«Aínda está todo por facer»

Todo parece contenerse en esa copa de albariño. Colores, aromas, sabores, pero también esencias de una tierra concentradas en uno de sus frutos más singulares. Lo mismo podríamos decir si hubiéramos estado ante una tortilla de patatas recogidas en una finca de Lalín, o ante un plato de bacalaos comidos en el ‘Estrella' como lleva haciendo estos días de estancia en Pontevedra el artista Antón Lamazares (Lalín, 1954). Esa copa de vino que acaricia como si se tratara de un néctar sagrado es el cáliz de la eterna juventud, la síntesis proustiana de sentirse con los pies en su tierra, esa a la que honra con su pintura y que protagoniza cada una de sus piezas: “o motor da miña vida é a infancia, ti cando eres pequeno o que che preocupan son os sentimentos dos que che rodean, esas sorpresas da vida", comenta el pintor mientras las campanas del Santuario de la Peregrina llenan de sonoridad un espacio como es la terraza del Carabela, con el apresurar del agua en su fuente, y las palomas con sus arrullos abriéndole las puertas a una primaveira que comienza a explotar entre las piedras de Pontevedra, dándole por completo la razón al discurso del artista.

Lejos de su tierra es desde donde pinta Lamazares, en un Berlín en el cual se siente muy cómodo. «Necesito estar fóra de Galicia. Eu quero máis a Galicia dende fóra que dende aquí. Cando estou aquí síntome coma un animal. Para querela necesitoestar fóra. O porqué, non o sei. Quizáis porque necesitas botar as cousas de menos", comenta el pintor mientras del albariño se extrae el valor de una tierra, tierra que se traslada su pintura. «É una pintura que tamén bota de menos Galicia. Eu creo que son un pintor que coa miña pintura vese que son galego, coido que iso é un plus. Encántame pensar que cando alguen ve un cadro meu se acorde de Galicia, da súa terra. É a forma de cantar aos teus veciños, de ennoblecer esa carne que Deus che deu», afirma lleno de orgullo el pintor de Lalín al cual le preocupa cómo llegar a materializar esa expresión, esa profunda conceptualización de una existencia. Entonces es cuando Antón Lamazares llega a la poesía: «eu quero facer poesía cos meus cadros», proclama quien sabe de la intensidad de esa forma de expresión. «A min interésame todo o que teña que ver con expresividade, inocencia ou intuición». Y para eso necesita leer poesía antes de ponerse a pintar, como necesita el papel del espectador para completar la obra: «o cincuenta por cen teno que poñer o espectador» al igual que sucede cuando se lee poesía. «Ninguén regala nada», comentaba el lunes en el día de la poesía Joan Margarit. Leer poesía requiere un esfuerzo para al que esta sociedad a lo mejor no esta preparada. «¡Ou que carallo!», exclama escéptico Lamazares. «Se o lector non pon, que se esqueza. Se un vai ver unha exposición e non pon o ollo, o corazón, a súa mirada, non hai maneira de comunicarse».

'OS BOS'

En la búsqueda de saber qué poetas le gustan a Antón Lamazares, vuelve a caer en su especial ironía, aquella que también hiz famoso su inolvidable Laxeiro, al que ayudó en Pontevedra limpiándole los pinceles cuando restauraba su mural del Café Moderno. La respuesta lacónica: «os bos, a min gústanme os bos, nada máis». Pero el fiscal quiere nombres y estos empiezan a brotar en una letanía de emociones: «temos un vivo afortunadamente que é amigo meu, mestre de mestres, Carlos Oroza. Pero que me dis de Luis Pimentel, un poetazo, o Cunqueiro de ‘herba de aquí, herba de acolá’, Manuel Antonio, Rosalía... dos vivos, Luis González Tosar, Luisa Castro, Fernán Vello, por dicirche algúns. Temos grandes poetas, tamén me gusta ler en catalán a Joan Margarit, do que falabamos antes, pero por suposto a Cernuda, Lorca; os clásicos, San Juan de la Cruz, Góngora, Garcilaso... tódolos días descubres algún poeta».

La poesía nos lleva a la otra gran materia a la hora de acercarse a su trabajo, esa lucha del figurativo con la abstracción. Caballos en los que subirse para hacer pintura con idénticas consecuencias, aunque con diferentes percepciones. Su obra transcurre más por la abstracción, claro que por esa búsqueda de la poética en la imagen, de la suxerencia más que de la evidencia, de captar sensaciones más que de mostrar realidades. «Hai moita xente que non necesita imaxes, se ti miras á realidade, unha gran parte dela non ten que ver co que chamamos representativo. A arte é unha loita polo coñecemento da inmensa realidade que descoñecemos, unha parte dela é a figuración outra a abstracción»,, sentencia así un debate que la pintura ya acabó hace mucho tiempo.

Mirar hacia atrás es siempre el bueno y el malo de este tipo de exposiciones retrospectivas o antológicas, «Hai aspectos novos do meu traballo que se van ver nesta exposición, como obra en papel que nunca foi exposta. Gloria Moure, a comisaria, realizou unha escolma de pezas moi completa e interesante. Son moitos trinta anos, aínda que levo máis tempo pintando, dende o 1973. Estou moi contento como se está levando a exposición». Ya muchos años los que lleva como dice él ‘metendo os fociños' en muchos lados, esa experimentación es la que nos lleva ata al actual Antón Lamazares, uno de nuestros más reconocidos pintores y que, como él mismo dice,  «estou empezando a pintar, teño máis gañas de pintar que nunca».

TERAPIA

¿Qué nos llevaremos de la exposición una vez que la visitemos? «A min gustaríame que se a alguén lle doe a cabeza ou ten a gripe, que cando saia se lle marchase a dor de cabeza e lle pasase a gripe. A pintura cando é boa ten esas cualidades, pero ó espectador hai que darlle liberdade», comenta el artista incidiendo en el valor terapéutico del arte. Pero Antón Lamazares también tendrá la ocasión de volver a pasar delante de sus obras, de aquellas hechas hace muchos años, y también de las más recientes. Se colocará ante el chico artista que tras pasar por los franciscanos, donde se conoció tanto a sí mismo, marchó la Nueva York, y que gracias a una Bolsa de la Diputación de Pontevedra fue hasta París, donde desde hace unos años es aclamado cómo uno de nuestros más singulares pintores y aun más se preguntamos a excepción de Galicia. «Aprendes moito neste tipo de exposicións. Hai pezas que levas moito tempo sen velas, e un mesmo sorpréndese. Vendo como un volve sobre certas cousas, vas para diante, vas para atrás.Preocúpanme as mesmas cousas que me preocupaban ó principio, só que quero dicilas doutra maneira, penso que hoxe as podo dicir mellor, pero pensar é unha cousa e pintar outra», sopesa valorativamente ante ese momento cumbre de la creación, cuando el artista se debate entre lo que quiere y lo que puede. Sobre si se encuentra satisfecho tras lo realizado hasta ahora, Antón Lamazares vuelve a sincerarse, a mostrar su carácter franco y abierto: «como te vas a considerar satisfeito, sería unha mula se afirmase eso, aínda está todo por facer, e é o que quero, facelo mellor, neso consiste ser pintor, en poder contar todo aquelo que queres contar, e contalo mellor».

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