Cine Seixo

En Hollywood te pueden pagar 1.000 dólares por un beso, pero sólo 50 centavos por tu alma. En Pontevedra te pueden pagar si eres funcionario, pero jamás lo harán debidamente si posees una pequeña empresa o un lugar donde pasar la tarde con la familia o con tu futurible prometida. Ahora nos enteramos de que Cinebox Vialia (el último reducto para cinéfilos que aún resiste a la crisis y a las nuevas tecnologías) ya no puede más, es decir, la crisis amenaza con llevárselo por delante, algo que haría que Pontevedra fuese la única capital de provincia sin salas de cine. A esto sumemos la desgracia personal de dicha clausura: 15 personas que se irían directamente a las filas del paro. Y es que el asunto de los cines en Pontevedra pudiera decirse que oscila entre las negras manos de una maldición. Desde los años 90 nuestros cines, espaciosos y añejos, fueron cerrando por más de un motivo y de un dolor: Teatro Malvar, Cine Victoria, Cine Gónviz o los Multicines ABC. Tras más de dos décadas el baño de sangre cinéfilo continúa, algo inexplicable, o tal vez sí lo sea, eso se lo dejo a los expertos sobre el tema de cierres y derribos, que he de suponer que son los mismos que nos gobiernan desde el consistorio y demás instituciones. Pero, visto lo visto, ¿se han cerrado todos los cines de nuestro entorno? No, la respuesta es no. Existe uno que resiste a las embestidas, como los galos de Asterix, a no más de siete kilómetros de Pontevedra, en tierras del Morrazo. Cine Seixo se llama, abierto en el año 1943, asentado en el lugar de nacimiento del gran John Balan (aquí hago una genuflexión y miro al cielo). Resiste allí donde el sonido de las olas de un mar milenario se mezcla placenteramente con el milagro de que en un pueblo tan pequeño como Seixo aún exista y persista un cine de los de antes, con polvillo de principios de siglo, cerrazón milimétrica y asientos sin posavasos (ni falta que hacen, qué carajo). Cuco, que regenta dicha quimera, recoge tus monedas sin celeridad para enseguida invitarte a seguirle hacia tu asiento. Cuando te ve acomodado mira a su alrededor como buscando algo que no se puede ver a simple vista, hasta que decide tirar de bobina y espera que saborees las imágenes, ya que de eso va el cine y sus realces imaginarios. Este cine opone resistencia porque alguien tiene que hacerlo. Si ocurre la desgracia de que en Pontevedra nos quedemos sin salas de cine, este sería un buen lugar para pedir audiencia y admitir una película. Porque, como diría Pedro Ruiz: “Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros”; ¿y quién no posee problemas a estas alturas de la película?

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