«Cuenta lo que fuimos»

La herencia de Zapatero. También en fútbol vivíamos por encima de nuestras posibilidades», maldijo Rajoy tras acabar el partido contra Chile, mientras arrojaba un ejemplar del Marca por encima del sofá, encendía un puro a escondidas de Viri y cogía el guión que el servicio de protocolo de Zarzuela le había pasado esa tarde. Al día siguiente subía al trono Felipe VI, pero el presidente del gobierno no estaba para asuntos menores y miraba de reojo el televisor, esperando que la red de asistencia Seat ofreciese la repetición de las jugadas más interesantes, como cuando era un chaval.
Sin embargo lo que apareció en la pantalla fue un antiguo mapa de Europa con el nombre de Felipe IV y una voz en off que anunciaba la película: Alatriste. El presidente entornó los ojos con una mueca. El fin del imperio justo tras la hecatombe mundialista. «Ya es casualidad. De Felipe IV a Felipe VI y yo de valido», volvió a comentar. 
En el Mundial del 82 el hundimiento de España también nos lo anunciaron por la tele, pero en este caso con bastante antelación, mucho antes del desastre contra Honduras, Irlanda del Norte, Alemania... Fue con una encuesta nacional para elegir la mascota. Había dos propuestas; una humana que encarnaba el niño Lolo García, un querubín de ojos azules que arrasaba en las pantallas de cine, y otra en forma de toro racial y negro. Al final ni una cosa ni otra. Ganó una naranja con patas y camiseta ajustada de imposible diseño. Naranjito nos previno del desastre.
El surrealismo televisivo aún se superó con algunas narraciones. En Balaídos Miguel Vila comentaba el Italia-Polonia. Con los equipos formados suenan unos acordes: «Observen con que hieratismo los jugadores polacos escuchan su himno». Lo malo es que no era el himno polaco sino el gallego, que se había colado de improviso. En la grada algunos espectadores levantaban el puño, costumbres de entonces, y digo yo que pensaría el locutor que eran aficionados polacos, país tan católico como oficialmente comunista.
 El problema fue cuando después sonó de verdad el himno polaco y dijo que era el italiano, y a continuación interpretaron el italiano y el hombre ya no sabía qué decir. Debieron informarle por vía interna, porque al rato, y cada cinco minutos, iba pidiendo disculpas a los espectadores gallegos. Quizás el Naranjito y aquel caos con los himnos fuesen señales que nos indicaban que nuestro mundial estaba gafado. Diez años después todo sería distinto. Los mejores Juegos Olímpicos de la historia tuvieron la mascota más querida, un perro callejero, y fueron también los mejor organizados y los mejor televisados. ¡Hasta ganamos el oro en fútbol!
Y es que la televisión es en ocasiones una metáfora en alta definición, como comprendieron los programadores de Telecinco al emitir Alatriste justo después de la derrota contra Chile. Todos los imperios caen así, con estruendo, ya sea en un campo de batalla en Rocroi o en un campo de fútbol en el estadio de Maracaná. Y hay algo de epitafio en esa forma de caer con honor, sin abandonar a los que durante años han luchado a tu lado. 
Aún intuyendo la inminencia de la debacle, Del Bosque prefirió perder con estrépito junto a los suyos a cambiar a la infantería con la que había conquistado el mundo. Nada lo explica mejor que los últimos planos de esa película. Cuando la soldadesca de Flandes, ya agotada y sin fuerzas, se niega a aceptar la rendición ante el enemigo, Diego Alatriste recoge su capa, y antes de cargar con los suyos hacia la muerte ordena a un joven que se ponga a salvo en la retaguardia, con los estandartes, y le dice con un susurro: «Íñigo, cuenta lo que fuimos». 
Una tortilla española
Aquel Mundial dejó escenas chocantes. En Bilbao unos hooligans entraron en una taberna abertxale del casco viejo y pidieron en voz alta «¡una tortilla española!» Cuando se la sirvieron la tiraron al suelo, embadurnado de sidra y serrín, y la pisaron con saña. Seguramente pensaban que los iban a sacar a hombros camino del estadio, y lo que hicieron el tabernero y sus clientes fue sacarlos a hostias. Que una cosa es que ellos pudieran decir que España los oprime y otra que vengan un hijo de la Gran Bretaña a joderles una tortilla y encima no pagarla.

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