Laura Muñoz: "Cuesta reconocer que quieres saber tus orígenes por miedo a ser desleal "

El II Congreso Galego de Adopción reunió en Pontevedra a expertos y testimonios en primera persona de padres e hijos ►La necesidad de las personas adoptadas de conocer su pasado y las estrategias para hacerlo
Laura Muñoz
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Laura Muñoz se dio a sí misma permiso para buscar a su madre biológica con 26 años. Lo explica así para hacer hincapié en ese sentimiento de culpa que sienten algunas personas adoptadas cuando deciden descubrir sus orígenes. "Al adoptado le cuesta reconocer que tiene la necesidad de encontrar sus orígenes, porque hay miedo a estar engañando a los padres adoptivos", cuenta, aunque afirma que las mejores relaciones entre padres e hijos adoptivos son las que se basan en la información y la confianza. Muñoz, una de las fundadoras de la asociación La Voz de los Adoptados, la primera entidad fundada por personas adoptadas enfocada a los propios niños, adolescentes y adultos adoptados, estuvo en el II Congreso Galego de Adopción, que se celebró en el Pazo da Cultura estos días.

En el tiempo en el que estuvo buscando de dónde venía tuvo que invertir dinero en detectives, psicólogos y papeleo, además de lidiar con un estado de ansiedad constante. Y es que en la cabeza de una persona adoptada surgen muchas preguntas cuando comienza a ser consciente de su circunstancia. "¿Cómo es mi madre? ¿Por qué me dio en adopción? Y ya no te digo nada cuando vienes de un país en el que hay índices de fraudes o donde ha habido robos de niños. Ese pensamiento duele todavía más. ¿Y si la engañaron?", explica Laura.

TABÚES. En su camino en la búsqueda de su madre biológica, Laura tuvo que enfrentarse a un concepto de la familia todavía anticuado. El suyo es uno de los primeros casos de adopciones internacionales en España y, por aquel entonces, era un tema tabú. "La familia adoptiva puede entenderlo como una deslealtad, porque se tiene la idea de que los hijos nos pertenecen", explica a la vez que reclama una mentalidad abierta y empática por parte de los padres adoptivos. "Hay que tener en cuenta que ese hijo tiene otra madre, ya esté muerta, en la cárcel o en una chabola", cuenta.

En este sentido, reclama más apoyo institucional a los niños, adolescentes y adultos adoptados. "Somos personas con necesidades especiales porque fuimos privadas del contacto o el cariño de una madre y, aunque solo fuera durante unos meses, deja secuelas", cuenta. Por otra parte, los prejuicios racistas también afectan a estos niños. "¿Qué pensará una persona que vea a mi madre paseando de la mano con mi hermano, que también es latino? Seguramente creerá que es una mujer adinerada con su amante. Esos comentarios o pensamientos también hacen daño", dice.

Además, explica que en el momento en que la persona adoptada crece no cuenta con los recursos para construir su identidad en base a la búsqueda de sus orígenes. Por eso, Laura reivindica modelos como el de Suecia, en donde las personas adoptadas tienen derecho a contar con apoyo para buscar sus orígenes. "Ya no es solo que te financien un viaje para ir a buscar a tu familia, sino que te hacen un tour cultural para que conozcas de dónde vienes e incluso te facilitan un traductor para que puedas comunicarte", cuenta.

El factor económico es determinante a la hora de satisfacer la necesidad de saber. Las personas adoptadas comienzan a tener este interés (que en muchos casos genera desórdenes como la ansiedad) en su adolescencia, cuando no tienen medios económicos para viajar, pagar un terapeuta o invertir en la búsqueda. Por eso, el dinero ralentiza el proceso y alarga una espera que hace daño.

EL ENCUENTRO. También hay que prepararse emocionalmente para el encuentro, lo que requiere de asesoramiento de terapeutas especializados. Por ejemplo, una vez que se produce el contacto, el adoptado tiene que saber poner la distancia necesaria para no sentirse responsable de la situación económica de su familia biológica. "No podemos sentirnos culpables por vivir mejor que ellos porque nosotros no lo hemos decidido", explica.

Laura tardó siete años en abrazar a su madre biológica en un barrio de Bogotá. "Fue un encuentro emocionante. Lo primero que hizo ella fue pedirme perdón, pero yo no estaba allí para juzgarla, no tenía que perdonarle nada", cuenta. Descubrió una familia muy humilde, muy trabajadora, que le permitió construir su vida. "Todas las ideas preconcebidas que tenía sobre lo que me podía encontrar eran falsas. Nada de alcoholismo, ni drogas, ni enfermedades, simplemente pobreza.

En la actualidad, Laura acaba de tener una hija que podrá presumir de tener dos abuelas por parte de su madre, una española y la otra de Colombia. "Yo también digo que tengo dos madres, una es mi madre a secas, la otra es la biológica, que se compró un ‘smartphone’ para poder comunicarse conmigo a través del WhatsApp", explica.

Tras el encuentro en Colombia la vida recobró la normalidad. Laura se liberó de esa ansiedad que la perseguía cuando todavía no había completado el puzle de sus orígenes y su madre biológica se reconcilió con el pasado. "Ambas nos dimos permiso para curar esa herida. Necesitábamos ese abrazo", cuenta.

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