"Ahora hay robots nanotecnológicos que destruyen el tumor sin quimioterapia ni radiación externa"

Ordenadores cognitivos que diagnostican tumores, almacenes de órganos que ponen fin a las listas de espera de los trasplantes, avatares de corazones que se desarrollan en embriones de animales... No, no es ciencia ficción. Es el campo de acción del cirujano pontevedrés Javier Cabo, la prueba latente de que nada es imposible, salvo que no se intente
Javier Cabo Salvador
photo_camera Javier Cabo Salvador

SE DEFINE COMO PTV, como pontevedrés de toda la vida, pese a que su hábitat está repartido por medio mundo. Vive diez días al mes en España, otros diez en el Caribe y los diez restantes en las principales ciudades de la Unión Europea. El nexo de todos estos destinos es su vocación por la medicina y su don para reparar corazones rotos. Javier Cabo Salvador (Pontevedra, 1960) es una eminencia que se ha ganado a pulso la etiqueta del Da Vinci de la cirugía cardíaca. Fue el primero de España en realizar un trasplante de corazón en edad neonatal (en 1994) y el primero en colocar un corazón artificial a un niño (en 2006). Impulsó el primer Centro de Criopreservación de Corazones y es obvio que creó escuela en el campo de la cirugía cardiovascular, no solo a nivel nacional, sino internacional. Se licenció en Medicina en Santiago de Compostela, para luego peregrinar por distintas universidades de América y Europa, en las que hizo suyas las técnicas de vanguardia. Es docente en Madrid, Andalucía, República Dominicana y Berlín, además de ser miembro de la Comisión Nacional de Especialistas en Cirugía Cardiovascular, integrante de la Academia de Ciencias de Nueva York y asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La gestión sanitaria es otro de sus fuertes. No en vano ha participado en el plan sanitario de Obama o en la reforma sanitaria de los países árabes. Actualmente está volcado en la investigación de la inteligencia artificial, la robótica y la nanotecnología. Tiene cuatro hijos, trabaja en distintos centros y, aun así, afirma que tiene tiempo libre, «porque una de las ventajas que tengo es que duermo poco». Es un asiduo de los veranos en Sanxenxo y siempre que puede regresa a su ciudad natal, donde recibió la insignia de oro de Amigos de Pontevedra en 2006.

¿Cómo surge su interés por la medicina? ¿Hubo algún detonante?

Surgió cuando era pequeño, cuando Christiaan Barnard hizo el primer trasplante de corazón del mundo (en 1967). Estaba estudiando en el Sagrado Corazón de Jesús y uno de los misioneros entró en clase diciendo: ‘Ha sucedido un milagro. Una persona ha hecho un trasplante de corazón a otra y le ha dado vida’. Aquello me impactó mucho, porque me preguntaba cómo se podía conseguir eso con un trozo de carne que se quita y se pone en otro lugar. Desde aquel momento me gustó la medicina y al final me licencié, me especialicé en cirugía cardíaca y acabé haciendo el primer trasplante pediátrico de corazón.

Se licenció en Santiago de Compostela, pero es casi imposible dar cuenta del itinerario formativo que vino después. Estados Unidos, Madrid, Cambridge, Pensilvania, Tel Aviv... ¿Qué buscaba?

La raíz de todo. Cuando había una técnica quirúrgica nueva me iba a conocerla de la mano de los que la habían creado. Por ejemplo, la cirugía de Norwood. Fui a Filadelfia para ver cómo la practicaba el doctor William. O el trasplante cardíaco de un recién nacido, una técnica pionera del doctor Leonard Baile por la que estuve tres meses en California. Digamos que he ido a aprender de las fuentes, en vez de aprender de oídas.

¿Siempre con el objetivo puesto en la cirugía cardíaca?

Al principio sí, pero luego descubrí la inteligencia artificial en la robótica, que es lo que más me apasiona.

Eso suena muy futurista, pero ¿cómo se aplica en el campo de la medicina?

Pues lo cierto es que cada vez tiene más aplicaciones. Ahora mismo estamos trabajando con los sistemas cognitivos y, particularmente, con Watson, un sistema informático de inteligencia artificial que ya está operativo en los grandes hospitales americanos. Está realizando diagnósticos de cáncer de todo tipo y estipulando distintos tratamientos.

¿Cómo funciona?

El sistema Watson es una computadora, pero que es cognitiva, por lo que tiene capacidad de analizar y aprender ella misma. Va acumulando datos y va tomando decisiones posteriormente. Ningún ser humano puede competir con una computadora de este tipo. Por mucho que quiera leer o estudiar, no es capaz de procesar tan rápido tantos datos como un ordenador cognitivo.

¿Cómo se realizan estos diagnósticos informáticos? ¿Interpreta analíticas?

De todo. En la actualidad estamos centrados en que el sistema Watson pueda reconocer datos no estructurados, como las imágenes, los PDF, los vídeos... Hemos desarrollado una solución para gestionar toda esta información y, aparte, estamos trabajando el encriptado para la transmisión de informes clínicos.

¿Qué recorrido tiene este tipo de tecnología en la Seguridad Social de España? Se implantará a largo plazo, a corto plazo...

