¡Coge las riendas, tío!

Era el PP local de Pontevedra una agrupación de las más potentes de España. Aquí se formaron como militantes el actual presidente del Gobierno, la ministra de Fomento, el vicepresidente de la Xunta y la presidenta del Parlamento autonómico, por citar a los primeros cuatro de una larga lista de gente garbosa. Incluso perdido el poder municipal tras el acceso de Lores a la alcaldía, el PP de Pontevedra era un partido unido y poderoso, sin fisuras, en el que todos los afiliados compartían causa y hacían desenfrenadamente el amor los unos con los otros (cita requerida). 
Así iban las cosas. Transcurría con indolencia el año 2007: Nicolás Sarkozy asumía la presidencia de Francia, J.K. Rowling lanzaba la última entrega de la saga de Harry Potter y en la provincia de Chanchamayo, en la selva del Perú, se producía un aluvión mientras Telmo Martín aspiraba a conquistar la alcaldía de Pontevedra. Heredaba de Teresa Pedrosa la candidatura y el partido, ese semillero de líderes y ejemplo de organización, un espejo en el que se miraba el PP de toda España. 
En su candidatura, pesos pesados como la propia Pedrosa, Lupe Murillo o Suárez Costa. Y a pesar de todo, Telmo Martín se quedó a las puertas por un puñado de votos, obligado a ejercer de jefe de la oposición durante cuatro años. Fue entonces, durante esa legislatura, cuando decidió que no necesitaba a nadie y mucho menos al Partido Popular. Para la campaña de 2011 prescindió de toda aquella gente. No quería un equipo: por imperativo legal se le requería una lista, pero no se especificaba que tuviera que estar compuesta por gente disciplinada y con experiencia. Bastaban 25 nombres, así que montó una lista de floreros. 
A principios de noviembre de 2010 realizó unas extravagantes declaraciones recogidas por María Boullosa en este periódico bajo el siguiente titular: “Si sus ‘colegas’ le fallan, Martín se hará cargo de todas las concejalías”. En efecto, el candidato todavía no había elegido a sus compañeros de lista y ya desconfiaba de ellos. Se bastaba él solo, hasta el punto de afirmar que “non sería estraño que eu de noite tamén me poña nos camións da basura”. Por necesitar, ni siquiera necesitaba a los barrenderos. Él mismo podría recoger la basura. Telmo hizo unos vídeos magníficos, prometió aquella ballena gigante en Campolongo y aseguró que si salía alcalde todos seríamos millonarios y García Márquez viviría eternamente. 
Obviamente no sólo no ganó, sino que obtuvo peores resultados que en 2007. Telmo puso en marcha entonces su plan B: abandonar el barco dejándolo a la deriva. El PP local estaba desmantelado, convertido en una sombra de su pasado. Dejó como portavoz municipal a Jacobo Moreira, a quien muchos de sus compañeros no vieron como a un líder, entre otras cosas porque en la lista de floreros había ocupado un puesto del montón. Desde entonces esto ha sido un no parar, una sangría de abandonos de concejales que se negaron a asumir el papel de palmeros de un líder débil y errático incapaz de diseñar una estrategia y asesorado, si acaso, por alguien con la habilidad de un rodaballo perplejo. La obstinación con la que Moreira niega la evidencia, declarando ante cada abandono que “todo va estupendamente y el grupo está más unido que nunca”, consiguió irritar a muchos periodistas que acabaron por convertir la frase en un chascarrillo, hartos de lo que consideran, con razón, un intento de tomadura de pelo a todos ellos y a sus audiencias. 
Lo ha vuelto a hacer ante la marcha de María Biempica, la concejala mejor valorada de entre los del PP, que ha decidido no entregar su acta animada por los numerosos apoyos de simpatizantes que le han dicho que se sienten representados por ella, sobre todo tras su negativa a apoyar las medidas antiabortistas de Gallardón. Nuevamente Moreira ha ofrecido a los medios su delirante visión de la realidad: “Todo va bien, la vida es maravillosa, Lores siente el aliento de la oposición, arrasamos, estamos todos cogidos de las manos cantando ‘Viva la gente’ en armoniosa versión polifónica”. 
A veces, cuando me cruzo con él por la calle siento el impulso de hacer como Chicote: coger a Moreira por las solapas del delantal y gritarle: “¡Coge las riendas, tío, coge las riendas!”. Nunca lo he hecho porque para coger las riendas hacen falta dos elementos de los que Moreira no dispone: un caballo y las propias riendas. 
Mientras tanto, Miguel Anxo Lores está encantado, viendo a la oposición arrojar flores a su paso y extendiéndole una alfombra roja sobre la que camina hacia su primera mayoría absoluta, convirtiendo de paso a Rajoy en el primer Presidente que no ha conseguido ganar en su pueblo.

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