Balixas o la resistencia al ‘'smartphone’'

TABERNA ► Sesé es uno de los pocos nostálgicos a los que les cuesta adaptarse a los tiempos de las prisas y las pantallas. Lleva 38 años tras la barra del bar Balixas, al lado del estadio de Pasarón, y reconoce que echa de menos los tiempos en los que la gente todavía hablaba en su local. Odia los teléfonos móviles

En más de una ocasión, las mesas del Bar Balixas sirvieron de camilla. Allí se tumbaban los clientes para que José Castro Ruibal, ‘O Rulo’, el masajista del Pontevedra CF, los explorase y solucionase un dolor de espalda, un problema en una articulación o alguna contractura muscular. "Era como de la familia, estaba siempre aquí, en el bar, como si fuese su segunda casa. Como la gente lo sabía, venían a verlo hasta esta taberna y él ayudaba a todos, los veía e incluso en alguna ocasión juntaba dos mesas para que se acostasen encima y masajear la zona afectada", recuerda Juan José García, Sesé.

"Por aquí pasaban muchos jugadores del Pontevedra y el trato era muy cercano, eran como de la familia"


Lleva toda su vida trabajando en el bar Balixas, desde que sus padres se hicieron con él, hace ahora 38 años. Habían recibido una herencia por parte de la abuela materna y su padre, que era albañil, no podía seguir trabajando en la construcción tras un accidente laboral, así que acondicionaron un local para servir comidas y tapas tradicionales y le pusieron de nombre el apodo de su abuelo, Balixas. Su situación -en la calle Juan Bautista Andrade, al lado del estadio de Pasarón- propició que los jugadores del Pontevedra fuesen clientes asiduos. «Gabriel, Santos, Héctor... Por aquí pasaban un montón de jugadores y el trato era muy cercano, como ocurría antes en los bares. Ahora la relación de la gente con estos lugares cambió muchísimo, el ambiente de las tabernas ha desaparecido, forma parte del pasado», cuenta Sesé con expresión nostálgica mientras culpa a la cultura americana de la falta de tiempo y de las pocas ganas de conversar de sus clientes.

Porque los tiempos cambian y no siempre lo hacen para bien. O al menos eso es lo que piensa Sesé mientras coloca en un cuartucho la mercancía que le llegó esta mañana. Lleva desde los 18 años trabajando en el Balixas, primero con sus padres y ahora con su mujer. El local todavía conserva las paredes forradas de azulejos geométricos retro que lo convierten en una especie de rincón vintage sin pretenderlo. De las paredes cuelgan fotografías del Pontevedra CF actual y de alineaciones de otros tiempos y varios almanaques recuerdan que el siglo XXI ya está aquí y con él se han acabado los tiempos de los cantos de taberna, las apuestas en el juego y el vino ‘de cunca’, ‘do país’. "Ahora la mayoría de las personas piden vino embotellado, un Rioja, un Ribera del Duero... ya no se sirve vino de la casa", explica.

CONVERSACIÓN. Le gustaría jubilarse en el bar pero reconoce estar "quemadísimo". El cambio en la relación con el cliente, las prisas de quienes paran a tomarse un café o el bajón en los ingresos son algunos de los cambios que desaniman a Sesé. No quiere tener teléfono móvil porque ve cómo sus clientes han dejado de hablar desde que los ‘smartphones’ salieron a la venta. "Es como una droga, lo odio, ya no hay conversación en los bares porque la gente está totalmente enganchada al teléfono", se queja. Y, a continuación, recuerda los tiempos en los que cada fin de semana se juntaba una multitud en su bar para cantar. "Había cantos de taberna, pero de verdad, sin que nadie los organizase. La gente venía aquí, se tomaba unos vinos y cantaba, pero de eso hace ya más de 20 años", explica. Lo que todavía sobreviven son las partidas de cartas. Antes las timbas llenaban el local de barullo, pero ahora solo sobrevive algún que otro fiel al Balixas que todavía prefiere las cartas o el dominó a las pantallas.

 "Me niego a tener teléfono móvil porque son como una droga, ya no hay conversación en los bares porque la gente está totalmente enganchada"

ASIDUOS. "¿Clientes fijos? Sí, por supuesto que nos quedan, pero no tantos como antes. Ahora la gente va llena de prisa. Hace años los hombres salían de trabajar y se pasaban horas en el bar, había más tranquilidad, más convivencia, se demandaban más los productos del país...", cuenta. Ahora las prisas han sustituido a las tardes en las tabernas y las hamburguesas a las tapas de callos. Porque las cosas también han cambiado en el aspecto gastronómico, aunque el bas Balixas se mantenga fiel a sus principios.

La oreja, los callos o el pulpo ya no son tapas tan solicitadas como antes y la gente prefiere "revueltos y cosas de esas en vez de una tapa de callos".

En el Balixas hay cocido casi todos los domingos, "a no ser que esté un día demasiado caluroso", y callos los sábados. La moda en los bares es colocar una plancha y cocinarlo todo encima, hacer bocadillos, hamburguesas y otros platos de comida rápida. Sin embargo, Sesé no se rinde a las modas, ni se olvida de cómo se disfruta de forma pausada del bar y su carta.

Los horarios son más flexibles, hay que servir comidas hasta las cinco de la tarde y desayunos hasta la una. La gente trabaja sin parar para consumir más y apenas le queda tiempo para "disfrutar de la vida". "Hay que ganar dinero para mantener a los hijos y que se compren ropa, móviles y videojuegos. Antes la gente vivía con menos y era más feliz, tenía tiempo para parar en el bar y pasar allí la tarde", explica sin deshacerse de su gesto nostálgico.

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