Champán con violetas

«Pocos ven lo que somos, pero muchos ven lo que aparentamos”: apúntate una, Maquiavelo. El cronista, que vive en carne propia la mezcolanza de realidad y ficción, de lo que es y lo que aparenta ser, siente perplejidad ante esos actores que se ganan la vida (con holgura, por cierto) como concejales. alcaldes, parlamentarios, presidentes y cosas aún peores. A ellos les gustaría ser honestos, seguro, pero ¿cómo evitar las tentaciones de un cargo intrínsicamente perverso? Imagina que eres Bono y un día te llaman de Viña del Mar, “que nuestra universidad quiere hacerte honoris causa”, y tienes que organizar el viaje de modo que te compense: para disimular llevas contigo a varios miembros de la Mesa del Congreso, os organizáis una gira poético-ideológica por las tumbas de Allende y Benedetti, metéis en la maleta un biquini de rayas y por arte de birlibirloque viajáis a Chile y Uruguay como señores y cobrando dietas. Todo por la Patria. Poco importa que esta misma semana, en la sesión extraordinaria del Pleno del Congreso, hubiese en la sala menos diputados que periodistas, o que varias millas al sur de los sueños olímpicos, en la antigua Cañada Real, las huestes de Esperanza acordasen derribar los asentamientos de chabolas donde las personas disputan a las ratas cada centímetro de suelo. Cañada Real Galiana, antes paso de merinos y ahora morada de carne esclava con o sin papeles. Queda lejos la Mesta y demasiado cerca la miseria, la falta de higiene, de espacio vital. Carla, que pasó algunos años de su infancia cerca de esos lugares, está furiosa: “Dicen que han descubierto allí islamistas radicales, pero es una disculpa para montar un gran negocio urbanístico”. Vaya con Carla, con qué rapidez aprende. “Yo tenía tres amigas en la Cañada; dos de ellas, embarazadas antes de tiempo, allí se han quedado, pero la otra, que se llamaba Pili, es ahora artista famosa y a veces nos reímos juntas de una sociedad que, a cambio de enseñarle teta, nos permite vivir en apartamentos con cuarto de baño y beber champán con violetas, última moda en cócteles”. Hay gente que lleva treinta años viviendo en la Cañada pero ya Gallardón ha manifestado que ninguno tiene escrituras de propiedad; o sea, que a la puta calle, partisanos, que sólo se muere una vez. “Cada día estamos mejor”, declaraba Zapatero esta semana al salir del Congreso. Es verdad: ya no hay “brotes verdes” en nuestra economía, Salgado le dice a todo que sí, el FMI informa de que España saldrá de la recesión más tarde y peor que cualquier otro país de la UE, han cerrado cruenta mil comercios desde el inicio de la crisis, los bancos no tienen capacidad para prestar y han cortado los créditos para las familias, Botín sabe que sin créditos no hay negocio bancario pero ya encontrará otro, en Moncloa aseguran que la financiación autonómica está al borde del acuerdo final (Cataluña acepta y Andalucía transige, los demás poco importan) y en la reunión mundial del G-8 (más adherencias) pudo Zapatero saludar a Obama para que la televisión les inmortalizare. Triste papel el de nuestro Presidente, que movió sus hilos para asistir al verdadero G-8 pero fue rechazado, y hubo de conformarse con acudir al siguiente día junto a los mandamás de veintisiete países para cenar e intercambiarse saludos; menos mal que le dejaron hablar en una sesión dedicada a la alimentación, tema que siempre se presta a las pompas de jabón. Se hace una encuesta en el bar: ¿quién tiene más caradura, Camps o Bárcenas? Supera a ambos Rita Barberá por equiparar las anchoas que el presidente de Cantabria regala a Zapatero con los trajes de Camps. Uno imaginaba a Barberá arremangá con recursos, pero su populismo es patético. Pobre PP, enrocado en una situación que sólo puede perjudicarle; también en ese partido se nota la mediocridad que nos envuelve. Mi enano infiltrado asegura que Bárcenas es el capo que sabe demasiado, “tiene a medio partido agarrado por los huevos”, y al que nadie osaría enfadar por miedo a represalias; lo de Camps, ese meapilas hortera que necesita instalarse en el Ritz para recibir a su sastre y convencerse de que, en efecto, es presidente de la Comunidad Valenciana, huele peor por su proximidad a la corrupción urbanística que ha invadido ese territorio. Le protege Rajoy, que contó con él para defenderse del eje Aznar-Zaplana, pero ¿hasta cuándo? El quiosquero, fiel al Atlético, asegura que Florentino es el culpable de todo: “me regalaban una camiseta si acudía en el Bernabéu a la presentación de Cristiano Ronaldo, pero mis padres me enseñaron que hay lugares dónde uno no debe entrar”. Imaginad la que se armó en el local. Un limpiacristales que trabaja en el área noble de Interior nos descubre que la Policía francesa ha protestado por las informaciones relativas a las últimas detenciones de etarras: puntualizan que la Policia española no intervino, aunque en televisión se dijese otra cosa. Pero el tema no interesa: alguien invita a orejas de cerdo “en homenaje a Cascos, ese gran hombre que ahora quiere ser presidente de Asturias”. Carcajadas, el barman sirve también cerveza, la vida es bella. En una fiesta de piscina y concurso de belleza (de labios, para ser exactos) me cuentan que Ana Pastor, siempre laboriosa, ha tenido que viajar a China con dos diputados del PSOE y uno del PNV para observar la vida en aquél territorio, antiguo Imperio del Centro. Pobrecilla: aunque pague el Parlamento y sea un viaje de cinco estrellas, cansa recorrer el mundo por el bien de los ciudadanos, que además pueden no entender el sacrificio de sus representantes. ¡Si supieran los de la Cañada cuánto cansa comer a diario jamón de bellota! Carla, ya sin biquini, se siente observada por un alto cargo de Moncloa, pero finge no verle y tras la ducha al borde del agua vuelca sobre su piel el cóctel de champán con violetas. Qué bonita es España.

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