"Con la Inquisición ya estaríamos ardiendo en la hoguera"

Un día de primavera una mujer fue a la ‘consulta’ de Sole y no le propuso que le contase nada del futuro, sino algo un poco más ambicioso: que un señor casado y amantísimo, padre de una prole, lo dejara todo para irse con ella. «Le dije que no, naturalmente. Nosotras no hacemos nada de eso. Son cosas de magia negra, que por cierto en Pontevedra se hace y mucho. Cada vez más». Lo cuenta Sole, una mujer de mediana edad que un día, ya casada, dice que empezó a tener visiones. «Claro que me procuró problemas. Yo me negué a esto. Y a mí me ha costado un divorcio. Fui a dos psicólogos, y los dos me pidieron que no volviese más por allí. A uno le dije de qué color era su ropa interior, la familia que tenía y otros detalles que era imposible que yo supiese. Mi familia no sabe nada de esto».


Sole está acompañada de Lola en esta entrevista. Dice que la videncia no la utiliza para ella. Y que no sigue series de televisión como Médium o Entre fantasmas, aunque de ésta dice que «refleja muy bien cómo visualizamos». «Yo hace unos días no pude atender a nadie porque todo el día tuve visiones de un chico que había muerto, y en esas imágenes veía al difunto en la caja, en el tanatorio, mirando para mí y agarrando las manos de su madre. Y luego, a la salida, lo vi caminando y abrazándose a su padre. Lo bueno de esto es saber que realmente no estaba sufriendo la persona. La visualización siempre tiene que ser para ayudar». 


Lola es tarotista. Echa las cartas. Cree que la crisis la padecen todos, también ellas. «Las televisiones están diciendo que nosotras estamos haciendo el agosto. No es así. Ahora mismo la gente que viene lo hace ya con unas condiciones: que si puedo esperar a cobrar el mes que viene, si sólo me miras una cosa urgente pero gratis...». Lola se interesó por las ciencias ocultas desde niña, y aunque siempre echó las cartas ha sido sólo desde hace unos años cuando se decidió a hacer negocio. Lo compagina con otro trabajo, y en parte por eso exige no ser fotografiada. Lo explica Sole: «Esto sigue estando mal visto. Mucha gente no lo comprende, pero siempre fue así. Nosotras en la época de la Inquisición estaríamos ardiendo en una hoguera». 


La profesión de ambas está relacionada con algo muy complejo: la fe. O se cree, o no se cree. En Galicia, tierra de supersticiones y leyendas, se resume con la frase que mejor encierra el espíritu del país: «Nas meigas non creo, pero habelas hailas». El psiquiatra Ángel Gómez Calle dice: «La ciencia exige una serie de cuestiones: cuando alguien considera que ha tenido una observación, tiene que definir las situaciones objetivas en que se ha dado, de tal manera que sea verificable, repetible y cuantificable. Eso nunca se ha dado en estos casos. Una cosa es la ciencia , que pone algo en el plano de la evidencia y está sometido a pruebas que todo el mundo puede controlar, y otra las creencias, que es una faceta del pensamiento estrictamente subjetiva. Las creencias religiosas exigen del creyente la fe, que es creer en lo que no vemos. Y hay ahí un terreno intermedio entre esas creencias religiosas, prácticas sociales consolidadas, y las creencias delirantes, que a diferencia de las religiosas no son compartidas por el conjunto de la comunidad. Como decía Castilla del Pino, el delirante sustituye los hechos por la evidencia de su convicción. Y en ese terreno, naturalmente, nadie puede entrar a discutir». 


En Pontevedra, cuentan Sole y Lola, hay más gente que ellas que se dedican al oficio de predecir. Quiere decirse que hay demanda. En tiempos buenos pueden llegar a despacharse hasta a tres personas en una mañana por precios que van desde los veinte hasta los sesenta euros. «Yo tengo clientela estable, claro», cuenta Lola. «Es gente que viene a menudo a preocuparse por su futuro. Funciona mucho por ciclos. Durante una temporada vienen personas, sobre todo jóvenes, a interesarse por el amor, por sus parejas y el futuro con ellas. Ahora estamos recibiendo a gente que quiere saber cómo le va a ir la empresa, o si puede abrir un negocio, o si irá al paro». 


Sole agarra la mano de sus clientes y dice ver su futuro. Sin mucho preámbulo. «A mí me agota. Funciono con imágenes, con diapositivas que van a toda velocidad y que trato de parar». Sole dice que le cuesta cobrar, y que de hecho en muchas ocasiones sólo lo hace en la primera consulta. Explica que su afán es altruista y que hace cosas más allá de tener visiones. «Si me explicas cómo consigo que de una tierra mala en la que no sale fruto sí salga y haya cosecha, no te puedo contestar. Yo no sé porque eso sucede. Yo sé que lo puedo hacer. Le digo a la gente que vaya, que haga una cosa y la otra». «Si este método es objetivo», se pregunta el doctor Gómez Calle, «¿por qué no lo aplican para ellos mismos, para sus allegados, en prácticas que les evitaran tener accidentes de coche, enfermedades, o destinos desgraciados?».

 

"Veo una niña pequeña y un coche con papeles"

Al final de la entrevista, el periodista acepta hacer una sesión con la vidente con la condición de que no le diga nada del futuro, sino evidencias del presente que ella pudiera desconocer. Vano intento. «A mí me llegan imágenes, y yo te las cuento». Sole agarra una mano y se concentra, y empieza a contar las imágenes que se le van apareciendo por la cabeza: «Veo a una niña pequeña. Veo a una chica morena de media melena. Estás preocupado por el tema laboral, y vas a tener cambios. Vas a tener un trabajo de mayor libertad, mejor remunerado. Hay una mujer mayor, de pelo cano o entrecano, que está muy orgullosa de ti, que para ella eres su mayor orgullo. También veo un coche gris o negro lleno de papeles. Hay cosas que te hacen daño, cuando estás con tu familia y con tus amigos, pero nunca lo expresas. Eres muy bueno y procuras no parecerlo».