos comicios que le dieron la reelección y en los que obtuvo el 54 % de los votos, el mayor nivel de adhesión popular conseguido en unas presidenciales desde el retorno de Argentina a la democracia, en 1983.

PROTAGONISMO POLÍTICO. Con un modelo político y económico desgastado, el kirchnerismo, sin alternativa propia al peso pesado que representaba Cristina, perdió las presidenciales de 2015 y debió dejar la Casa Rosada al conservador Mauricio Macri.

Dos años después, Fernández, cuyos problemas con la Justicia habían comenzado sobre el final de su segundo mandato, obtuvo escaño en el Senado.

Desde entonces, ha estado en el candelero por los escándalos de presunta corrupción, pero cuando muchos vaticinaban que su influencia se diluiría en los laberintos de los tribunales, su sagacidad política la lanzó nuevamente a las cimas del poder político.

Fue en mayo de 2019 cuando, tras meses sin desvelar si apostaría o no por buscar un tercer mandato, sorprendió y sacudió el avispero político al ofrecer a Alberto Fernández, jefe de Gabinete durante cinco de los doce años del kirchnerismo en el poder, que fuera el candidato a presidente. Con CFK como candidata a vicepresidenta, la dupla limó las notorias asperezas que antaño habían tenido entre sí y supo aglutinar a las diferentes corrientes del peronismo, una unidad que resultó resultó clave para arrebatar a Macri sus sueños reelectoralistas.

Aquella jugada magistral le permitió, como vicepresidenta, acceder desde el 10 de diciembre de 2019 a la titularidad del Senado, un sitio de privilegio desde donde seguir tejiendo su estrategia política, no siempre alineada con los intereses de Alberto Fernández, con quien mantiene públicas y crecientes diferencias desde septiembre de 2021, exponiendo al frente gobernante —y al país— a sucesivas tensiones.

Acorralada por la Justicia

El juicio que afronta Fernández desde 2019 y que ya entró en su etapa final se centra en una docena de causas que se han abierto en su contra por irregularidades en su gestión.

La vicepresidenta está a la espera del inicio de otro proceso oral en su contra pero vio sobreseídas otras causas en su contra. Fernández, que en los últimos años ha sorteado los pedidos de prisión preventiva dictados en su contra gracias a los fueros que la protegen, siempre ha defendido su inocencia y dice ser blanco de una persecución política.

Si es condenada, la vicepresidenta, de 69 años y quien goza de fueros hasta diciembre de 2023, puede recurrir a tribunales superiores.

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