Del amor y otras penas

Tras siete años de obras que han arruinado bastantes negocios, en medio de la Puerta del Sol ha surgido una extraña estructura a la que llaman “el tragabolas”; es un proyecto de Antonio Fernández Alba, arquitecto de gran prestigio, y sirve para conectar líneas de Metro y de ferrocarril, aunque su exterior rompa la armonía de una plaza que por su significado debería ser cuidada con esmero. Ayer mismo, mientras Zapatero, Esperanza, Gallardón y demás fauna luchaban por salir en las fotos inaugurales, Manuel Azaña fruncía el ceño desde el balcón que en 1931 sirvió para proclamar la II República y los comerciantes de la plaza se quejaban de los reflejos que invaden sus locales. No se trata de disfrazar de “antigua” la arquitectura actual, pero la introducción de elementos nuevos en los barrios históricos es un campo minado y, si no se acierta como Pei con su pirámide en el Louvre, deberían al menos limitarse los estragos. -¿No te has fijado en que Zapatero tenía mala cara? Lleva unas semanas durmiendo mal, agobiado por las malas noticias que le llegan cada día. Carla tiene una extraña intuición para adivinar estados de ánimo y, francamente, el que atribuye a nuestro Presidente me alarmó: sólo nos faltaba ser gobernados por un insomne; eso explicaría su desairada respuesta a Ordóñez, “no es lo mismo dirigir un banco central que presidir un Gobierno”, y la tristeza de Corbacho, que llora por las esquinas de su ministerio el rechazo del Presidente a todas sus iniciativas para reformar el mercado laboral; por no mencionar su apoyo al candidato de Berlusconi para presidir el Parlamento Europeo y su afán por mantener a Durao Barroso, al que en Bruselas califican de próximo al Opus. Alguien debería explicar a Zapatero que un socialista no puede acostarse impunemente con señores de derecha, que el roce aumenta el peligro de contagio. Pero en fin, pongámonos en el lugar de Zapatero: tras tener que enfrentarse a las opiniones de González, Almunia, Trichet y Ordóñez, una mañana descubre que Sebastián piensa gastar casi dos millones de euros para “vender” su labor a los ciudadanos, y esa misma tarde le comunican que Hacienda está al borde del abismo, pues sus ingresos han mermado y sus gastos han subido. “El déficit público ya no puede crecer más”, le aseguran. Menos mal que la Familia Real ha decidido ser austera este verano: navegará menos en el Fortuna, lucirá pocos modelos de alta costura, los Príncipes pasarán unos días en Asturias porque allí les invitan a fabada, los Reyes utilizarán algunos vehículos eléctricos, toda la Familia comprará menos periódicos y los zumos de cada día se harán con limones de los jardines propios. Así se da ejemplo: este verano, amigos, navegad poco en yate y usad limones de vuestros jardines; de comprar menos periódicos prefiero no opinar. Me dice un electricista de Génova que Cospedal y Soraya discuten a diario con Arenas y Mato por los cargos del partido acusados de corrupción; las primeras quieren apartarlos, los segundos mantener su inocencia hasta el final. ¿Y Rajoy? Tras su intento fallido de bajar impuestos a los barcos de recreo, grande fue la carcajada parlamentaria, continúa bailando un vals en la cuerda floja; ha confirmado a Gallardón y Esperanza en sus cargos actuales, “ninguno quería, aunque ambos se han conformado”, pero el hombre está preocupado porque le han suprimido el servicio de escoltas en sus viajes al extranjero y ayer se ha confesado con Aznar: “¿Somos nosotros menos que una Infanta?”, “Yo no, desde luego”, “entonces ¿por qué me dejan sin escoltas y en cambio doce policías nacionales serán trasladados a Washington en septiembre para proteger a los Urdangarín?” Lo dicho, amigos: este verano gastad menos en escoltas. En el bar de la esquina me juran que la Asociación de Jefes de Policía de los Estados Unidos ha llegado a una conclusión: políticos y asesinos en serie tienen en común muchos rasgos psicológicos. “Han tardado en descubrirlo, pero más vale tarde que nunca”, clama el quiosquero. La discusión se generaliza y cada cual aporta novedades: “¿Sabéis que el Plan E, ese que anunció Zapatero para crear empleo, ha servido para pagar 264000 euros al Ayuntamiento de Barcelona, que con ellos ha arreglado la caseta del jardinero en un parque urbano?” Alguien invita a una ronda de cervezas y un conserje de Hacienda nos informa de que la cosa está negra: “estamos estudiando cómo retrasar las devoluciones del IRPF”, “¡eso es de Juzgado de Guardia!” “Ya sabéis que hemos suprimido los cheques-bebé y los cuatrocientos euros que dábamos desde el año pasado, que los viajes del Imserso están en estudio, que este verano vienen pocos turistas extranjeros y en la Costa del Sol cierran hoteles de lujo, algunos tan acreditados como Incosol o Los Monteros, que...” Basta de malas noticias, me digo. Huyo del bar y me refugio en los dulces brazos de Carla: “estoy leyendo a Confucio y he subrayado una frase que define la situación española: educa a tus hijos con algo de hambre y algo de frío. Qué bien nos hubiera venido ese consejo hace unos años”. Me gusta la piel de Carla tanto como sus ideas, tan libres. “Ayer vi a Gallardón con Tania Paessler, la chica que fue novia del hijo de Aznar y ahora... en fin, ya sabes”, ¿qué he de saber?, “leer los puntos suspensivos”. Dulce y enigmática Carla. “El problema, me dice mientras se maquilla, es que Obama no quiere a Zapatero en el G-8 ni en el G-20: cree que a esas reuniones deben asistir sólo los miembros con pleno derecho. Y desde Moncloa se ha enviado a Rubalcaba hasta Washington para negociar, cueste lo que cueste, una rectificación. “¿Cuándo el amor termina, adónde va?”, se preguntaba Bécquer. Algo semejante se pregunta Marichalar mientras lee las palabras grabadas en su reloj: “Para Jaime de tu osita Elena”. Cómo pasa todo.

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