Dos jóvenes asaltaron tres taxis en cuatro horas armados con un machete y se llevaron 125 euros

"Desde aquella mañana de 1990 no he vuelto a subirme a un taxi"

Se cumplen 25 años de la trágica Navidad en la que dos delincuentes no dudaron en matar a dos taxistas para robarles ► Julia Carballo, hija de uno de los fallecidos, recuerda con estupor uno de los capítulos más tristes de la historia de Pontevedra
Julia Carballo, con gafas, durante el funeral de su padre
photo_camera Julia Carballo, con gafas, durante el funeral de su padre

"El domingo, horas antes del suceso, habíamos estado hablando en la comida sobre el riesgo que tenían los taxistas por aquel entonces. Tres días antes había sido lo de Barcia. ‘Yo procederé según lo que me encuentre’, dijo mi padre. Al día siguiente se levantó a primera hora, sobre las cinco. Solía llevar a empleadas de la plaza desde Marín hasta Pontevedra. Sobre las siete de la mañana debió recoger a este individuo, un chico joven. Poco después ocurrió todo, en la zona de Birrete, en Figueirido".

El día de fin de año de 1990, Joaquín Pereira Pou segó la vida de Celestino Carballo González, vecino de Moldes, en Mourente. Zozobra y pánico inundaron la ciudad del Lérez durante varias semanas, pues se trataba del segundo suceso similar ocurrido en el escaso margen de cuatro días. El jueves anterior, José Barcia Franco, natural de la parroquia de Alba, había sido asesinado de un disparo en una zona muy cercana al lugar en el que yació Carballo. Las autoridades, que ya se habían reunido con los autopatronos tras el primer suceso, se pusieron manos a la obra hasta que consiguieron esclarecer ambos hechos y demostrar que uno y otro no guardaban una relación directa, más allá del acto reflejo que, como ocurre en otras modalidades delincuenciales, puede darse entre los potenciales criminales.

Julia Carballo, hija del segundo de los taxistas fallecidos, recuerda, con gran amargura pese al paso del tiempo, el crimen que acabó con la vida de su padre.

"Se comentaba que había pasado algo con un taxista pero no se sabía quién había sido, hasta las 12 del mediodía, cuando la Policía nos confirmó que era él. Eso sí, todo fue muy rápido, no se demoraron nada. En un día quedó resuelto. Ocurrió en una pista en la zona de Figueirido. Curiosamente ahora paso mucho por allí, mi hijo juega al fútbol en esa zona. La puñalada fue letal. No hubo nada que hacer".

A su entender, el criminal, Joaquín Pereira Bou, un joven de Marín "que tenía fama de violento, según supimos después", no tuvo el castigo adecuado.

"Él dijo que no era muy consciente de lo que había sucedido y que la puñalada había sido accidental"


EL JUICIO
. En alusión a Pereira, Carballo destaca que "lleva ya tiempo en la calle, que nosotros sepamos. Le cayeron 27 años de cárcel, pidió indultos por buena conducta. Nosotros los rechazamos, pero ya no sabemos más de él", señala la hija del taxista de Moldes.

"El juicio fue bastante tenso. Él dijo que no era muy consciente de lo que había sucedido y que la puñalada había sido accidental, que se había caído sobre el arma. El móvil fue el robo. A esa hora de la mañana poco botín podría haber sacado", dijo.

Lo cierto es que Celestino Carballo cayó fulminado en una pista de Birrete, a unos 300 metros de la base de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable (Brilat). Cuentan las crónicas de la época en este periódico que el autor de los hechos le dijo a la víctima: "Cabrón, encima no tienes cambio, hijo de puta", instantes antes de arrastrarle fuera del vehículo y asestarle una puñalada letal en un costado. Los habitantes de una casa cercana que escucharon ruidos solo pudieron amenazar al asaltante desde la distancia, lo que le puso en fuga, pero ya nada pudieron hacer por Celestino.