Creo que todavía queda tiempo, porque en España va todo con cierto retraso. A nivel puntual, puede llegar en cualquier momento porque, como las competencias de gestión sanitaria están transferidas a las comunidades autónomas, puede haber una que decida impulsar esta tecnología. No obstante, para ello sería necesario preparar a profesionales, porque al sistema cognitivo hay que enseñarle y hay que saber hacerlo.

El próximo día 19 impartirá la conferencia magistral del XXIV Congreso Nacional de Derecho Sanitario, en la que hablará del impacto de la inteligencia artificial, la robótica y la nanotecnología en la medicina. ¿Puede ofrecernos un avance?

A nivel mundial la inteligencia artificial ya está implantada, mientras que a nivel de la robótica ya disponemos de muchos robots que están actuando en hospitales internacionales, y no solo a nivel de cirugía, sino también a nivel de tratamientos o de gestión de la sanidad a distancia. La nanotecnología es otro de los grandes desarrollos. Ahora hay robots nanotecnológicos que pueden introducirse dentro del organismo para tratar cierto tipo de enfermedades, lo que cambia totalmente los tratamientos oncológicos. Destruyen el tumor ‘in situ’, sin quimioterapia ni radiación externa. Son unos avances espectaculares.

Pero ahí no se detienen sus pasiones. También es un referente en la ‘generación’ de órganos.

Sí, estoy trabajando en la creación de órganos con criopreservación (congelación de células o tejidos a temperaturas muy bajas) y nanotecnología. Mi idea es crear una especie de almacenes de órganos para trasplantes, para no tener que estar pendiente de que haya un donante. En la actualidad más de dos tercios de la población se muere a la espera de un donante para hacer un trasplante.

¿El futuro de los trasplantes apunta hacia esa diana?

El futuro es crear tus propios órganos con ingeniería genética y utilizando animales. La técnica consiste en introducir tus células pruripotenciales (que tienen la capacidad de formar todas las células del cuerpo) en un animal, por ejemplo, en el embrión de un cerdo. Si le has inoculado células para que se genere tu corazón, tu hígado o tus pulmones, el cerdo desarrollará los avatares de tus órganos. Luego esto se puede criopreservar con nanotecnología y, en caso de necesitar esos órganos, los tendrías disponibles para hacer un trasplante. Parece que estamos hablando de ciencia ficción, pero ya se está haciendo.

Órganos artificiales, repuestos orgánicos, robots que diagnostican tumores... ¿Caminamos hacia la inmortalidad?

La inmortalidad no existe. Hay algunos iluminados que hablan de ella, pero es incompatible con las leyes del Universo y no hay que olvidar que estamos hechos de átomos; somos perecederos. ¿Se va a prolongar la vida? Pues sí. Es lógico teniendo en cuenta los avances, pero hay que ver con qué calidad de vida.

¿Existen previsiones sobre el crecimiento de la esperanza de vida?

Este año la revista científica ‘The Lancet’ publicó un estudio de varias universidades sobre la longevidad de los países más desarrollados y la expectativa de vida para el 2035 era de 85 años para el hombre y 90 para la mujer, unas cifras que tampoco son para tirar cohetes. Todo lo demás son elucubraciones sin base científica.

Volviendo la vista atrás. En 1994 realizó el primer trasplante de corazón a un niño. ¿Qué recuerdo guarda de esta experiencia?

Fue bastante duro de realizar porque, al ser el primero, hubo que crear un protocolo y un equipo. Requirió de mucha dedicación y muchas horas de trabajo, cuando ahora es una rutina.

En 2006 también fue pionero, pero esta vez en el trasplante de un corazón artificial a otro menor.

Sí, era un niño de cinco años que llegó prácticamente muerto al hospital. Estructuralmente era un corazón normal, pero había tenido una miocardiopatía vírica por una gripe. Le puse un corazón artificial externo para ver si su corazón se recuperaba y estuvo con el durante ocho meses. Luego le hice un trasplante de corazón.

Es asesor de la OMS. ¿Para qué le piden consejo?

Sobre todo, para aspectos de gestión sanitaria.

¿Y qué diagnóstico realiza de la sanidad pública española?

Su gran problema es que la gestión sanitaria está muy atomizada. Cada comunidad autónoma es un reino de taifas y esto impide el desarrollo. Basta un ejemplo. En los países desarrollados hay una sola agencia de evaluación tecnológica y en España tenemos más de diez, ninguna operativa. No hay una política común. Y luego hay hospitales que son punteros y otros que no. No hay uniformidad ni centros de referencia.

Los localismos están frustrando el desarrollo de la medicina...

Bajo mi punto de vista, sí. Es ilógico que en Madrid haya once centros par hacer cirugía cardíaca, sobran más de la mitad. El que practica más cirugías hace 600, cuando en Alemania los centros de referencia hacen 4.000. La experiencia es incomparable.

Precisamente, uno de los servicios descartados para el próximo Hospital de Pontevedra es la cirugía cardíaca. A su juicio, es una decisión acertada.

Totalmente. La población que tiene Pontevedra no justifica este servicio. ¿Qué podría realizar? ¿Diez cirugías al año? Ya me dirá los resultados que podría tener, una mortalidad tremenda.

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