Celda 211 en Pontevedra

¿Cómo les fue en el juicio a los reclusos de Celda 211, la película del año que cuenta un motín? En Pontevedra, la Celda 211 fueron 16 presos acusados y los 16 se sentaron en el banquillo, hace exactamente treinta años, para dar cuenta del motín de la prisión provincial de Pontevedra que estalló el 24 de julio de 1978. Casi todos negaron tomar parte de los hechos, que por sus declaraciones y las de los testigos (el director de la prisión Rodolfo Rey García y tres funcionarios), fue de órdago.

Varios situaron el origen de la acción en una reunión previa de dos personas llamadas Marcial y Viturro, probablemente los dos cabecillas que se echaron atrás, ya que no aparecen entre los enjuiciados. «La reunión la tenían todos los días», dijo un encausado. «Yo no quise ir con ellos porque no tenía una condena muy grande», dijo otro. Uno sí estuvo en esa reunión y reconoció participar en los hechos. Varios comentaron que al estar en el comedor llegó gente tirándolo y rompiéndolo todo, y que el tal Marcial destrozó la televisión con una botella.

Desgranando las declaraciones de los presos y los funcionarios quedó claro, eso sí, que el ambiente estaba tenso desde días atrás. Uno de los empleados incluso estaba avisado de que cuando «sucediese» saliese a avisar al resto, ya que el ambiente era «irrespirable». «Yo estaba en la cocina y me advirtió el jefe de servicio de que saliese de allí». Por el camino al comedor se encontró un saco que ardía en la galería y cristales rotos. Con los presos que se cruzó, no tuvo ningún problema.

Diario de Pontevedra dio cobertura al suceso en su edición del día 25 con un gran despliegue gráfico de Camilo Gómez y un relato aséptico de los hechos que contó además con declaraciones de los propios amotinados, que pudieron ser entrevistados y fotografiados mientras esperaban su traslado al Hospital.

Hubo incendios en varias dependencias de la cárcel, se autolesionaron presos con cortes en las muñecas y en la cara. Llegaron la Policía y los Bomberos (dos vehículos-tanque y un coche escalera), y fueron recibidos por los amotinados de manera poco cordial: tiraron a los patios enseres y todo aquello que encontraban por delante, y un agente fue herido en una mano. Las entradas a los pasillos fueron cubiertas con colchonetas a las que prendieron fuego.

Las llamas arrasaron dos almacenes (uno de ellos en la planta superior), una oficina, una capilla  y el taller en el que se fabricaban brochas y cepillos, y en el que se disponía de material inflamable. También la nave posterior sufrió el destrozo total de ventanas y cristales. A la prisión se desplazó el fiscal jefe de la Audiencia Provincial Jacobo Varela; el magistrado-juez de Instrucción y decano de los de la capital, Rafael Martínez Sánchez; y el médico forense, José María Campos, con la misión de prestar las primeras atenciones a los heridos por autolesión (más tarde éstos fueron trasladados en coches celulares al Hospital Provincial).

No fue hasta las seis y media de la tarde cuando la situación se decretó controlada. En la imagen, esposados unos a otros, se les ve con los brazos llenos de marcas y sangre. Entonces había en la prisión 61 hombres y 7 mujeres, todos ellos presos comunes y la mayoría en  prisión preventiva. Los amotinados fueron 16, y se quejaron al periódico de que los presos venían reclamando la oportunidad de poder exponer sus quejas y reivindicaciones, y tenían pensado hacerlo en una visita del director general de Instituciones Penitenciarias que finalmente no se produjo. A causa de esa visita prometida, dijeron, habían acordado finalizar una huelga de hambre en la que llevaban cinco días.

Por otro lado, los presidiarios expresaron su enfado con dos hombres que actuaron de cabecillas de la revuelta y que luego acabaron «apalancándose», en palabras de ellos, para no perder los beneficios del tercer grado. Finalmente se dirigieron al Diario para pedir una oportunidad en la que poder vocear sus reivindicaciones.

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