Llegan a Madrid 139 hispanopalestinos y manifiestan que "Gaza ya no existe"

Un total de 64 niños y adolescentes bajaron del avión que los trajo desde El Cairo hasta la base militar de Torrejón ▶ La mayoría perdieron sus viviendas y desconocen qué será de sus vidas mientras ansiaban abrazar a sus familias
Los ministros en funciones Margarita Robles y José Manuel Albares reciben al grupo de refugiados hispanopalestinos. EFE
photo_camera Los ministros en funciones Margarita Robles y José Manuel Albares reciben al grupo de refugiados hispanopalestinos. EFE

"Gaza ya no existe". Eso lo que le comentaron a la ministra de Defensa, Margarita Robles, con el dolor en sus rostros como cara de presentación, algunos de los 139 palestinos cuando bajaban las escalinatas del avión militar que aterrizó este jueves por la tarde en la base aérea de Torrejón.

Y eso es lo que quisieron repetir de viva voz a los periodistas, una vez que pasaron la aduana, estos pasajeros del horror de la guerra, a los que mirar hace daño, especialmente a los más pequeños.

A bordo del Airbus 330 del Ejército del Aire, viajaron desde El Cairo finalmente un total de 139 personas, 85 de ellas con pasaporte español y las 54 restantes, familiares de estas. El grupo está compuesto por 67 menores —3 de ellos de menos de un año—, 39 mujeres y 33 hombres.

A pie de pista, el grupo fue recibido por el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel Albares, y la ministra de Defensa también en funciones, Margarita Robles, que se han felicitado por el éxito con el que se completó la operación.

"Esta era una evacuación especialmente compleja porque requería las autorizaciones de los gobiernos de Israel y de Egipto", explicó Albares, que aprovechó para destacar igualmente "la extraordinaria colaboración de Catar para que haya sido posible".

Venían muchos niños, pero también mayores y buena parte de ellos enfermos, como Nafez Abu Jarad, de 65 años, rodeado de medios de comunicación, deseando contar el sufrimiento que vivieron. "No hay ninguno que no haya sufrido ataques de avión. Ni que no se le haya muerto la familia, los padres, hermanos... No sé de una veintena de personas, no sé si están bajo tierra o vivos", decía Nafez Abu Jarad.

"La situación está mal, mal. Me escapé como pude, con mi familia", repetía Nafez, doctor en Económicas. "Gaza está destrozada. Mi piso no sé dónde está, nadie se acuerda dónde estaba su vivienda; está todo destrozado", se lamentaba este hispanopalestino, quien vivió tres años en España, país al que dice amar.

Su mujer es española y él dice una y otra vez que España es su patria. "Es todo. Es mi casa desde el 81, cuando me casé. Cuando he venido aquí, veo el cariño que nos dais a la causa palestina. Es igualdad", insistía.

Su hija Natalia, de 25 años, recién casada hace un año, viene del brazo de su marido. Vino de visita varias veces para ver a su hermano y su hermana. Nunca para quedarse, pero ahora han cambiado las cosas.

"La guerra, muy mal. Cambiamos estos días de seis casas porque todas las zonas son peligrosas. Toda Gaza es peligrosa. Dormíamos en habitaciones distintas cada día", decía.

Tampoco existe ya su casa, según le hicieron llegar sus vecinos. En la base, la espera su hermano, al que puede ver a través de una puerta de cristal. Sonríe, se emociona y no puede parar de decir "¡ya, ya, ya!". Quería contar a todos los periodistas, como los que hablaban español, todo el drama que se vive en Gaza desde el pasado 7 de octubre, pero no podía evitar querer pasar lo antes posible ese pequeño umbral que la separaba de sus familiares.

"Cuando quieres sonreír te acuerdas que lo que dejaste detrás", explica a los periodistas Salah Awad El Sousi, coordinador de la colonia española en Gaza, que admite que "es un sentimiento raro que no había sentido nunca, alegre y triste a la vez".

Amelia, nacida en Madrid, casada con un palestino y que vivía en Gaza desde hace 40 años, se vino con la inquietud de dejar a su marido atrás. Según relata, aunque incluyó su nombre para que fuera evacuado, no quiso marcharse. El matrimonio, sus hijos y sus nietos abandonaron en los primeros días de bombardeos su residencia en el norte de la Franja hacia el sur, y allí se quedó esperando la salida.

Amelia llegó acompañada de dos de sus hijos y varios de sus nietos, entre ellos el más pequeño del grupo, un bebé de tan solo cuatro meses al que le costó alimentar en las últimas semanas porque no había leche de fórmula —cuenta su abuela—, que subraya lo complicado que es actualmente encontrar agua potable y alimentos en Gaza.

Aunque en sus cuatro décadas en la Franja ya ha vivido otros conflictos con Israel, confiesa que "ninguno como este". Las bombas destruyen casas de hasta tres y cinco plantas con gente dentro, explica, subrayando que Beit Hanun, donde vivía, "está totalmente destruida".