''Con 18 años, los niños normales juegan al FIFA, y yo, que tengo cáncer, también''

Son niños, pero tienen más que enseñar a los adultos que si fueran profesores; su fortaleza y la capacidad de superación son la tónica diaria del centro madrileño Maktub, donde voluntarios, niños enfermos y sus familias batallan a diario y hoy, más que nunca, en el Día Mundial contra el Cáncer.

"Con 18 años, los niños normales juegan al FIFA (videojuego de fútbol), y yo, que tengo cáncer, también".

Con esta serenidad, Abraham, vallisoletano de 18 años, transmite un entusiasmo que contagia a sus padres, compañeros, enfermeros y voluntarios en el centro, haciendo gala de una madurez que supera fácilmente la de algún adulto.

No es ningún secreto que la palabra cáncer "echa para atrás" y que "da respeto", reconoce Abraham, para quien la enfermedad no ha sido, ni de lejos, un regalo.

Con calma y sin perder la esperanza, Abraham relata que conoce gente que ha muerto, "aunque otros muchísimos han salido bien".

No le gusta dar pena y mucho menos la expresión "¡ay, pobrecito!", a pesar de que la enfermedad le ha provocado una severa cojera "de por vida".

Una vez detectada la enfermedad, que se imponga el optimismo será un factor determinante para la recuperación, asegura el adolescente.

En el área de trasplantes de médula ósea del Centro Maktub, por la mañana los jóvenes pacientes pasan el tiempo entre libros y videojuegos, y por la tarde, los voluntarios entran en acción, con películas, partidos de FIFA y juegos de cartas.

En la sala de juegos, pueden llegar a reunirse seis ingresados, aunque hay días que solo hay uno, porque los demás están aislados.

Cuando eso ocurre, los cuidadores les facilitan películas desinfectadas y hablan con ellos por telefonillo.

Como los pacientes pasan de cinco meses a tres años en el centro Maktub, la cantidad de amistades que se forjan y de experiencias que se recuerdan es incalculable.

Por ejemplo, Abraham rememora que, cuando estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), lo visitó un payaso "que era mago y era genial".

Con los enfermeros y los voluntarios, hay "muy buen rollo", añade, al recordar con especial cariño a David, un cuidador de 40 años, "hecho y derecho".

"Nos vimos (la serie) 'Juego de Tronos' entera, porque él acababa de tener un hijo y no aguantaba a los niños más pequeños", admite, entre risas.

Abraham, apasionado de la informática, se acuerda de cómo se les caía el mundo a sus padres al oír "cáncer", y cómo consiguió alegrarlos después.

"Al final es como una gripe, te acostumbras, solo hay que ir de vez en cuando al hospital, mientras no te das cuenta de lo mucho que aprendes cada día", afirma, con un entusiasmo emocionante.

La misma línea optimista sigue Lorena Díaz, voluntaria desde hace seis años y trabajadora de la Fundación Aladina.

"La clave para batallar al cáncer es incorporarlo a la vida con cotidianeidad", recomienda Lorena, antes de añadir que Abraham ha pasado momentos duros, pero que es "siempre sonrisa", y ésa es la mejor medicina.

Cuando más se aprende como persona es cuando la desgracia se cierne sobre la familia, es decir, cuando el niño "se va", añade.

Niños que callan al ver la cara de los padres y padres con una sonrisa constante, sabiendo que les quedan horas de vida: "no hay mayor amor", confiesa ella.

A ojos de los pequeños pacientes, el centro Maktub es conocido como "la Suite", un ala completamente distinta a la estrictamente oncológica en el Hospital Infantil Niño Jesús, de Madrid.

En "la Suite", impera el minimalismo y el blanco es el color rey, aunque las paredes de las seis habitaciones están teñidas cada una de un color y cubiertas de formas geométricas.

Además, los pacientes pueden cambiar el tono de la luz de sus cuartos, que cuentan con un sistema de aire para que no entren gérmenes.

Sus compañeros de 'La Suite' reclaman a Abraham para continuar la partida al FIFA, así que solo tiene tiempo de dar un último consejo a los que se hayan visto recientemente azotados por la enfermedad, ya sea personalmente o a través de un amigo o familiar.

"No os asustéis, todos hacemos vidas normales; por mucho que os digan que es una enfermedad muy seria, que lo es, los tratamientos actuales son muy efectivos; ¡ánimo y para adelante!".

Y en un ambiente en el que todos están tan unidos, es inevitable que surja el amor, confiesa alegremente Lorena, como una vez que dos adolescentes enfermos se hicieron novios... pero ésa ya es otra historia, para el 14 de febrero, concluye aludiendo a San Valentín.

Comentarios