El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, afrontó en las últimas horas la peor crisis de su Gobierno, tras una refriega entre fuerzas federales y delincuentes en la ciudad de Culiacán que dejó al menos 8 muertos, 16 heridos y 49 presos fugados. Tanto el presidente como su gabinete de seguridad admitieron errores en la fallida operación para capturar a Ovidio Guzmán, hijo del narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán.
"No puede valer más la captura de un delincuente que las vidas de las personas. Ellos —el gabinete de seguridad— tomaron esta decisión —liberarlo— y yo la respaldé", dijo el mandatario, a modo de justificación, en su conferencia matutina.
Después de horas de un vacío informativo por parte de las autoridades que desató todo tipo de rumores y versiones, López Obrador aseguró este viernes que se daría a conocer la "verdad".
EXTRADICIÓN. El hijo del narcotraficante, sobre el que pesa una orden de extradición solicitada desde septiembre por EE UU, fue hallado por un comando de 30 militares y miembros de la Guardia Nacional en un casa en la ciudad mexicana de Culiacán, en el estado de Sinaloa —noroeste de México—, una región considerada tierra de narcotraficantes.
Para evitar su detención, el hijo del Chapo provocó horas de tiroteos y bloqueos en la capital del estado, de unos 800.000 habitantes, desatando el pánico entre la ciudadanía.
Esta crisis demostró el poder del Cártel de Sinaloa y dejó al descubierto las fisuras del Gobierno de López Obrador en materia de seguridad. "(El comando) actuó de manera precipitada con deficiente planeación y falta de previsión", llegó a reconocer el jefe de la Secretaría de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval.
