Dolor

Las cosas que realmente significan algo siempre se dicen en silencio. Rechazo la promesa charlatana, el beso relatado, las amistades celebradas y la narración del sentimiento. No es posible comprender la ternura si no es desde una caricia y «te quiero» no quiere decir nada. No existe cosa más absurda que ese empeño de los amigos y de los amantes de llegar a comprenderse conversando, con la intención de desentrañar y hacer propio a alguien que ni siquiera ha podido encontrarse. ¿Qué es esa estupidez de ser o comportarse como uno mismo? Como si hubiese un modo de ser que nos pertenece y una expresión intrínseca de sentimientos que nos define a lo largo de toda la vida. Jamás olvido a esas personas con las que puedes caminar en silencio, capaces de mostrar afecto con los gestos más simples, estandartes de lo humilde y símbolo de la dignidad declarada en cada mirada. Así era uno de los últimos amigos con los que estuve en Sudamérica. Me acogió en su hogar de Quito como si fuera un hijo, paseamos con sosiego, como quien ama cada paso, y me relató su vida entera, en silencio, a través de los modestos rincones de San José de Monjas. Su muerte solo puede llorarse del modo en que él observaba la vida. El que un Eduardo Galeano casi incapaz de pronunciar palabra tras el fallecimiento de su amigo Mario Benedetti le reveló a un periodista: «El dolor se dice callando».

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