Doble fracaso granate

El Pontevedra se ha reforzado con la mente puesta en el ascenso. Y al hacerlo ha asumido varios riesgos: el primero de ellos, el del desarraigo. También acepta otros peligros, como el económico y el de la reacción de los jugadores ante posibles impagos futuros. Es difícil que el club encuentre una respuesta tan positiva como la de los chicos del pasado ejercicio, a los que aún se les debe dinero. En todo caso, ese aspecto será tratado en otro momento. Tocará cuando toque. De momento, espero que algunos pensamientos que no he plasmado todavía en papel sean equivocados, que las cifras acompañen. Otro aspecto, el del proyecto amparado en un vínculo emocional, ocupa ahora mi mente. Cuando finalizó la pasada temporada, anuncié que el quinto puesto del Pontevedra no era un fracaso. Entonces creía que la entidad estaba constituyendo las bases del futuro. Parecía que los chicos de la casa iban a tener su sitio gracias a la apuesta del club y que seguirían siendo el armazón de una escuadra que con ellos podía ser competitiva a la vez que representativa de unos nuevos valores. Sin embargo, aquella idea se fue al traste este verano. El club no ha sabido retener a hombres con una gran unión al color granate. Otros que se han quedado, como Emilio, han visto las puertas cerrarse ante las múltiples contrataciones. La sociedad se ha reforzado con once nuevas caras y no ha dado continuidad al trabajo con los chicos. Está claro que aquello no fue una apuesta, sino una necesidad. Y por lo tanto, un fracaso. La propuesta a medio plazo sí valdría como explicación a aquel resultado deportivo. A mí me valía. Pero me equivoqué. El año de transición fue un año desperdiciado. Ahora solo vale el ascenso. Sino el fracaso será doble. El de los valores está garantizado. Veremos el de los resultados.

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