Destino con mala pata

Ala temprana edad de siete jornadas de Liga de Tercera División se ha establecido en la calle el rumor de que Nando no se comerá el turrón con todos los pontevedreses. Es obvio (o no tan obvio) que el Pontevedra no lo va a despedir. Sería una locura que un club que apenas genera dinero, sufre una deuda acuciante y malamente puede pagar al día a sus empleados y futbolistas, se deshiciese de su técnico y contratase a otro. Esa era la política de antaño, la que condujo a la sociedad a la quiebra. Se indemnizaba al saliente, se hacía un contrato a otro nuevo y a pagar dos veces como si nada. Existe la posibilidad de que el valenciano deje su cargo, sintiéndose harto (como se siente) de que los futbolistas no sigan sus predicados. Pero si el cese constituiría un error por parte del PCF, la dimisión también lo sería. Fue la elección del técnico un tema en el que la dirección del club, ahora encarnada en el presidente José Manuel Fernández, tuvo su tiempo de reflexión para analizar estilo de juego, competitividad, experiencia y otros valores. No vale ahora justificarse diciendo que se desconocía a que jugaría Nando. Había que saberlo. En la decisión de ficharlo influyó el actual responsable técnico, Milo Abelleira, que también tiene su cuota de responsabilidad en los negativos resultados (confección de la plantilla, política deportiva, propuesta de fútbol...esos detalles insignificantes en los que debe opinar, sino definir, un director deportivo). En cualquier caso, el fracaso de que el Pontevedra no esté al nivel a estas alturas ni en juego ni en resultados no es solo de Nando. Es más de los que decidieron que fuese él quien tomase las riendas. Al final hasta ya no extrañaría que lo echasen, lo indemnizasen y Milo llevase el equipo hasta el final de la temporada, por el mismo precio. Y aquí paz y después gloria.

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