Berta

El sistema más cercano al wifi es una amistosa conversación. Ella suele platicar de forma sosegada, sin apenas alteraciones en el tono de voz. Reside en un pequeño lugar del Salvador: “pocos son los que pondríamos el dedo en el mapa con acierto”. Desde la niñez, su vida ha discurrido en medio de una isla llamada Montecristo. Hasta allí, no llegan nada más que unas cuantas lanchas al día con provisiones y algo de pesca. El humilde embarcadero no cuenta con un lustroso pantalán. Un viejo tronco hace ese asiste a quienes desean desembarcar. Y, a unos pocos metros, se encuentran las modestas casas de madera y algún bloque de cemento de 45 familias. Muchas, durante la guerra civil, optaron por quedarse a pesar de los bombardeos diarios. Este mismo ejemplo se volvió a repetir con el paso del huracán Mitch que tanta muerte y destrucción dejó en el país. Escuchando a Berta, una noche de tormenta tropical, nos enteramos que durante el terremoto de 2001 nunca se planteó abandonar su tierra, a la que hace tan solo seis años llegó la luz. No sucede lo mismo con servicios como el teléfono o Internet. Y, en medio de todo este aislamiento tecnológico, la vida sigue su curso alejada de un enchufe o la banda ancha. ¡Que extraño!

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