De Felipe en Felipe

El primero de los reyes que llevó el nombre de Felipe fue Felipe I, tal como usted suponía. Inauguraba la época de la Casa de Austria y fue conocido por el sobrenombre de “El Hermoso” aunque no era para tanto, que yo he visto un retrato suyo y cualquier lector de este periódico es mucho más hermoso que él. Después de pasarse una tarde jugando a la pelota, el tío se bebió un vaso de agua fría y murió. Ése fue el hecho más destacable de los dos meses que duró su reinado: beberse un vaso de agua. Estaba casado con Juana la Loca y de sus diversos apareamientos nacieron seis churumbeles, el segundo de los cuales fue Carlos I, quien en 1556 abdicó en favor de su hijo Felipe II el Prudente. Eso para que digan ahora que no estaba previsto que Juan Carlos abdicase. Pues haberlo previsto que no es el primero. 
El Prudente tuvo un reinado mucho más largo y próspero y fue considerado un buen rey, aunque sobre esto último sus enemigos tenían otra opinión. Felipe II se casó, entre otras, con su sobrina Ana de Austria, de donde salió Felipe III el Piadoso, que llevaba un flequillo como el de Tintín y era un gran amante de las artes y de la caza. Para su desgracia, en su época los desplazamientos a Botsuana no se habían inventado, por lo que hubo de conformarse con cazar por aquí, que no hay elefantes ni nada. Creó la figura del valido, que era un señor que gobernaba los reinos mientras el titular salía de caza. También hizo otras cosas, supongo. Fue padre de Felipe IV el Grande, el que sale en Las Meninas, quien destacó, como sus antecesores, por gozar de una mandíbula sobresaliente, y con él empezó el declive de la casa de Austria, no a causa de su mandíbula sino por otro motivos, o eso tengo entendido. Se le conocen varias decenas de hijos entre legítimos e ilegítimos, aunque la mayoría de ellos no pasaron más de unos meses sobre la tierra. Uno de los pocos supervivientes pasó a ser Carlos II el Hechizado, último de la Casa de Austria. El Hechizado llevaba los genes hechos un asco, pues procedía de varias generaciones de matrimonios entre familiares, dándose el caso de que su papi y su mami también eran eran tío y sobrina. Cinco de sus ocho bisabuelos eran descendientes directos de Juana la Loca. Era un hombre absolutamente incapaz de gobernar o de hacer cualquier otra cosa. Un día dijo: “Me duele todo”, y acto seguido falleció. No tuvo descendencia, pues afortunadamente la naturaleza es sabia y aquello no daba más de sí. Fue sucedido por Felipe V. Lo trajeron de Francia y fue descrito como un hombre “rubio, soso y frío como una estatua”. 
Felipe V fue conocido por el alias de “El Animoso” y fue el primero de la Casa de Borbón. Quien le puso ese apodo debió ser un humorista, pues Felipe V fue cualquier cosa menos un hombre animoso. De hecho tenía unas depresiones terribles y en 1724 abdicó en su hijo Luis. Otro más que abdicaba. Luis murió de viruela en ese mismo año, por lo que muy a su pesar Felipe V se vio obligado a retomar la corona. Como muchos de sus antecesores, estaba como una cabra, o en eso coinciden los historiadores. Se pasaba días enteros sin salir de cama, gritando, cantando o haciendo muecas. Y se mordía a sí mismo. Y algunas noches se despertaba sobresaltado creyendo que era una rana y para demostrarlo se ponía a croar. Otras veces creía que le faltaban los brazos y las piernas y muchas veces creía que estaba muerto. Según cómo le diera. Dicen las crónicas que solamente salía de ese estado cuando iba a la guerra. I
ntentó escapar varias veces y estaba empeñado en abdicar de nuevo. Su esposa Isabel de Farnesio, que se había hecho con las riendas de la situación, lo mantenía constantemente vigilado. En una ocasión consiguió escribir otra carta de abdicación, pero la carta le fue entregada a la reina, quien la rompió sin satisfacer los deseos del monarca. Murió en 1724 y hasta nuestros días no ha sido coronado ningún otro rey llamado Felipe, situación que será resuelta con la proclamación del hijo y sucesor de Juan Carlos I el Campechano. 
Al próximo Felipe, el VI, le ha sido legado el trono como a quien lo nominan para el legado del Tibu pero a lo bestia, en un momento en que un rey en España sólo tiene dos opciones: o se empapa en agua helada o paga la mariscada. Y tal como van las cosas, que no están los tiempos para marisco, por el momento tendrá que ir empapándose. Son las normas. Próspero reinado.

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