De juzgado

Si es cierto eso de que las instituciones y poderes públicos son una réplica de la sociedad en la que existen y reproducen sus estereotipos y tópicos a imagen y semejanza, la justicia española es sin duda una proyección perfecta de esa cultura de fiesta y pandereta que importamos por todo el mundo. Cuando lo terrible en otros países es que no exista ningún tipo de cobertura legal para sus ciudadanos, en España el problema reside precisamente en el ilimitado manto de cobertura legal que existe para los delincuentes. Las leyes son sin duda una de las cosas más ridículas que tiene este país de farándula, monarquía inconstitucional y democracia putativa, de ahí que la mayor parte de las mafias mundiales nos hayan visto siempre como una especie de residencia de verano. La judicatura se me parece en ocasiones demasiado a la religión: los magistrados son tratados como una especie de demiurgos que interpretan la ‘Biblia’ como les va saliendo de las narices y sus decisiones se acatan con el mismo halo de equidad y verdad objetiva que la palabra del Señor. El dueño de Megaupload va a pedir que se le juzgue en España al ver que solo se castiga la violación y el asesinato de una joven con 20 años de prisión (de los que se cumplen siete con muy mala suerte). Solo aquí se deja en la calle a chorizos confesos y se juzga a un juez por tratar de devolver la dignidad a las víctimas de una dictadura.

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