'Diremos que he sido yo'

El secreto de la paella se encuentra en la cantidad de agua, que debe estar al nivel de los remaches de las asas de la paellera (paellera para no incurrir en redundancia, porque el utensilio para hacerla también se puede denominar paella). En la del hijo de Tejero (“Tejerito”) el agua era fruto de una avería en la depuradora y su medición, la de un chosco. En vez de paella le salió un arroz amargo de cocinera con prisas. “Tejerito” cayó en la cuenta de la onomástica y telefoneo a sus “plases” para la celebración: vinde a min, bonitiños, que vos vou facer una paella que vai tremer o ministerio”. Y así fue, el Ministerio tembló, solo que con un temblor similar al de los montes cuando paren un ratoncillo, porque, como sanción, un traslado por celebrar el aniversario de un intento de golpe de Estado suena a un mes trabajos en beneficio de la comunidad impuesta a un asesino en serie. La familia Tejero es una familia nacional católica. Son todos unos hijos ideológicos de Franco que representan la unidad de destino en lo universal: el golpista, el guardia civil que no renuncia a los principios fundamentales del movimiento y el cura, o sea, la España cañí del cara al sol con la camisa nueva y bordada en rojo que fue lo que compusieron Foxá y unos cuantos más una madrugada mamados como cubas. Así que la paella no fue paella sino “pa” ellos y el fantasma de la indigestión se le apareció al anfitrión en forma de gastroenteritis, o sea, una diarrea de cambio de destino. Con sanciones como ésta la peña anda acojonada, y alguno en el “Diario”, para que lo cambien, ya piensa en dar un golpe de Estado. Recuerda esto a la pena que impusieron a Torres Rojas y Milans, coleguis de golpe que vivieron en Ferrol a cuerpo de rey: muchos metros cuadrados, fachas solidarios y con pelas que les llevaban delicatesen para jalar y la visita mensual de alguna fémina para que les hiciese una limpieza de sable; güisquis por la noche y, en plan solidario, la mojama, que dejaban para su ayuda de cámara (repostero en lenguaje milico) porque ellos tenían la tensión alta. La mojama como óbolo gastronómico suena a lampreada de amigos tras la que, saciados de comer, renuncian al bicarbonato en homenaje a los niños que pasan hambre. Luego de la que se montó salió el hermano cura de “Tejerito” para decir que todo era una vergüenza y que solo se trataba de una reunión entre amigos, lo que suena a “excusatio non petita”, como si el mosén, ahíto de amor fraternal, quisiera asumir la responsabilidad de la celebración. Esto me recuerda a Cela, al que, luego del Novel, lo invitan a comer unas señoras bien y entradas en años del Barrio de Salamanca. Todas encantadas y tal. Y a los postres, Cela que levanta levemente una cadera y se descerraja un pedo que hace temblar el parqué y los jarrones del comedor. Se hace un silencio sepulcral y las pititas enrojecen. Alguna carraspea nerviosa. Y entonces Camilo, que presidia la mesa, impasible el ademán que coge de la muñeca a la anfitriona y le dice lo suficientemente alto como para que todas le oigan “tranquila, señora, no se preocupe: diremos que he sido yo”. Pues con el clérigo lo mismo, “no sufras, “Tejerito”, hermano, diremos que he sido yo. Lo de la invitación”.

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