SIN SEGURIDAD. Julia Carballo recuerda que por aquel entonces los autopatronos no contaban con ninguna medida de seguridad ante sucesos como los que ocurrieron en la Navidad de 1990.

"No había radio ni emisoras, ningún elemento de comunicación. Más tarde se probaron las mamparas, aunque no fueron adelante. Se intentaron tomar medidas para que los clientes dejasen los carnés de identidad... Por suerte, ahora las cosas son diferentes".

La muerte de Carballo acarreó graves consecuencias para su familia, más allá de las psicológicas, pues ni su mujer ni sus hijas trabajaban por aquel entonces.

"Hubo una indemnización fijada por el juez (diez millones de las antiguas pesetas) pero él era insolvente. Supimos que estuvo trabajando más tarde pero sin contrato, por lo que no pudieron hacer nada. No vimos ni un duro, ni antes ni después. En aquella época Pontevedra no estaba preparada para un suceso de ese tipo. No llevamos acusación particular", recuerda Julia, que añade que "mi padre era el sustento, la manutención familiar. Tuvimos que buscarnos la vida. Mi hermana acabó la carrera y empezó a trabajar en Vigo. A mí aún me quedaba un año de estudios. Las administraciones públicas le dieron a mi madre una ayuda de 500.000 pesetas, si no recuerdo mal, para aliviar un poco la situación. Vendimos la parada de taxi y tiramos con la pensión de mi madre".

"Desde entonces no volví a subir a un taxi. Solo con ver el número de los vehículos por la calle me sigue dando un vuelco al corazón"



25 años después del dramático suceso, la hija de Celestino Carballo ha pasado página. Sin embargo, una espina quedará clavada en su corazón.

"Pasa el tiempo y es algo que te marca para siempre. Sales a la calle, ves un taxi y te estremeces. No quisimos saber nada de la parada. Desde entonces no volví a subir a un taxi. Solo con ver el número de los vehículos por la calle me sigue dando un vuelco al corazón".

BARCIA. La muerte de Celestino Carballo alcanzó una gran repercusión a nivel nacional. Ello fue así porque apenas cuatro días antes había sido asesinado un compañero suyo, el vecino de Alba José Barcia Franco.

Barcia, de 55 años y padre de siete hijos, yació muerto en Salcedo víctima de un disparo a la altura del corazón. Con el móvil del robo como telón de fondo (el taxi, un Renault 19 Chamade, había sido desvalijado), los asaltantes no dudaron en disparar al autopatrono, que, con arrojo, trataba de impedir que le robasen la recaudación.

Los 91 taxistas que quedaban en Pontevedra tras el dramático suceso se reunieron a las pocas horas para acordar un paro general, que se produjo el 29 de diciembre. Aunque todos elevaron sus medidas de precaución desde entonces (como relató Julia Carballo al recordar la última conversación con su padre pocas horas antes de su muerte), ninguno de ellos se podía imaginar que solo dos días después ocurriría un crimen muy similar a pocos metros del lugar donde ocurrió el anterior.

Concentraciones, lazos negros y reuniones con las administraciones públicas sirvieron para iniciar un largo proceso de mejoras en cuanto a las medidas de seguridad de los autopatronos.

Sin embargo, cuando estamos a punto de entrar en 2016, los taxistas siguen sin contar con la seguridad suficiente.

Un claro ejemplo de ello ha quedado patente recientemente en Pamplona, donde se registraron tres agresiones a taxistas casi consecutivas este mismo año. Los autopatronos de la capital navarra reclamaron modernizar los sistemas de alarma y prevención mediante nuevos aparatos de geolocalización que aseguren la instantaneidad y la recepción del mensaje de socorro en cualquier momento, con total reserva y total cobertura, y con acceso directo con la central telefónica del 112. Además, pidieron la instalación de videocámaras de seguridad en los vehículos para que faciliten la identificación del pasajero en el caso de nuevas agresiones.

Tales medidas podrían ser extensivas a Pontevedra, donde, por desgracia, los taxistas siguen sin estar seguros.

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